Ryuichi Sakamoto fue un gran pero particular arquitecto de la música. La comparación es sencilla pues él mismo describía su proceso creativo como una compleja sucesión de capas, de apuntes y, sobre todo, de estructuras que funcionaran como un todo.
“En general, no me gusta el proceso de hacer música en base a un modelo, un propósito o una meta”, dijo en una entrevista al portal The Creative Independent.
“Si fuera arquitecto, sería malo, porque no me gusta tener planos. Por supuesto, sin planos, nadie sabe cómo será el edificio. Pero eso es exactamente lo que me gusta hacer. No debería saber lo que estoy haciendo, o lo que será. Quiero hacer algo que no sé que sea, algo que nunca he hecho o que nunca sepa cómo lo hice”, contó.
Su extraordinaria obra conviene ser recordada a la luz de su deceso, ocurrido el pasado 28 de marzo (pero dada a conocer públicamente el 2 de abril). Sakamoto falleció a los 71 años tras bastante tiempo de luchar contra un cáncer de garganta.
Su legado es sustantivo: fue pionero de la música electrónica como miembro de la Yellow Magic Orchestra, creó álbumes de inspiración mundial, piezas clásicas, colaboraciones de música minimalista y elaboró más de 30 bandas sonoras de películas.
También ganó un premio Óscar de la Academia, dos Globos de Oro, un Grammy y recibió la Orden del Cavaleiro Admissão del gobierno de Brasil y la Ordre des Arts et des Lettres del gobierno de Francia, además de ser considerado padre de géneros como el synthpop, el new age y otros relacionados a la producción de música electrónica. El mundo, sin dudas, perdió a uno de los más ingeniosos compositores.
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Astuto en todas las épocas
La más privilegiada manera de conocer la música de Ryuichi Sakamoto parte desde la obra fundacional de su mito: el tema Merry Christmas Mr. Lawrence, canción escrita para la película de guerra de 1973 del mismo nombre, la cual fue dirigida por Nagisa Ōshima y en la que actuó el propio Sakamoto junto al gran David Bowie.
El tema es una balada de piano que comienza con un inofensivo arpegio que empieza a crecer y crecer hasta ser acompañado por cuerdas. Sakamoto combinó ecos de la música tradicional japonesa con estructuras de la música de Occidente y el resultado es sencillamente demoledor: es una canción que lo deja a uno absolutamente conmovido por su capacidad de atrapar la melancolía en una partitura.
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La base de la pieza fue tan poderosa que el propio Sakamoto supo que estaba para más. Tras lanzar el filme, al japonés se le ocurrió hacer una versión vocal del tema (con letra) por lo que le pasó un arreglo de la composición al músico inglés David Sylvain, quien unos años antes había dejado la banda Japan y se encontraba en una crisis creativa.
La historia es harta conocida: cuando Sylvain recibió el arreglo musical, sus ojos se abrieron como platos. Ha contado en diversas entrevistas que la composición de Sakamoto lo hizo volver a creer en la música. Su capacidad creativa se despertó y, después de colaborar juntos, Sylvain regresó a la escena como solista.
Esta versión del tema se llamó Forbidden Colours, título que da homenaje a la clásica novela del gran escritor japonés Yukio Mishima. Aunque la película Merry Christmas Mr. Lawrence no comparte plenamente la misma temática que el libro de Mishima, ambas obras refieren a temas como la homosexualidad y la resistencia a esos deseos por supuesta “voluntad de Dios”. Para Sakamoto este punto en común era la excusa perfecta para rendirle tributo a uno de sus autores preferidos en un tema que se volvería un clásico inmediato.
Este arreglo, para muchos, incluso podría superar la capacidad nostálgica de la pieza original. La voz de Sylvain es sencillamente desoladora mientras que los efectos sonoros de Sakamoto emulan una campana de viento japonesa.
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Más grandes composiciones
Quienes no vivimos el ascenso mediático de Sakamoto en el último tercio del siglo pasado pudimos encontrar su obra dentro de productos culturales pop.
Aunque el japonés ganó el Óscar por la banda sonora del filme El último emperador (1987), uno de sus trabajos más referenciados es el que realizó para el mexicano Alejandro González Iñárritu en la película El renacido (2016).
Aquella película tenía su núcleo emocional en el ambiente, en los grandes bosques de Alberta, Canadá, donde se filmó la historia de un hombre en busca de venganza y cómo la naturaleza le aparece como un personaje más que, en ocasiones lo resguarda; y que en otros momentos lo deja al borde de la muerte.
