Ninguna otra época de la historia costarricense, como el decenio final del siglo XIX, brindó tanto interés escultórico y divulgativo en el evento militar más significativo de nuestro país. Estatuas, monumentos, odas, desfiles estudiantiles y conmemoraciones de la derrota filibustera, forman parte de un conjunto de acciones que se llevan a cabo para inmortalizar los episodios bélicos que tenían como enemigo común al invasor norteamericano. El 11 de abril y el 1° de mayo son dos fechas celebradas, de forma regular, por la prensa local de la época. La primera, en honor a la Batalla de Rivas y la figura de Juan Santamaría; la segunda, evocando la rendición de William Walker.
Bronce para el héroe
Si bien es cierto los recuerdos sobre la batalla del 11 de abril, donde quedó perpetuado el tamborcillo alajuelense, se transmitieron oralmente antes que la prensa escrita diaria hiciera su aparición, es con el arribo de los periódicos que esta efeméride adquiere notoriedad entre la población. El acontecimiento que resultó todo un suceso noticioso fue el arribo e instalación de la estatua dedicada al héroe de Rivas, tal como lo reseñara El Ferrocarril (05-03-1891): “JUAN SANTAMARÍA. La estatua de este salvador de la Patria costarricense llegó ayer a la ciudad de Alajuela, cuna de su nacimiento, donde será colocada dentro de poco tiempo, no omitiendo ningún sacrificio para darle la debida solemnidad”.
Para fechas cercanas a la Batalla de Rivas, algunos medios se preguntaban si era el momento de develar la estatua: “¿Se inaugurará, por fin, el once de este mes, la estatua de Juan Santa María? Hasta ahora el Gobierno no ha dictado ninguna medida sobre el particular. Deseamos saber qué hay de eso” (El Heraldo, 06-04-1891). El homenaje al héroe se trasladaría hasta el mes de setiembre para hacerlo coincidir con las fiestas de la independencia patria y con ello darle más realce. Así lo informaba La Prensa Libre (26-08-1891): “Estando al terminarse la formación del parque Juan Santamaría en la ciudad de Alajuela, donde debe colocarse la estatua que para perpetuar la memoria de aquel héroe se ha mandado erigir, el presidente de la República acuerda: Señalar para la inauguración oficial del monumento conmemorativo el día 15 de setiembre próximo”.
A la larga, la develación de la estatua representó un momento de gran efervescencia cívica, incluido un valioso reportaje escrito por el notable poeta Rubén Darío, instalado, para ese entonces, en Costa Rica. La segunda iniciativa de la década de 1890, en honor a los eventos bélicos de 1856-1857, fue la elevación del denominado Monumento Nacional.
Un nuevo homenaje
Cuatro años exactos después de efectuadas las actividades en el parque Juan Santamaría, se realizaba la develación de un monumento en las inmediaciones de la estación ferrocarrilera al atlántico, a un costado del Paseo de las Damas, en pleno corazón capitalino. Ahí se ubicaría el bronce colosal, de origen francés, en honor a las naciones centroamericanas que lucharon contra William Walker a mediados del siglo XIX.
Para 1893, la prensa anunciaba los preparativos del sitio que albergaría la estructura que había ingresado, meses atrás, por Puerto Limón: “En la hermosa plaza de la Estación, donde se levanta el monumento conmemorativo de nuestras glorias nacionales, se proyecta, como anunciamos no hace mucho, formar un magnífico parque. Hemos visto en la Dirección General de Obras Públicas los planos respectivos, y creemos, que, si conforme a ellos se lleva a cabo este parque, será el mejor de Centroamérica, no solo por su extensión y belleza, sino por su envidiable posición (El Heraldo, 10-06-1893).
Para fines de ese año, la prensa informaba de la siembra de “grandes y bellos árboles” y de la nivelación de los terrenos situados en las proximidades de la terminal ferroviaria. A pesar de los avances señalados, el Monumento Nacional, que a su vez dio paso a la creación del Parque Nacional, se inauguró hasta el 15 de setiembre del 1895, siendo presidente de la República, Rafael Iglesias Castro, en medio de un ambiente festivo, donde los discursos en torno al éxito de la Costa Rica liberal, heredera de las luchas del pasado contra los invasores filibusteros, asumía protagonismo. William Walker, representante de los intereses más ajenos a la idiosincrasia costarricense, constituía el elemento articulador de las alocuciones que recordaban a los héroes centroamericanos que le enfrentaron.
El tercer mecanismo utilizado para reforzar las memorias de la Campaña Nacional fue la celebración de la rendición de Walker, el 1° de mayo de 1857, en las crónicas de los periódicos locales.
Día de la capitulación del filibustero
En una disertación bastante frecuente en la prensa finisecular, La República (03-05-1891) manifestaba lo siguiente: “El primero de este mes fue aniversario de uno de los días más faustos y gloriosos para Costa Rica. Nos referimos al de la rendición de William Walker, el audaz filibustero que intentó despojar a Centroamérica de su independencia y autonomía”. Años después, el editor de La Prensa Libre (01-05-1895), se expresaba en la misma dirección: “Hoy es un día declarado feriado, según disposición de uno de nuestros congresos, en memoria de haberse firmado en tal día la rendición del filibustero Walker”.
Estas alusiones regulares al invasor que enfrentó Costa Rica, reflejan el interés de las autoridades políticas liberales por convertir la Campaña Nacional, en un rasgo distintivo del pasado costarricense. En este punto, el papel de los medios de prensa fue fundamental al reseñar, una y otra vez, el especial significado que, para los costarricenses y centroamericanos, tenía la derrota de Walker y sus hombres.
La suma de los bronces dedicados al Erizo y las naciones del istmo que lucharon contra los invasores filibusteros, junto a la crónica editorial que recordaba la capitulación de William Walker, se movían los intereses de quienes convirtieron la recuperación del pasado, en un acto ceremonial, un ritual cívico.
El autor es coordinador del Programa de Estudios Generales en la UNED y profesor asociado de la Escuela de Estudios Generales en la UCR.