Manda a decir la Real Academia Española que ya no se debe escribir guión sino guion, sin tilde. Yo que siempre me he jactado de tener buena ortografía (valga la redundancia, porque ortografía significa correcta grafía), ahora me siento como esa gente algo mayor que tilda fué o dió porque así se lo enseñó la Niña Pochita, perdón, la niña Pochita, pues tampoco llevarán mayúsculas ni el mismísimo rey, ni el papa.
Yo que me jactaba –decía– he aprendido una sempiterna lección: que jactarse de escribir bien es tan absurdo como jactarse de tener pestañas rizadas. Después de años de vivir ceñida a la RAE me siento como san Pablo cuando vio la luz y se cayó del caballo, sólo que al revés: he dejado de creer. Ahora entiendo a esa gente que no sabe si se escribe indiosincrasia o idiosincracia y además no le importa, porque lo único que le preocupa es que llegue el mensaje que intenta transmitir.
Mi mano en un gesto automático sigue poniendo tilde en la palabra guion y tener que borrarla cada vez ha hecho que ese asunto de la ortografía me resulte ahora gratuito y paródico. Al fin entiendo la cara desmoralizada que me ponen los alumnos de guion audiovisual cuando después de leer las escenas extraordinarias que habían soñado y transcrito al papel yo les digo, para empezar: “Este éste se tilda”. Es como enviar una desgarrada carta de amor al hombre de tu vida y que te responda: “Ennamorada no lleva doble ene”.
Oh paradoja, encima los cambios propuestos por la Academia buscan la simplicidad de la ortografía, en un afán por hacerla una lengua universal, de fácil acceso. Es decir, buscan granjearse las simpatías de quienes jamás se ocuparon de la ortografía y a quienes no es que les dé igual la nueva normativa, sino que la ignoran por completo. En cambio han sacado roncha en quienes no publicamos una línea sin antes consultar qué dice el mataburros.
Por todo esto empieza uno a hacerse preguntas que mejor nunca se hiciera, como quiénes son esos señores de la Academia y quién dice que hay que hacerles caso. Además, ¿cómo que “Real” Academia? Eso será para los españoles que son monárquicos. Aquí somos una república, lo cual quiere decir que durante décadas en lugar de estarle viendo las caras a un príncipe y una princesa bien parecidos, se las vamos a ver a dos hermanos muy parecidos.
La exaltación es peligrosa y me he puesto yo esta mañana patriotica sin tilde, porque quiero escribirlo así, porque mínimo cuatro millones de personas entienden lo que quiero decir. Además creo que ya va siendo hora de que entre mae en el diccionario, y ya puestos, propongo que se escriba mahe, con hache intercalada, lo cual explicaría por qué algunos lo pronuncian mage.
Lo bueno de todo esto es que las viejas formas autoritarias están declinando. A la Academia de la Lengua le está pasando como a la Iglesia Romana, se le están cayendo las mayúsculas. Salió el papa de turno a decir: “Bueno, sí se puede usar condón en algunas ocasiones” y no hizo más que poner de manifiesto lo rancio y decadente de la institución que representa. Decían antes: “La letra con sangre entra”. La letra entró con sangre y por eso ahora las tildes salen señalando el cielo con el dedo corazón.
Adiós, tildes, adios.