“Jamás olvidaré aquella memorable reunión que se verificó en el cuarto principal y casi único de la casita de adobes y a la que asistí invitado por el propio señor Madero [...] La reunión terminó cerca de las diez de la noche y antes de retirarme a descansar, recorrí con algunos amigos una sección del campamento revolucionario donde estaba Pancho Villa [...] Las fuerzas de Villa eran las más disciplinadas y en el combate peleaban al lado de su jefe con singular ferocidad”.
Las anteriores y vívidas palabras fueron plasmadas en 1915 por el intelectual costarricense Rogelio Fernández Güell en su célebre libro Episodios de la Revolución Mexicana, en el que expuso todo el conjunto de hechos que atestiguó e incluso protagonizó durante su estadía en México.
Es un relato que, entre otros aspectos, describió su accionar en una de las reuniones más importantes de dicha rebelión a la que se apersonó por invitación de su principal líder, don Francisco I. Madero G., y tras la cual conoció al afamado general Francisco Villa, quien dejó en Fernández Güell una positiva impresión, pues hizo constancia de ello en varias páginas de esta obra.
Así, al cumplirse este año el centenario del homicidio de Villa, se exponen los diversos entreveros y sórdidos detalles que se urdieron para darle muerte al más famoso revolucionario mexicano.
Prolegómenos
José Doroteo Arango Arámbula nació en la hacienda de Río Grande (municipio de San Juan del Río, Estado de Durango) el 5 de junio de 1878. Desde joven trabajó en la hacienda Sombreretillo del terrateniente Laureano López N., pero a los 16 años (1894) su vida dio un giro radical por un trágico incidente.
El hijo de López N., Agustín, violentó a la hermana mayor de Arango, por lo que él lo mató a balazos, huyendo luego a la serranía, donde tras varios años, se unió a unos forajidos guiados por el bandido Francisco Villa. Poco después y tras la muerte de Villa, Arango asumió el liderazgo de la banda, adoptando también el nombre de su antiguo líder en su homenaje.
Ya en su nuevo rol, Villa desplegó acciones de bandidaje y cuatrerismo en su territorio natal, así como en los Estados de Chihuahua y Coahuila, siendo en la mayoría de los casos incursiones contra haciendas y dehesas en las que se explotaba en demasía a los pobladores autóctonos.
Debido a lo anterior se fueron uniendo a su grupo un creciente número de individuos contrarios a dichos abusos, lo que a su vez conllevó al surgimiento de un paulatino aprecio a sus acciones en distintas localidades, pueblos y ciudades del norte mexicano.
Primeras improntas
Desde 1876 y con excepción del cuatrienio 1880-1884, México había sido gobernado por el general Porfirio Díaz Mori, quien pretendió reelegirse, por sétima ocasión en 1910. Ello motivó a que el ya referido y acaudalado empresario coahuilense Francisco Madero se opusiera con todo vigor a ello.
Para ello, Madero publicó el pionero libro La sucesión presidencial en 1910 (1908), fundó el Partido Antireeleccionista (1909) y emitió el célebre Plan de San Luis Potosí (1910) en el que incluyó su famoso postulado: Sufragio efectivo, no reelección. Todo lo cual ocasionó que, en la gran mayoría de los estados mexicanos, se conformasen subsedes del Partido Antireeleccionista.
Por lo anterior, a partir del 20 de noviembre de 1910 se inició la Revolución Mexicana bajo la guía de Madero. A través de uno de sus más cercanos amigos, el político Abraham González C., Villa se incorporó a las huestes revolucionarias a los 32 años.
Desde ese momento, Villa mostró un talento innato y una recurrente valentía para las operaciones militares. Fue en 1911 cuando se instaló, junto a Madero, en la hacienda Bustillos (Chihuahua) como cuartel general. Sitio en el que aconteció su ya descrito primer contacto con el costarricense Rogelio Fernández Güell.
Prestigio histórico
Luego de varias victorias contra las tropas del presidente Díaz, el primer triunfo resonante de Villa (ya con el grado de general) acaeció en la decisiva Batalla de Ciudad Juárez (8 al 10 de mayo, 1911), la cual provocó la ulterior renuncia del mandatario (25 de mayo).
