MUSA, el segundo satélite tico en volar al espacio ya tiene sus primeros resultados de su vuelo de prueba suborbital, realizado en noviembre pasado. Los científicos que comandan el proyecto se disponen a prepararse para el próximo que será de más tiempo y alcanzará una mayor profundidad en el espacio.
En esta segunda fase se enviará el experimento a la Estación Espacial Internacional (ISS, en inglés).
MUSA es un CubeSat (un satélite miniaturizado para investigación espacial), un dispositivo cúbico de alta tecnología que recoge información que únicamente se puede lograr desde el espacio, con microgravedad (popularmente conocida como “gravedad cero”. Este satélite en particular mide 10 cm x 10 cm x 11 cm.
La meta del proyecto MUSA es investigar las características del hongo Fusarium oxysporum, que causa el llamado mal de Panamá en las plantaciones de banano. El propósito es buscar posibles tratamientos. Estos tratamientos son necesarios porque este hongo desencadena una plaga que provoca pérdidas de hasta 80% en las plantaciones a nivel mundial.
“Ya probamos que la tecnología sirve, en el espacio real. Nos hace falta optimizar para que esté lista para la misión más grande, hacia la estación espacial”, manifestó Carlos Rodríguez Delgado, jefe de operaciones de la empresa Orbital Space Technologies, encargada de construir el CubeSat y ponerlo a prueba.
El vuelo
Para entender los resultados, primero debemos comprender cómo fue este vuelo.
Durante la presentación de resultados, Rodríguez explicó que el satélite realizó un vuelo suborbital dentro de un cohete. Se denomina suborbital porque llega al espacio y pasa la llamada línea de Karman, el límite entre la atmósfera y el espacio exterior, que se ubica a unos 100 kilómetros de la superficie terrestre.
Allí, el cohete (y por ende, el satélite) pasa durante unos minutos (en este caso, 20) y experimenta todas las condiciones, como la microgravedad, pero vuelve a la Tierra.
Dentro del satélite iban dos cultivos de hongos con su monitoreo constante, los cuales previamente habían sido preparados. Como iban a ser sometidos a vibraciones muy fuertes y cambios de velocidad, temperatura y movimiento, se requería preservarlos bien.
Allí viajaron dos cepas de hongos: el Fusarium oxysporum, que causa la enfermedad Fusarium Raza 4, y un cultivo del hongo Trichoderma harzianum, beneficioso para las plantas, que funciona como agente de control biológico.
Antes del lanzamiento también hubo dos equipos de ingeniería trabajando en la misión, uno de ingeniería mecánica y otro de ingeniería electrónica y software.
Se debía tener un tamaño y peso del cubo, compartimentos para que los hongos fueran seguros, pero también tener un sistema de fluido que permitiera dar líquido a las muestras. Y ver que los sistemas de información funcionaran en todo momento.
Durante ese vuelo se hicieron varios experimentos.
El primero se dio aproximadamente 5,5 minutos después del lanzamiento, cuando el cohete apaga motores y envía señales para avisar que ya se encuentran en microgravedad.
En ese momento el equipo activó una bomba de líquido que estaba dentro del CubeSat. Esta le suministró líquido, durante 30 segundos, a las muestras de hongos y las cámaras comenzaron a registrar el avance, se cortaban y activaban cada 30 segundos.
Las cámaras y sensores siguieron activando datos durante 5,5 minutos más. A los 11:30 empezó la fase de descenso, reentrada a la atmósfera terrestre. Ahí deben soportar fuerzas nuevas, de las cuales se toman datos.
El cohete llega a Tierra y lleva cada satélite de vuelta para que se analicen los resultados.
Los resultados
Los resultados fueron de diferente tipo, según los componentes de la misión. En cuanto a la parte biológica, las dos cepas de hongos soportaron las condiciones suborbitales y regresaron sin el menor problema.
“Se enviaron esporas de los hongos y días después del vuelo crecieron, lo cual nos quiere decir que sobrevivieron perfectamente. Para el siguiente vuelo, esa mezcla que se le puso a los cultivos también va a funcionar”, especificó Rodríguez.
El sistema de soporte resistió todas las vibraciones del lanzamiento, la microgravedad, y la hipergravedad en el regreso. “Hubo algunos desplazamientos de cosas, pero fueron despreciables”, puntualizó el científico.
La bomba de agua funcionó de forma correcta e hidrató a los hongos, pero hubo pequeñas fugas de agua, algo que desean arreglar, reforzando los sellos, antes del próximo vuelo.
El acople entre el cohete y el experimento funcionó, en balance y estabilidad.
La interfaz electrónica también funcionó y hubo comunicación con el satélite.
El monitoreo y la forma de guardar información, para ser estudiados, sí funcionó. Así, les permitió analizar temperaturas, ver las fotografías tomadas y los cambios en los hongos.
¿Qué sigue?
Estos resultados los impulsan a mejorar para la siguiente fase: el vuelo donde sí estarán en la Estación Espacial Internacional. Lo más importante por revisar son los mecanismos de contención de fluido, para que no haya fuga de agua, pero también revisarán otros detalles para optimizar, como la documentación de procesos.
“Para la próxima queremos llevar más checklists (lista de tareas por revisar), más complejos y mejor desarrollados”, manifestó Rodríguez.
También se desea una ruta de acceso más directa a las muestras, en las que no se tenga que abrir manualmente, sino buscar, por ejemplo, un botón.
Este año se optimizarán los procesos para llevar el proyecto al próximo vuelo. La idea, manifestó Rodríguez, es dejar este año listo el dispositivo para que pueda ir al espacio por segunda vez en algún momento en 2024.
La misión se da en colaboración con el Laboratorio de Sistemas Espaciales (SETEC-Lab) y el Centro de Investigación en Biotecnología (CIB) del Tecnológico de Costa Rica (TEC), la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y del Espacio (ACAE) y Swedish Space Corporation (SSC).
El vuelo se financió por medio de una campaña de recolección de fondos y con ayuda de patrocinadores como Arroz Imperio, Liberty Empresas, Nassar Abogados Centroamérica, Honor, Grupo Aproveco y Sisters LA.
Este es el segundo artefacto con sello tico en viajar al espacio, pues el primero fue un CubeSat o satélite diminuto, que llegó a la Estación Espacial Internacional (EEI) en mayo de 2018.