La “voz” de esa naturaleza está en la partitura que compuso Sakamoto. El tema principal de la película está logrado gracias a unos violines que parecen rasgar el bosque.
En los primeros fotogramas de la película, la naturaleza está en calma. De repente, la bota del protagonista irrumpe esa paz y los violines de Sakamoto aparecen. Es una composición hecha a la perfección del filme y que eleva los sentimientos que las imágenes transmiten, más allá de los logros o bemoles que tenga la ejecución de Iñárritu. Lo que hizo Sakamoto fue un logro mayor.
Ese mismo año (2016), Sakamoto lanzó el que considera su trabajo más personal y uno de los que más le satisfizo. Se trató de async, un compendio de baladas en piano profundamente dolorosas, sobre todo si se toma en cuenta que fue el primer álbum que publicó el japonés después de una pausa obligada a causa de un cáncer de garganta que le fue diagnosticado en el 2014.
El piano paulativamente se convierte en un órgano de iglesia. Sintetizadores y efectos sonoros aparecen para crear una pared de sonidos en andata, la pieza que abre el álbum.
No es casualidad este tono religioso; la obra es prácticamente un testamento en vida que dejó el compositor nipón. Si David Bowie hizo el disco Blackstar antes de morir y Leonard Cohen dejó el álbum I Want it Darker meses antes de fallecer, Sakamoto se aseguró un memorial hecho con su puño y mente.
Este álbum, en paralelo a lo que hizo con The Revenant, dejó ver a un Sakamoto más “espacioso” en sus composiciones; más calmo, con más espacio para la introspección que muchas de sus obras del siglo pasado.
Al respecto, el artista dijo a The Creative Independent: “¿Por qué quiero componer obras mucho más lentas que antes? Porque quiero escuchar la resonancia. Quiero tener menos notas y más espacios. Espacios, no silencio. El espacio es resonante, sigue sonando. Quiero disfrutar de esa resonancia, escucharla crecer, luego sentir el siguiente sonido y la siguiente nota o armonía. Eso es exactamente lo que quiero”, explicó.
La volubilidad de las obras que allí dejó plasmadas han sido motivo de influencia. Al igual que en los años 70 dejó bases para géneros como el new age y el synthpop gracias a su ingenio con los efectos sonoros, el disco async vino a significar una cosecha creativa para muchos de los artistas más interesantes de la actualidad.
Por ejemplo, la productora venezolana Arca, quien tiene una de las propuestas musicales más llamativas de hoy para quien escribe estas líneas, utilizó el tema async (del mismo nombre del disco) para hacer su propia versión. La balada pianística se mezcló con los susurros de Arca y evolucionó hasta un art pop de vanguardia.
Aquella reimaginación le sirvió a Arca como mecha creativa para lanzar su disco titulado Arca de ese mismo año, el cual comparte una nostalgia comprimida entre beats electrónicos. La misma inspiración sucedió con el productor austriaco Fennesz, el estadounidense Yves Tumor y el ya fallecido islandés Johann Johannsson, entre muchos otros.
De igual forma, no hay que ponerse demasiado hipster para encontrar más referencias del trabajo de Sakamoto: su música está injertada dentro de la cultura pop gracias a samples tomados por artistas como The Weeknd, Justice, Burial, Beastie Boys, Jennifer Lopez, Brandy y Freddie Gibbs. Por fortuna, vivimos entre creaciones del gran Sakamoto.
Las últimas memorias musicales
En enero del 2023, tres meses antes de morir, Sakamoto lanzó 12. Si en async había explorado lo que significaban los “espacios” en la música, en 12 llevó su propuesta más allá.
El álbum es un compendio de piezas ambientales para piano y sintetizador, tremendamente minimalistas. Las pistas se titulan y se secuencian en el orden en que se grabaron, lo que le da al álbum una sensación de diario.
Es impresionante cómo a veces una pequeña tecla que se asoma en el horizonte del disco puede provocar efectos emocionales tan poderosos. El álbum es pausado, pero deja sensaciones trémulas.
En el lapso final del disco, aparece una grabación de un minuto de duración donde apenas suena un tintineo de campanas, curioso sonido que ha distinguido su carrera y que ahora aparece como metáfora de sus últimas palabras. Será imposible dejar de pensar en ese detalle que corona su legado, de la misma forma en que será irresistible visitar, una y otra vez, a sus inigualables paisajes sonoros.