Áncora

Samuel Rovinski y ‘La víspera del sábado’

“Dedico esta obra a quienes desean respirar desde sus raíces y siempre se topan con segadores”

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Parte del afiche-programa de mano de La víspera del sábado. Archivo personal de la autora. Foto: Cortesía. (cortesía)

El pasado 20 de noviembre se conmemoró el 75 aniversario del inicio de los Juicios de Núremberg, mediante los cuales, los países aliados que lograron vencer las fuerzas del Eje, trataron de hacer justicia con los responsables de los crímenes cometidos contra los judíos y otros grupos humanos, desde que Hitler ascendió al poder en 1933 y durante la Segunda Guerra mundial. Más de seis millones de judíos fueron exterminados en las formas más aberrantes jamás imaginadas.

Algunos judíos, previendo lo que se avecinaba habían tenido la suerte de encontrar refugio en otros países. A Costa Rica llegaron entre 1932 y 1936 más de doscientos judíos polacos, entre ellos los integrantes de la familia de nuestro distinguido dramaturgo, escritor, guionista y académico de la lengua, Samuel Rovinski Gruszko, fallecido en 2013. Don Samuel formó parte de la trilogía de dramaturgos más reconocidos en el país, a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Si divulgamos su legado, honraremos su memoria. Hoy toca hacerlo con La víspera del sábado, un título que alude a una de las celebraciones religiosas fundamentales de las familias judías de todo el mundo, por ser el inicio del “Shabat”. Este texto no es tan conocido como El martirio del Pastor, Las fisgonas de Paso Ancho, Gobierno de alcoba, Un modelo para Rosaura y otras de su amplia producción, razón adicional que motiva estas reflexiones.

Un estreno con fines benéficos

La víspera del sábado se escenificó en el Teatro Nacional, el 18 de marzo de 1984 y fue dirigida por Daniel Gallegos Troyo. Los personajes de la obra son: Oscar Berlinski, el padre, vendedor ambulante; Ester, la madre, costurera; sus hijos: las adolescentes Jaya y Regina, y Moisés, de 10 años, hijo menor de la familia Berlinski; Jaim y Gueña, matrimonio amigo de los Berlinski; doña Bolcha, clienta de Ester; Luigi, italiano, dueño de una sastrería y el Doctor Blanco. Estos papeles fueron asumidos, por Leonardo Perucci, Gladys Catania, Sylvie Sesma, Maritza Roldán, Chakiris Mena Facio, Manuel Ruiz, Arabela Salaverry, Roxana Campos, Miguel Rojas y Arturo Robles, respectivamente.

El empeño de que la obra se montara se le debe a la Asociación de Damas Israelitas pro-Beneficencia, cuyo objetivo era, en esa ocasión, destinar el producto de las funciones a la compra de equipo de hemodiálisis para el Hospital Calderón Guardia.

Gallegos Troyo acotó en el afiche-programa de mano, que La víspera del sábado era un “testimonio valioso y universal” de una época que le tocó vivir a su autor, porque se trataba de una pieza con claras correspondencias biográficas, en la cual Rovinski nos presentaba al ser humano “frente a un conflicto trascendente, que es lo que siempre dará validez a una buena obra dramática”.

La plataforma de descarga dentro del campo de Birkenau, donde se seleccionaba a los judíos recién llegados. Colección de la autora. Foto: Cortesía. (cortesía)

La incertidumbre de la guerra

Carlos Catania, actor, director, cronista teatral, escritor y docente, que dejó en Costa Rica una profunda huella, señaló que la pieza era “un friso de la vida cotidiana, sobre la que pende el fantasma de Europa y la Segunda Guerra mundial, la exterminación de un pueblo y el dolor de los testigos lejanos”, entre los cuales, por supuesto, se encontraban familiares de los Berlinski y sus amigos de la colonia judía. Según Catania, lo mejor de la obra era el contrapunto que se establecía entre el micro mundo de la familia, con las entradas y salidas de los personajes, y los acontecimientos mundiales.

En efecto, la atmósfera íntima de la cena familiar de la víspera del sábado se ve enrarecida por la incertidumbre sobre el destino de los parientes, en Polonia. “¿Cómo es posible estar tanto tiempo sin noticias de ellos?... ¿No hay manera de comunicarse?, le pregunta Ester a su marido. Y este le responde: “… es inútil insistir… Tenemos más de un año de hacernos la misma pregunta… ¡No hay comunicación con Europa…! Los alemanes están en todo lado… ¿Qué podemos hacer? Según la Agencia Judía, los alemanes están juntando a todos los judíos polacos en guetos”.

Casi al terminar la cena, se escucha por la radio la sirena ubicada en las instalaciones del diario La Tribuna, y de seguido un locutor que anuncia: “Como respuesta a tan alevoso y brutal ataque, el Gobierno de Costa Rica le declara la guerra a Alemania”. Hecho real de nuestra historia (al que habría que sumar la misma declaratoria para otros países del Eje), como verídicos fueron también los saqueos de comercios, arrestos y deportaciones de alemanes, japoneses e italianos residentes en Costa Rica, a los que se refiere el personaje Luigi, italiano dueño de una sastrería de San José, que busca refugio en la casa de los Berlinski. “Yo no soy enemigo de Costa Rica, don Oscar. Yo no apoyo al Eje. […] Solo quiero trabajar…, no le hago ningún mal a nadie”, dice.

Jaim y Gueña, amigos de los Berlinski son portadores de malas noticias, pues el avance de los alemanes y sus aliados se traduce, entre otras cosas, en detenciones de judíos que llevan a campos de concentración. “Los llevan en trenes, como si fueran ganado […] Son miles diariamente […] ya es hora de que te convenzas: es el fin”, le dice Jaim a Oscar.

La enfermedad toca las puertas de los Berlinski

Para mejorar económicamente, Oscar Berlinski se había trasladado a una zona remota de Nicoya, donde había comprado, al crédito, una finca. Pero, la diosa Fortuna le tenía marcado otro camino. El clima y las condiciones insalubres del lugar no le asentaron bien y debió regresar a San José, donde será diagnosticado de tuberculosis por un doctor amigo, el Dr. Blanco, quien recomendará que sea internado en el Sanatorio. Imposible no ver en este personaje, al ilustre galeno, Raúl Blanco Cervantes, quien fuera nombrado director del programa de lucha antituberculosa durante el gobierno de don León Cortés Castro (1936-1940). La primera reacción del señor Berlinski es negarse, pero luego la familia y los amigos lo convencen.

“¿Quién los va a castigar?”

Pregunta a su madre Moisés, el hijo menor de la familia Berlinski. Y ella responde: “Dios los castigará…, Moishele… ¡ojalá que nunca lo obliguen a pelear! ¡No quiero verlo de soldado…, nunca!”

No sabremos si Dios los castigaría… Al menos, los jueces de Núremberg lo intentaron.

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