“Tres veces el círculo has de trazar, para los espíritus malignos así echar. De toque gentil y suave mirada, mucho escucha, habla nada... Camina en deosil al crecer la luna, cantando a las brujas de la runa; si la luna es nueva, de la señora dos veces la mano besarás ahora...”
Recita el sumo sacerdote de forma solemne, mientras seis sujetos vestidos, con túnicas negras, deambulan en pasos simétricos alrededor de un altar en el que hay un caldero a fuego lento, una copa de vino, una daga y el libro de las sombras, un “cuaderno sagrado” que contiene hechizos y conjuros...
El ritual se hace en la noche oscura, carente de estrellas, buscando contacto con la diosa luna y con “los elementales”, espíritus que representan el agua, la tierra, el viento y el fuego.
Quienes lo practican se confiesan hechiceros seguidores del
Vestido con una toga púrpura y una capa anaranjanda, el sumo sacerdote se llama
El hechicero explica que el ritual realizado busca capturar, en cuatro velas negras, las malas energías que abrazan la ciudad de San José, para luego enterrarlas y que la Madre Tierra las transforme y distribuya en forma de
Los
Entre las participantes en el ritual, destaca Victoria Solano, una operaria de
Victoria cuenta que lleva la magia en la sangre, pues es hija de una bruja, una de esas mujeres de pueblo que hacen sortilegios e idean místicos aguizotes, tal cual las describía Carlos Salazar Herrera en sus
La bruja se llama Victoria Sandoval y vive en una casa de espanto en Paso Ancho... Todos los chiquillos del barrio rehúyen el aposento, el cual parece sacado de un cuento de hadas convertido al terror, al estilo de
Pero la bruja es buena gente, al igual que los
Narra que puede leer pensamientos, adivinar el futuro con una bola de cristal y comunicarse con los espíritus, así como preparar brebajes para limpiar tanto el espíritu como el cuerpo.
Su conocimiento, relata la mujer de cabellos largos despeinados y carnes gruesas, lo heredó de sus abuelos, quienes a su vez lo recibieron de sus ancestros, indígenas de etnia cabécar.
Ellos eran
Todavía existen muchos. Uno de ellos es don Francisco Rodríguez, hombre de 79 años de la etnia ngöbe, que reside en La Casona, en el territorio indígena de Coto Brus, al sur del país.
Lleva más de 25 años practicando el arte de la curación y sostiene que, para alejar los malos espíritus, es necesario escuchar a la Madre Tierra y trabajar con lo que esta proporciona.
Al igual que los
En el barrio Corpus Christi, en Paso Ancho sur, hay una casa de madera gastada casi casi por el comején... es de color celeste desgastado, y tiene aspecto tétrico y aire fantasmagórico.
Un enorme palo de cas, situado en el jardín de la vivienda, termina de darle el toque misterioso pues parece que el árbol se fusiona en simbiosis con la estructura. Dicen las malas lenguas que allí vive una bruja... Y en este caso, las malas lenguas acertaron.
Victoria Sandoval relata que lo de la brujería es algo con lo que se nace, pero que se puede perfeccionar con la reflexión y la práctica, así como con la comunicación con los elementos naturales.
Aunque utiliza plantas y aceites para preparar brebajes y pociones, asegura que su poder ha alcanzado ya tal nivel, que puede hacer cosas solo con el pensamiento: transmitir energía y leer la mente, por ejemplo.
Sus brujerías, asegura, siempre son certeras, aunque todas ellas podrían explicarse como puras casualidades.
“No se trata de decir ‘abracadabra’. La magia es algo cotidiano, se lleva dentro, los espíritus no es que me hablan al oído, sino que se manifiestan por medio de intuiciones, de cosas que percibo”, cuenta la bruja, quien, en su juventud, estudió diez años de teología en un centro privado.
La casa no tiene cielo raso y los muebles aparentan ser más viejos que su dueña, quien acumula 47 calendarios a su haber.
