Javier Porras y Yolanda Rivas tienen relaciones sexuales al menos una vez a la semana. Así lo confiesan, sin malicia, rodeos, ni risas tímidas.
Hace 39 años, cuando estaban recién casados, la frecuencia de sus encuentros íntimos era de uno o dos por día.
Aunque la cifra ha disminuido considerablemente, el ingrediente sexual se mantiene presente en la vida de estos sexagenarios.
“La sexualidad no tiene edad, es parte de nuestras vidas, siempre lo ha sido y siempre lo será”.
Lo dice Javier, un herediano de 64 años de edad, contabilista jubilado, ahora dedicado a escribir poemas.
Hace más de 10 años, comenzó a revisarse periódicamente donde el urólogo. Tenía miedo de que un problema en la próstata hiciera mella en su libido. No fue así.
Yolanda, de 62 años, se dedicó a criar a sus dos hijas. Hace 20 años quedó estéril por un embarazo ectópico. En aquel momento, temió que aquello pudiera afectar su deseo sexual. Sin embargo, eso no ocurrió, para fortuna de ambos. Ahora es menopáusica, pero no ha perdido ese apetito.
Hoy, él y ella están en la cama, bajo las sábanas, mientras la cámara captura un asomo de un encuentro íntimo. Ellos saben que no cualquier pareja habría accedido a participar en la sesión, más aún por el hecho de que están a punto de convertirse en adultos mayores... una etapa que atemoriza a muchos. A ellos no.
El tema del sexo no es frecuente en las conversaciones de sus amigos contemporáneos. Algunos ya dejaron la intimidad en el olvido, otros... no se sabe, porque no hablan al respecto.
Es un tema en torno al cual abundan los tabúes; si no, que lo diga Irene Gómez, de 70 años.
No hace mucho, cada vez que quería salir con su novio, debía hacerlo a escondidas. Era mejor que nadie se enterara en su casa. ¿Qué irían a pensar sus hijos de que una viuda tuviera una relación amorosa?
La necesidad de mentir le provocaba dolor de conciencia, pero era la única forma de tener un noviazgo. Cuando iba a las citas, inventaba que salía a una reunión; al regresar con un arreglo floral, decía que se lo ganó en una rifa, y cuando él la llamaba por teléfono, ella disimulaba la plática.
Afortunadamente, esos tiempos son historia. Los diez hijos de Irene están más que enterados de que tiene un novio llamado Jesús.Ya nadie tiene oculta la realidad que los une en el amor.
Ella tiene 70 y él, 80; en setiembre cumplirán dos décadas de estar juntos, aunque nunca han vivido bajo el mismo techo.
Los años y las canas se han sumado a la causa, pero el sexo no ha dejado de ser parte de su relación de pareja. Ella no tiene problema para contarlo en voz alta, está orgullosa de mantenerse sexualmente activa y de recibir de su novio lo mismo que ella le ofrece.
“Uno lo disfruta mucho, es un elemento natural de la relación; el amor hay que alimentarlo. Si la persona que yo amo me da una miradita, me acaricia o me dice palabras cariñosas, yo ya siento algo... Otras veces, es uno mismo el que lo insinúa para que se dé”.
Algunos días, la acción sucede en la recámara de alguno de los dos. Otras veces emprenden un viaje a una cabaña, donde tiene lugar otro viaje. Allí, basta la privacidad para que el fuego se encienda.
En Costa Rica, a los 65 años de edad, se recibe la tarjeta de ciudadano de oro y, a nivel demográfico, se entra en la categoría de “adulto mayor”. Llegan así los descuentos en los cines y las filas especiales en los bancos solo por desenfundar la tarjeta plástica.
Sin embargo, la misma clasificación etaria también se relaciona con mitos y estereotipos sobre la (in)actividad sexual.
Es un tema que quizás los hijos y nietos prefieren evadir, o simplemente asumen que ya el sexo no forma parte de la realidad de sus padres o abuelos. No obstante, los números respaldan el hecho de que la vejez puede acompañarse de vida sexual.
