-Aquí nuestro pastor vidente, Celino Adelimar, quiere transmitirles una comunicación divina- dice Yvaokanaan mirando el numeroso público que los rodea, sus feligreses, unas tres mil personas, entre ellos varios pastores como Yokanaan.
Celino se pasa una mano por el pelo negro, ondulado, se lo echa hacia atrás para que los rizos abundantes no le caigan sobre la frente. Va a una tarima y toma el micrófono. Está consciente de su carisma. Le da golpecitos al aparato para comprobar que funciona. Entonces empieza:
-Lo que voy a decirles es muy importante. Es esto: lo que nos une como creyentes es la suprema verdad de nuestras escrituras. La Biblia es un texto inspirado por Dios, revelado por Dios. No miente, no yerra, no se equivoca. ¿Están de acuerdo?
De los fieles brota un unánime SÍ. Continua:
Sé que todos ustedes están asustados. El país se hunde y cada gobierno que dice sacarlo de la crisis lo hunde más aún. Las tragedias climáticas se han ensañado con nosotros. Tenemos sequías, inundaciones inesperadas, ciclones que devastan pueblos y cosechas. Los políticos dicen que la crisis se debe al gasto público, el cual han recortado hasta casi hacerlo desaparecen, creando un desempleo tremendo, y los científicos dicen que lo del clima es el calentamiento global. Pero se equivocan. Me ha sido revelado que la verdadera causa es: ¡el pésimo comportamiento de todas las mujeres!
Se hizo un silencio inesperado, las mujeres se miraron entre ellas.
¡Sí, las mujeres, hasta las que se encuentran con nosotros hoy. Las que dicen y creen ser fieles cristianas llevan dentro de sí la semilla del mal.
Al oír esto algunas se cubrieron el rostro o agacharon la cabeza.
La Biblia, nuestro texto revelado, lo dice de principio a fin. Empieza en el Génesis. ¿Quién es la que incita a Adán al pecado? No es la serpiente, un pobre animal. Es Eva. Y la Biblia termina diciéndolo en el Apocalipsis. Donde los que más valen son los hombres que no se han contaminado, oigan bien, con-ta-mi-na-do, con mujer.
Algunos hombres aplaudieron.
Es el libertinaje femenino, el enorme pecado de orgullo de creerse semejantes al hombre, es decir, semejantes a Dios. Sólo una, oigan bien, tiene el mismo valor que los varones, y es la virgen María, porque es Virgen y Madre de Jesús.
Un hombre levantó la mano. Como Celino no lo miró, se puso de pie y habló:
Maestro, tengo una pregunta: ¿y las santas?
Celino alzó la Biblia en alto y la meneó:
En este libro no hay santas. Voy a resumirlo citando a San Pablo: Pablo dice que en las reuniones las mujeres no deben hablar y si tienen dudas las preguntarán después, a los varones. Dice también que las mujeres deben estar sometidas al esposo -abrió la Biblia y leyó-: Oigan: 1 Corintios 7:1 “Bueno le será al hombre no tocar mujer”. 1 Corintios 27: “¿Estás libre de mujer? No procures casarte”. Efesios 5:22 : “Las casadas están sujetas a sus propios maridos”. “En todo”, agrega el versículo 24. Timoteo 2:11-15: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”.- Por lo tanto- retomó Celino- ese debe ser el orden de las cosas. ¿Cuándo nos dicen los científicos que empezó el cambio climático? A finales del siglo XIX en Inglaterra, al mismo tiempo que el sufragismo y el feminismo. Hermanos, no es una casualidad. Libertinaje femenino y calentamiento global van de la mano. Se debe a que las mujeres ya no obedecen a los hombres. Mírenlas: presidentas de la república. Ministras, congresistas, abogadas, científicas, directoras de empresas. Desde entonces se han dado tremendas depresiones económicas mundiales, es un aviso. Y estos problemas se deben también a la proliferación de homosexuales, travestidos, transexuales, bisexuales y demás morralla. Los hombres tienen derechos sobre las mujeres y sobre esa morralla. ¡Acuérdense de Lot! Tuvo relaciones con sus propias hijas porque fue el único modo de asegurar su descendencia.
Ante estas últimas palabras muchas mujeres protestaron. Una de ellas gritó:
¡Jamás! ¡Eso se llama abuso e incesto!
No- dijo Celino calmado-. No es abuso ni incesto. El padre tiene derechos sexuales sobre su descendencia en caso de necesidad. ¡Lo dice la Biblia y la Biblia no miente! Es parte de la condición natural de la mujer.
Una señora alta y delgada se puso de pie y señaló a Celino:
¡Soy Mélida y me opongo!- gritó-. ¡Esto es inhumano!
¡Abortista! ¡Feminazi!- le gritó Yokanaan.
Un grupo grande de mujeres se levantó. Apoyaron a Mélida dando palmadas y golpeando con los pies el suelo. Calmarlas no fue fácil.
Mélida y su grupo salieron pero varias otras seguían disconformes. La reunión se dio por terminada y poco a poco el salón se vació. Se quedaron solamente los principales pastores, diez en total, más Yokanaan y Celino.
Se miraron todos en silencio. “Celino, esa no es la manera de proceder. No podemos confrontarlas directamente. Hay que hacer un plan”, dijo el pastor Roberto. “Sí, que el mensaje les llegue en forma profunda pero sin ofenderlas”, dijo otro pastor. Celino asentía. Luego alzó la cabeza: “Y vos, Yokanaan, eliminá lo de Feminazi y abortista. Esto hay que hacerlo a través del amor.” “Exacto”, dijo Roberto, “amarlas mucho y convencerlas de que son tan apreciadas, tan delicadas, que no pueden, no deben salir del hogar. El mundo no es para ellas”.
Celino murmuró algo. “¿Qué dijiste?” le preguntó Yokanaan. “Es que tuve otra visión”, contesta Celino. ¿Y qué fue?” preguntaron al unísono los pastores. “Que vamos a ganar las elecciones desde la primera vuelta” “¿Estas, las próximas, las del año entrante?”, pregunta Roberto. Celino asiente, grave: “Y con mayoría abrumadora en el Congreso”. “Eso si a ningún loco se le ocurre a última hora atacar a la Virgen de los Ángeles”, dijo Roberto. “Lo evitaremos negociando desde ahora con la Iglesia Católica. Y con los empresarios, los verdaderos dueños de este país.” “No dará tiempo para frenar el cambio climático encerrando a las mujeres”, dice Yokanaan. “No, no dará tiempo”, dice Celino. “Ya se desprendió el primer glaciar del Himalaya, las catástrofes climáticas irán en aumento, pero reformar a las mujeres quizá mitigue esas catástrofes. Por eso debemos proponerles a los empresarios que nos dejen a nosotros las almas, y que ellos hagan todos los negocios que quieran: privatizar el agua, los servicios de salud, la electricidad, minería a cielo abierto, petróleo. Tendrán que vigilar muy bien a sus mujeres, eso sí.” “Las mujeres de clase alta son abortistas”, dijo Yokanaan. “Quizás, pero en secreto. Las verdaderas abortistas son las intelectuales, las catedráticas, las estudiosas, las artistas, las profesionales: Las verdaderas feminazis no son las mujeres ricas, que siempre han hecho discretamente lo que les da la gana.” “Cuando tengamos el poder absoluto someteremos a las ricas”, dijo Roberto. Yokanaan aplaudió.
“Yo sé que esto es emocionante pero estoy cansado”, dijo Celino, “es hora de irnos a dormir”.
Los pastores vaciaron lentamente la sala.