No le gusta invertir dinero en la vivienda y nunca le ha hecho reparación alguna, como tampoco lo hizo su madre, anterior propietaria del inmueble. “Lo material se va, no es importante; lo que cuenta es el espíritu”, dice.
Otras de las cosas que también se prohibe es cobrar por sus servicios; de hecho, por lo general ni los ofrece.
Pese a ello, sumerge su índice en un frasquito y luego coloca su dedo en mi muñeca; “es para que la vaya bien en el amor”, me dice convencida de estarme haciendo un favor.
La bruja resalta la necesidad de estar “en comunión con la naturaleza”, de ahí lo indispensable del árbol de cas, que le permite “sentir” los espíritus.
Ese mismo respeto y devoción por la naturaleza son los que profesan los chamanes indígenas, de quienes Victoria –por medio de sus abuelos– adoptó los conocimientos mágicos.
Isidora Ortiz es hija de padre bribri y madre cabécar; pertenece al clan Kebeglowa y, a sus 83 años, es una de las mujeres más sabias y conocedoras de las tradiciones indígenas de Buenos Aires, Puntarenas.
Nos recibió en su casa, ubicada en el pueblo de Ujarrás y allí nos contó acerca de los
“Ellos son grandes conocedores de las plantas, usan medicina para hacer el bien”, relata.
Pero, para todo
Se trata de gente de “corazón duro”, precisa Isidora, que no sabe hacer uso responsable de la magia y de los poderes sobrenaturales. “Los
Los
Ningún médico supo darle respuestas y solo un
Los
En el caso de los ngöbes, los
Francisco Rodríguez es uno de ellos. En su rancho tiene cultivos de plantas medicinales que utiliza en sus hechizos.
Posee, además, unas maracas con las cuales realiza las
Otro de los ritos que practica es la quema de nidos de comején. Al fuego se le echan además hierbas y chile picante. El curandero subraya que el humo espanta los malos espíritus.
Comprometidos con la naturaleza, otra de las tradiciones indígenas es enterrar la placenta luego de los embarazos.
La partera de la etnia brunca, Victoria González, explica que dicho ritual le da fuerza al recién nacido y lo protege de males y enfermedades venideras.
“Lo devolvemos a la tierra porque nosotros somos tierra, hay cosas espirituales nuestras que los
Esa misma “comunión con la tierra” la buscan aplicar los
La lluvia, el sol y demás elementos naturales son también vitales en su doctrina.
“Reconocemos ambos mundos, el exterior y el interior, algunas veces conocido como el mundo espiritual, y vemos, en la interacción de estas dos dimensiones, la base para los fenómenos paranormales y para el ejercicio de la magia”, versa el quinto principio de los
Estos paganos además realizan ceremonias de “unión de manos” (matrimonio) y de “bendición del recién nacido”.
Sus integrantes se atribuyen poderes mágicos que, según dicen, han adquirido por medio del estudio: mucha lectura, análisis e interpretación. No obstante, reconocen que la brujería la puede practicar cualquiera.
“Es como pelear: cualquiera puede pelear, pero si te entrenás y aprendés artes marciales, vas a pelear mejor y vas a obtener mejores resultados”, razona Emanuel Herrera, quien además es cinta azul en
Herrera, cuyo nombre
Él encontró en el
Al igual que él, unas 1.000 personas en Costa Rica adoptaron este credo.
Pese a que hay
Acuña tiene un programa informático para leer las cartas del tarot, por lo que reconoce la magia de las nuevas tecnologías.
La doctrina
Braulio Cordero y David Álvarez contrajeron “matrimonio
Aunque, por su código de ética, estos hechiceros tienen prohibido realizar magia que dañe a otros, sí hacen encantamientos para buscar beneficios; por ejemplo, para ascender en el trabajo.
Conocen acerca de
Sus creencias son que las buenas y las malas acciones se devuelven tres veces.
Empero, afirman que en la calle hay brujos malos y sin experiencia, que pueden lanzar maleficios sin conocer las consecuencias de estos y que tales hechizos pueden poner en aprietos a cualquiera, pese a que la “víctima” considere que la magia es pura charlatanería.