Comerse un mango o un helado sentado en un parque. Ese es uno de los pequeños grandes sueños que acarició durante años de prisión Jhon Jairo Velásquez Vásquez, el temible y nefasto Popeye, quien asesinó directamente a unas 300 personas y orquestó la aniquilación de otras 3.000 durante la guerra del narcotráfico en Colombia en los años 80.
Tras cumplir 22 años de cárcel, el tenebroso y locuaz asesino, quien creció en Medellín y desde los 18 años se vinculó con el crimen, fue liberado este martes, un hecho que volvió a poner en la palestra al siniestro pero a la vez “fascinante” personaje, como lo califican muchos juristas y hasta periodistas que han tenido acceso a él durante las últimas décadas, pues hay un consenso total en cuanto a que el delincuente es básicamente un genio –cualidad que utilizó como ente maligno durante sus años de sicariato– dueño de una retórica impresionante y memoria prodigiosa.
La dicotomía de su personalidad y de su historia, por supuesto, divide a Colombia y también a Latinoamérica, pues muchos familiares de las víctimas y buena parte de la población civil jamás podrán olvidar o perdonar.
Y es que, como lo ha confesado el mismo Popeye en entrevistas, en su libro El verdadero Pablo, sangre, traición y muerte o en la serie documental Las confesiones de Popeye (disponible en YouTube), en su rol en el Cartel de Medellín ejecutó órdenes que van de lo banal a lo más espeluznante –desde cómo estalló el avión de Avianca con 110 pasajeros hasta cómo orquestó el crimen del candidato Luis Carlos Galán, por decir lo menos–.
Sin embargo, Popeye no solo parece haber nacido predispuesto para la violencia más inaudita, sino también para las situaciones más increíbles.
Por ejemplo, en un giro casi rocambolesco, hoy muchas de sus víctimas son quienes defienden su excarcelación y, en cambio, los familiares del mismísimo Escobar, el hombre por quien Popeye daba su vida, conforman la legión de sus enemigos acérrimos.
Esta semana sorprendieron, por ejemplo, las declaraciones nada menos que de Juan Manuel Galán, el hijo mayor del siniestrado excandidato, quien en esta coyuntura prácticamente defendió la liberación de Velásquez, según le confesó a la agencia AP: “ Popeye fue condenado por el asesinato de mi papá gracias a su propia confesión. Si él no hubiera confesado ante la justicia, seguramente esta habría tenido dificultades en procesarlo y condenarlo (...) además, él fue un testigo clave para que en el 2011 se lograra la condena del exministro y exsenador Alberto Santofimio Botero como instigador intelectual del crimen” . Otro perdón que parece inconcebible fue el que le otorgó Andrés Pastrana, quien estuvo secuestrado y a punto de morir bajo la tutela de Popeye. Luego, se convertiría en presidente de Colombia. “La verdad es que Popeye a mí me pidió perdón, hubo reconciliación y hubo perdón por parte de él; él nos pidió perdón a mí y a mi familia ” , declaró Pastrana a la AP.
En cambio, la familia de Escobar lo considera un traidor al tiempo que Popeye ha disparado toda clase de acusaciones contra ellos, por “hipócritas” y “desleales”.
“Yo fui leal con Pablo Escobar. Cuando Pablo valía 10 millones de dólares para el Cartel de Cali y 15 millones de dólares para la embajada americana, yo nunca lo traicioné, yo fui leal con él. Ahorita, desleal conmigo es la familia de él. Hace poquito entrevistaron al tal Sebastián Marroquín (Juan Pablo Escobar, quien adquirió una nueva identidad en Argentina) el hijo de Pablo que torturaba y mataba gente con nosotros, siendo un niño, porque el patrón lo estaba raqueando como bandido. Y ahora vino y enredó al hijo de Galán y al hijo de Lara Bonilla y vino a pedirles perdón (...) Resulta que ellos (la familia de Pablo) están bregando a rencauchar otra vez en la sociedad colombiana porque ya nuestros enemigos murieron y ellos quieren recuperar unas propiedades de 6 y 7 mil millones de pesos que tienen en Medellín. Entonces Juan Pablo viene a enredar a las familias de Galán y Lara Bonilla. Yo les acabo de mandar sendas cartas a ellos dos”, dijo Velásquez en una entrevista con la periodista colombiana Virginia Mayer , en diciembre del 2012.
Sin duda, uno de los entrevistadores que tiene una visión de primera mano sobre Jhon Jairo es Rafael Poveda , realizador de Las confesiones de Popeye , quien habló sobre el tema largo y tendido, con La Nación , en mayo del 2013.
“Mi premisa cuando voy a entrevistar a alguien es que no soy ni Dios ni juez; mi intención es hacer las preguntas oportunas en el momento adecuado y, ante todo, siempre con mucho respeto. Lo mío no es establecer una guerra entre el periodista y el entrevistado; creo que por eso Popeye, a quien he entrevistado unas siete veces, se sintió cómodo desde el principio, tuvo la confianza y se sintió dispuesto a contar cosas que no le había dicho a nadie”, contó el periodista.