Para abril de 1912 y con Madero ya como nuevo presidente de México, Villa ingresó a la División del Norte del Ejército Federal, lo cual le fue nefasto, pues estaba dirigida por el pérfido general Victoriano Huerta M. (enemigo oculto de Madero), quien, tras hostilizarlo por su prestigio, ordenó su fusilamiento por una supuesta insubordinación.
Empero, Madero suspendió dicho acto y Villa fue trasladado a Ciudad de México en junio y recluido en prisión.
Ya en diciembre del mismo año logró fugarse de su cautiverio y viajó a Estados Unidos con la idea de suspender su accionar revolucionario. No obstante, un macabro hecho provocó todo lo contrario: el asesinato del presidente Madero en febrero de 1913 por parte del general Huerta y un grupo de sicarios.
Después de reingresar a México (marzo, 1913), Villa se colocó bajo las órdenes del general Venustiano Carranza G., quien le dio la dirección de la División del Norte del ahora Ejército Constitucionalista. En ese grupo conformó la unidad élite de Los Dorados y se masificó su legendario sobrenombre: el Centauro del Norte.
Traiciones y triunfos
La lucha contra Huerta fue feroz por el resto de 1913 e inicios de 1914, destacando la Batalla de Zacatecas (junio), la cual fue dirigida por Villa e hizo que Huerta renunciase en julio.
Sin embargo, tanto Carranza como el general Álvaro Obregón S., recelaron el prestigio de Villa, lo cual rompería la unidad de la lucha.
En efecto, para agosto de 1914, la relación entre Villa y el binomio Carranza-Obregón se disolvió por insidias de estos contra el Centauro del Norte. Mismas acechanzas que efectuaron contra el Gral. Emiliano Zapata S. y su Ejército Libertador del Sur. Por ello, y después de fracasar un posible arreglo en la Convención de Aguascalientes (octubre), se desató una guerra civil, lo que obligó a Carranza y Obregón a salir de Ciudad de México, la cual fue tomada por Villa y Zapata (diciembre).
En dicha estancia, Villa se sentó en la silla presidencial de México (tomándose una foto en ella), renombró a la antigua Calle de Plateros como Calle Francisco Madero (lo cual permanece así hasta el presente) y se apersonó a su tumba para rendirle un homenaje fúnebre.
Para 1915, las tropas de Carranza y Obregón comenzaron a derrotar a la División de Norte, por lo que Villa se replegó al norte mexicano, en donde también se enfrentó a otros dos jóvenes generales: Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del R. Hasta que en diciembre de ese año ordenó la disolución de su ejército y continuó su lucha desde un esquema semiguerrillero.
Antesala funesta
Para marzo de 1916, Villa protagonizó una de sus acciones más osadas, pues, tras enterarse que Estados Unidos había apoyado a Carranza y Obregón, invadió y destruyó el poblado de Columbus (Nuevo México), por lo que el gobierno de ese país envió un contingente militar, conocido como La Expedición Punitiva, para capturarlo, cuya guía se asignó al general John J. Pershing.
Empero, dicha incursión fue nugatoria, ya que, tras un año de búsqueda, se retiró en 1917 sin resultado alguno, habiendo ofrecido incluso una recompensa de $5.000 por su detención. Mas, como quedó escrito en uno de los informes de sus perseguidores: Villa se encuentra en todas partes y en ninguna.
Por el siguiente trienio, Villa continuó su lucha clandestina contra Carranza (presidente de México desde mayo de 1917), hasta que, tras el homicidio de este último (1920), su sucesor interino, Adolfo de la Huerta M., le ofreció un armisticio, por lo que se retiró a la vida civil en la Hacienda Canutillo (Durango).
Esto no significó el término de los odios que provocaba, lo cual se potenció desde diciembre de 1920 cuando su antiguo y pertinaz enemigo, el general Álvaro Obregón, se convirtió en el nuevo presidente mexicano. El mandatario comenzó a urdir, con el mayor sigilo, un elaborado plan para matar al Centauro del Norte.
