Si se evoca la identidad en la gráfica costarricense, resulta fundamental el nombre de Vicky Ramos. Ella dio a conocer su trabajo, a finales de la década de los setenta, en el suplemento Zurquí del diario La Nación. Desde entonces, su labor no es sólo ornamental: acude a ese derecho de la niñez, a veces olvidado, de fantasear y crear nuevos textos con sus obras.
Su labor representa la continuidad de una tradición iniciada a principios del siglo XX, cuando aparecieron, en este país, las primeras revistas infantiles ilustradas como El mundo de los niños o San Selerín. Generalmente, en esas obras se compilaban imágenes anónimas y reforzaban los lineamientos trazados en La edad de oro, ese periódico que José Martí legó a Nuestra América en 1889.
Fueron dos jóvenes que mostraban sus obras en las exposiciones que en los años treinta se llevaban a cabo en el Teatro Nacional. Ellos tomaron en serio la labor de ilustrar para la niñez; fueron Juan Manuel Sánchez con los dibujos de Los cuentos de mi tía Panchita, de Carmen Lyra y Francisco Amighetti, con los grabados de la obra Cuentos viejos de María Leal de Noguera. Esas ediciones ilustradas se dieron a conocer en 1936. Su labor se difundió en revistas como Triquitraque o Farolito. En la década de los setenta tuvimos otros precursores de la ilustración como el caricaturista Hugo Díaz, la profesora Ondina Peraza y los pintores Félix Arburola y Fernando Carballo.
Vicky Ramos, descendiente de una familia de artistas, supo que su misión era la de continuar esa labor desarrollada durante el siglo XX. No se contentó con replicar los cánones existentes e innovó con dominio del dibujo académico, figuras estilizadas y el arte pop, con miras a un nuevo milenio. Desde entonces elaboró metáforas visuales en las que convergieron la ternura, el humor o la mirada crítica de la realidad con absoluto respeto de la inteligencia de su público, el de la niñez.
Lenguaje de lápices y pinceles
Vicky Ramos aprovechó los conocimientos de la carrera de Pintura de la entonces llamada Facultad de Bellas Artes de la UCR, e iluminó páginas de la Revista Infantil Tambor y sus primeros libros destinados a la niñez como El color de los sueños de Floria Jiménez, La pajarita de papel de Alfonso Chase, Almófar de Lilia Ramos, Queremos jugar de Carlos Rubio o Mo de Lara Ríos. De esa manera, principió un trabajo con voz propia en el que, a pesar de las características unificadoras de su obra, logró conferir a cada libro un sentido específico de identidad.
Su formación se complementó con estudios de diseño publicitario y artes gráficas, así como con la implementación de recursos digitales. A finales del siglo XX inició una etapa en la que mezcló, con acierto y sutileza, las antiguas técnicas del uso del lápiz y el pincel, sobre papel o tela, con las posibilidades tecnológicas que ofrecían los programas de computación. Incluso, se aventuró a ofrecer propuestas arriesgadas, por ejemplo, el uso de anteojos para ver imágenes en tres dimensiones y así confirmó su compromiso y complicidad con la niñez del nuevo siglo.
Arte para el público adulto
Entre el centenar de libros ilustrados por Vicky Ramos, existe una obra que evidencia su madurez plástica; es la edición conmemorativa del cincuentenario de Epigramas de Ernesto Cardenal. La artista demostró que el mismo registro poético que ya se había hecho notorio en sus obras para la niñez, también podía impregnar textos orientados a un público de mayor edad. Ese hecho se confirmó con el cuento Un regalo, de Yolanda Oreamuno, o en la portada de La última aventura de Batman de Carlos Cortés.
Entre álbumes ilustrados
Durante las últimas dos décadas, Vicky Ramos se afianzó como una las principales protagonistas de la creación de álbumes ilustrados, acaso un nuevo género literario en el que dialoga la imagen con el texto letrado. Muestra de ello es ¡Bienvenido, Donnie!, una obra en la que expone el tránsito diario de una maestra, con discapacidad visual, mirado desde la perspectiva de su perro guía. Otro libro notorio es La jaula, un viaje hacia la libertad, creación colectiva destinada a conmemorar los 50 años del Moderno Teatro de Muñecos, que se presentó como una historia sin palabras, en la que invitó a la reflexión sobre el cautiverio de un pájaro.
Costarricense reconocida en el mundo
Libros ilustrados por Vicky Ramos se han publicado en Nicaragua, Guatemala, Honduras, Panamá, Bolivia, Ecuador, México, España, Francia y Tailandia. Su continua búsqueda de mejoramiento ha sido galardonada con la Lista de Honor de la International Board on Books for Young People (IBBY), en Berlín, Alemania, en 1992, el Premio Juan Manuel Sánchez y el Premio Aquileo J. Echeverría, en 1997. Además, la editorial francesa Gallimard la nominó al Premio Cronos y la Fundación Cuatrogatos, con sede en Estados Unidos, reconoció su labor por hacer uno de los diez mejores libros con imágenes, en lengua española, en 2001.
El derecho a la fantasía
Con esta exposición, organizada por la UCR, Vicky Ramos conmemora cuarenta años de ininterrumpido trabajo y nos recuerda que su misión de ilustrar no sólo consiste en “iluminar” páginas, también está llamada a propiciar la esperanza en un futuro promisorio. Su compromiso así se manifiesta: “Siempre he pensado que la fantasía es un derecho. Ilustro lo que siento sin asumir falsas posiciones, sin pretender ponerme máscaras, solo espero que estas imágenes puedan ser entendidas e interpretadas por todos de diferente manera y en diversas etapas de la vida”.
La exposición estará abierta, entre el 22 de febrero y el 26 de marzo, en el sitio https://www.cu.ucr.ac.cr/galeria-cu/exposiciones-2021/el-derecho-a-la-fantasia.html
*El autor es profesor de Literatura Infantil en la UCR y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.