Los datos de una encuesta realizada en el 2009 por el Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (Idespo-UNA) a 563 adultos mayores costarricenses, no dejan lugar a la duda. Solo el 38% de los encuestados aseguró nunca tener relaciones sexuales, según el estudio, titulado “Percepción de la persona adulta mayor sobre sí misma y su situación: un estudio desde el enfoque de derechos”, .
Del mismo documento se desprende que el 51% de los adultos mayores consultados rechaza la afirmación de que la persona adulta mayor es asexual; al tiempo que un 30% dijo estar de acuerdo con esa percepción.
Irene piensa como la mayoría. Con siete décadas de vida, asegura que su vida sexual placentera comenzó hasta hace 20 años.
Esta herediana se casó a los 15 años de edad y a los 20 ya había tenido cinco embarazos. A los 33 se operó para “cerrar la fábrica” y ya tenía diez retoños. Ahora vive su segundo capítulo en el amor.
“Al principio fuimos ‘gatos’ para esconderlo. Yo no entiendo por qué hay tabúes para el adulto mayor en materia de sexualidad. Uno sigue estando vivo aunque enviude o la hayan dejado.
“A veces caigo mal por ser tan abierta, pero me incomodan los mojigatos”.
En su caso, la atracción comienza por unos zapatos limpios. Don Jesús sabe que a ella le gusta vérselos bien lustrados y, entonces, cepillarlos bien se convierte en una táctica de coqueteo. Pasan los minutos y el deseo empieza a crecer, hasta que la pasión se apropia del cuarto.
“A veces él me dice que está cansado, pero a la hora de la hora, ni eso afecta. No hay por qué tapar la realidad, las cosas se deben decir como son y el sexo es una muestra más de amor hacia la persona con la que uno comparte sentimientos”, dice Irene, cuya cara se adorna con más arrugas cuando sonríe.
¿Por qué habla tan abiertamente sobre el tema? Quiere ser un ejemplo para sus contemporáneas, dice. Su recomendación es que las mujeres solas “levanten los bloqueos internos y se dejen enamorar”.
En su caso, los cambios físicos que llegaron con la edad, no han afectado su vida íntima. Prefiere mantener en secreto la frecuencia de los encuentos sexuales con su pareja, pero sí afirma que se dan “cada vez que la situación se presta para que suceda”.
Él y ella viven en sus respectivas casas, mas eso no interfiere en los encuentros. “Hay días en los que siento muchas ganas de besarlo y abrazarlo, y por dicha, puedo hacerlo con confianza”.
Maribel León es especialista en gerontología y coordinadora del Programa de Atención Integral de la Persona Adulta Mayor (Paipam). La investigadora asegura que la concepción de las relaciones sexuales, así como su práctica, varía considerablemente cuando arriba la tercera edad.
León afirma, por ejemplo, que la sexualidad pasa de ser una práctica coital a ser una integral, donde no hay juegos de dominio sino de solidaridad y cooperación en la pareja.
La dinámica deja de ser tan falocéntrica (el énfasis puesto en la erección y la penetración) y concede mayor importancia a las caricias, los gestos de cariño y las fantasías sexuales para lograr placer.
Para sorpresa de muchos, la masturbación y los juguetes sexuales tampoco tienen por qué excluirse en la tercera edad. Así lo confirmó un grupo de adultos mayores consultados para la tesis de León, titulada “La sexualidad desde la representación social de las personas adultas”.
“Ellos (los adultos mayores) están ansiosos por recibir talleres de sexualidad, algo que tal vez no tuvieron a su alcance antes. Por eso fue que muchos mitos se perpetuaron”, comenta.
Uno de ellos es conocido como el “síndrome de la viudez”. Postula que la mujer concluye su vida sexual al fallecer su cónyugue, por la creencia patriarcal de que la mujer es solo para el hombre con el que estuvo casada.
Cuando se acaba el ciclo reproductivo, con la menopausia, algunas mujeres también lo asumen como el final de su vida sexual. A otras, más bien, esta nueva etapa les depara mayor placer, pues pueden tener relaciones sexuales sin la angustia o el miedo de un embarazo.