El crimen perfecto
Al iniciarse la contienda electoral para 1924, el presidente Obregón le dio su adhesión al general Plutarco E. Calles para sucederlo, mientras que el general Francisco Villa se la otorgó al exgobernante interino Adolfo de la Huerta.
No obstante, conscientes de que, ante cualquier fraude, Villa retomaría la vía militar, Obregón y Calles planearon su asesinato, el cual se asignó, a inicios de 1923, a un grupo conformado por Jesús Salas Barraza (jefe), Melitón Lozoya, José Barraza, Juan López, José Sáenz, Librado Martínez, Román Guerra, José Guerra, Gabriel Chávez, Jesús Herrera y Ruperto Vera. El sitio escogido fue la ciudad chihuahuense de Parral, pues Villa viajaba ahí con frecuencia, alquilando los conspiradores los cuartos superiores 7 y 9 de una casa en la unión de dos calles frente a la plaza de Parral, por donde Villa siempre pasaba.
A las 8 a. m. del viernes 20 de julio, Sáenz se colocó en la acera para que, al divisar el auto de Villa (un Dodge Brothers 1915) y por medio del quite de su sombrero con la mano izquierda o derecha, avisar cuál era el asiento que Villa ocupaba. Esto les permitió saber que venía en el asiento izquierdo delantero manejando y estaba acompañado de su secretario, cuatro escoltas y su chofer.
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De seguido, Lozoya, Librado, Salas y Guerra se colocaron en un ventanal de la casa alquilada, así como Sáenz, Barraza, Guerra y Vera en el otro; para el momento en que Villa frenó para pasar una zanja y tras un grito de ¡Viva Villa! por Sáenz (la otra señal convenida), percutieron una virulenta balacera que mató a casi todos los ocupantes del Dodge, pues solo sobrevivió un escolta.
Finalmente, los asesinos bajaron y se acercaron al automóvil (el cual chocó con un poste telegráfico), donde Salas Barraza le disparó un tiro a Villa en la cabeza. Luego, huyeron en unos caballos.
Inicio de la leyenda
Poco después de los homicidios y tras el estupor inicial, el auto de Villa (con casi 200 tiros en su carrocería) fue remolcado al Hotel Hidalgo. Allí, se colocaron los cadáveres en unos camastros y los doctores Ernesto Quirós y Ernesto Hefter les hicieron la autopsia. Fue cuando se registró que el líder había recibido trece balas expansivas de calibre 30.30 y 30.40.
Posteriormente, su cuerpo fue embalsamado y se moldeó una mascarilla mortuoria de su rostro.
El 21 de julio, después del respectivo oficio religioso, el cadáver de Villa fue sepultado en la tumba 632 del panteón de Dolores (ubicado en Parral). Todos los gastos funerarios fueron costeados por el expresidente interino Adolfo de la Huerta, quien, por su parte, intentó luego rebelarse contra Obregón y Calles, pero ello fue infructuoso. Ya que, tras nuevas jornadas de violencia, Calles accedió al solio presidencial de México en 1924 sin obstáculo alguno.
En 1926, se profanó la tumba de Villa y se sustrajo su calavera, la cual, a pesar de varias pesquisas, nunca pudo ser recuperada, permaneciendo la otra parte de su osamenta en el cementerio de Dolores.
Desde 1938 se inauguró el afamado Monumento a la Revolución Mexicana en la capital de ese país, el cual se reconvirtió en un mausoleo, pues en sus columnas se depositaron los restos óseos de varios revolucionarios, incluido Francisco Madero en 1960. En 1976 y junto a la tumba de Madero, se colocó también la osamenta de Villa, donde se mantiene hasta la actualidad.
Solo resta indicar un aspecto muy particular entre el Centauro del Norte y Costa Rica. Entre 1917 y 1923, vivió en Cartago el militar mexicano Manuel Chao R., amigo personal de Villa, general en la División del Norte y quien regresó a México el 7 de julio de 1923, para reincorporarse al ejército de Villa apenas trece días antes de su muerte. Sin embargo, esto y su vida en Costa Rica son, por supuesto, otra historia.
∗Tomás Federico Arias Castro es profesor de la Cátedra de Historia del Derecho (UCR) e integrante de la Sociedad de Amigos de la Academia Mexicana de Historia.