En aquel momento, Poveda confesó que “Popeye es un tipo que impresiona siempre”, pues debe convivir con el hecho de haber torturado y quitado la vida a tanta gente, y por el otro, lograr dormir tranquilo. “El razona que eso fue lo que le tocó vivir y que ahora su realidad es otra... También es impresionante la memoria que tiene; en varias ocasiones, ha repetido sus historias y siempre cuenta todo igual. Además, su lenguaje corporal, su vocabulario, la jerga que utiliza, es un contador de historias impresionante...”.
Como ha ocurrido con medios como Semana , que lo entrevistaron después, el comunicador afirma que entre lo que más le impactó de todos sus conversatorios, es la forma en que cuenta cuando mataron a tal viejita porque “tocaba” y una de las historias más conocidas, la de una amante de Escobar a la que obligaron a hacerse un aborto. Popeye después se enamoró de la misma muchacha y tuvo que matarla por orden de Escobar.
La pregunta del millón... ¿qué piensa Poveda de Popeye? “Yo tengo que decirle que yo le creo a Popeye. Siento que ha sido totalmente honesto al contarme su historia. También tengo claro y presente que al fin y al cabo es un criminal que hizo parte del Cartel de Medellín, que le hizo horrores al país y que, a pesar de que quizá es el personaje más interesante que he entrevistado en 25 años de carrera, no quiere decir que cuando salga yo voy a ir a tomarme un trago con él cada ocho días”.
La libertad ¿o la muerte?
El caso es que con la liberación de Jhon Jairo, las hipótesis sobre lo que puede ocurrir ahora son inquietantes... especialmente para el propio Popeye, quien ha afirmado abiertamente que tendrá que esconderse “bajo las piedras” porque sabe que, a pesar del paso de los años, tiene demasiados enemigos afuera, empezando por miembros “retirados” de los carteles que estuvieron en pugna con el suyo, el de Medellín, amén de otros que podrían querer cobrarle el hecho de haberles dejado en evidencia ante la justicia y la opinión pública.
Este martes, en horas de la noche, Popeye abandonó el penal de alta seguridad del municipio de Cómbita, en el departamento de Boyacá; salió escondido en un carro no oficial, por la parte trasera, con lo que logró evadir a las decenas de periodistas que esperaban afuera. Velásquez, recluido por segunda vez desde el 8 de octubre de 1992, completó 22 de su condena de 26 años y tuvo buen comportamiento, lo que según las leyes colombianas le permitió beneficiarse de la libertad condicional, atada al pago de una fianza de 9 millones de pesos ($4.657) y a un período de prueba de excelente conducta.
Tendrá que reportarse con las autoridades y no podrá salir del país los próximos cuatro años.
Ante las protestas y la incomprensión de muchos a raíz de la medida, expertos han salido a explicar que se trata de una cuestión de ley.
Paradójicamente, Popeye, de 52 años, no sabe si celebrar o temer su liberación. En una entrevista con la revista mexicana Proceso en febrero de 2013 calculó tener un 80% de posibilidades de que lo mataran apenas saliera de la cárcel.
Desmenuzando un poco más el extenso prontuario criminal de Jhon Jairo, hay que decir que, por encargo de Escobar, Popeye disparó o coordinó las emboscadas contra diferentes líderes colombianos que le resultaban incómodos al jefe del Cartel de Medellín, abatido por la policía en 1993. A su paso cayeron caciques políticos, magistrados, periodistas y policías.
Uno de los hechos más infames su a cargo fue planear la explosión en el aire del vuelo 203 de Avianca, en 1989. El Cartel de Medellín dio la orden de volarlo porque creía que a bordo viajaba César Gaviria, para entonces candidato presidencial y sucesor de las ideas de Galán.
Justamente Federico Arellano, hijo del tenor Gerardo Arellano, quien viajaba en aquel vuelo, fue uno de los que más férreamente se opuso a la liberación del sicario.
El abogado –especialista en derechos humanos y presidente de la Fundación Colombia con Memoria– dijo que Popeye no ha cumplido el tiempo para pedir su libertad y que “si llega a salir es una burla para el estado y una bofetada para las víctimas”. Obviamente, la petición de Arellano cayó en saco roto.
Y como casi todo lo que tiene que ver con Popeye es surrealista, ya libre, desde donde quiera que se encuentre se las ha ingeniado para alimentar una cuenta de Facebook que un grupo de apoyo abrió para él y a la que se llega como “Jhon Jairo Velásquez Vásquez Pope el Berraco”. El estatus es “Figura pública”. Ya Popeye ha “posteado” uno que otro mensaje, como “No debemos tener personas como Popeye, sino como James Rodríguez, Falcao García y Nairo Quintana”. Y ahí mismo recibe apoyo de gente que dice creer en su capacidad de redención, y hasta le desea que ya pueda ir cumpliendo esos pequeños grandes sueños que en tantos años de cárcel lo fueron todo para un hombre que, décadas atrás, junto a su Patrón, amasó millonadas de dólares.
Y es que aparte del mango y el helado, Popeye también hablaba, mientras estaba en prisión, del antojo que tenía por comerse una manzana verde. Que se la coma tranquilo, esa es otra historia.