En la Universidad Nacional se imparten talleres de sexualidad para adultos mayores. “No son clases de cómo tener relaciones, sino de información para instruir sobre la sexualidad. Esta es una población a la que generalmente no se le dan enseñanzas de sexualidad. Por eso, el adulto mayor está contagiándose de VIH y busca en la masturbación su única posibilidad de placer”.
En la tercera edad, tal vez la “maquinaria” ya no funcione como antes pero, según los expertos, los resultados pueden ser iguales o hasta mejores si se saben aprovechar los cambios que vienen con los años.
Mariela Flores, una herediana de 71 años, se confiesa liberal y asevera que el sexo está en la cabeza, por lo que no hay una edad específica para practicarlo.
“Es una crueldad querer castrar al adulto mayor en ese aspecto. Uno no tiene que archivar el sexo en su vida... por mayor que esté, no es algo que se vuelva obsoleto”, opina tajantemente.
Hace cinco años, murió su primer y único marido, de quien se había divorciado años atrás, mas su vida sexual continuó tras la separación. Ha tenido varios novios a los que cataloga de “esporádicos” y los presenta en su casa como tales. “Es saludable practicar el sexo con amor y, más aún, reconocerlo abiertamente”.
Entre sus amistades, el tópico no ha dejado de ser un tabú.. “La religión interfiere en la forma de pensar de la gente y provoca mitos sobre el sexo”, reclama, tras pedir que dicha frase no se excluya de su testimomio.
Pasados los 70 años, todavía culpa a su educación de niña que solo le hayan contado el cuento de que la cigueña le traía los bebés a los papás.
Ese “cuento chino” fue su único acercamiento al sexo antes de llegar a la universidad; pero hasta entonces descubrió que solo era un invento para evitar llamar a las cosas por su nombre.
Ahora, afirma, pone los pies sobre la tierra cuando va a comenzar una relación afectiva, pues tiene claro que existen ciertas limitaciones sexuales asociadas a su edad. Pronto viajará a Europa, donde tiene un pretendiente. Cuando habla de él, de su boca se escapa una sonrisa que abre puntos suspensivos.
“Los juegos sexuales del adulto mayor deben ir acorde a su edad; no son como los de los jóvenes. Si uno está con un contemporáneo, se siente tranquila, pues sabe que los dos estamos viviendo la misma realidad y hay limitantes, como el cansancio. Todas las edades tienen su encanto”.
Lejos de perder las ganas, las canas pueden favorecer el deseo sexual, aunque este se viva de una forma diferente.
Margarita Murillo, psicóloga especializada en investigación y sexualidad afirma que, al acercarse a los 60 años, el humano vive una “edad de oro” en el plano sexual. La especialista además asegura que no es necesario recurrir a medicamentos para lograr la satisfacción, y que la tarea básica es “permitirse disfrutar y vivir la sexualidad”.
Es un grave error pensar que la sexualidad termina con el ciclo reproductivo. “En el fondo, el deseo sexual es un vínculo humano; debe haber una conexión de lo erótico, lo afectivo y lo espiritual. La energía sexual está más allá de los genitales, y las personas deben aprender a excitarse y a estimularse de otras formas”.
Con la edad también llega la verguenza por los cambios físicos, la angustia por la reducción en la potencia sexual y el manejo erróneo de algunas emociones.
“Lo que está mal es dejarse afectar por esos factores”, comenta Murillo.
El sexo es fuente de juventud por la producción de endorfinas. Esto favorece a la salud en general, retarda la aparición de las arrugas y favorece el color del cutis, por citar solo tres ejemplos de los beneficios que tiene una vida sexual activa.
¿Quién creería que una persona de 90 años puede tener orgasmos? ¿Cómo lograrlo? Murillo afirma que la persona mayor que trabaja en vencer prejuicios, temores y angustias, ya tiene un 50% del camino andado. “Las complicaciones físicas son lo de menos”, agrega.
¿Y hasta cuándo serán sexualmente activos?
Mariela Flores, siempre risueña, responde sin titubeos: “Pues hasta el fin de mis días”.