Genio DEL ENGAÑO, eso fue Frank W. Abagnale cuando ni siquiera había cumplido los 20 años. Fue un timador insigne, brillante y atrevido, lo que le permitió hacerse de millones de dólares con cheques y documentos falsos. Su vida de truhán y de bandido moderno la publicó él en 1980, para narrar la historia del delincuente más buscado del mundo.
Ese fragor bandolero, bien expresado en su autobiografía, es el que ahora da pie a una agitada y elegante película dirigida por Steven Spielberg con el título de Atrápame si puedes (2002), derivado del de la autobiografía: Atrápame si puedes: la sorprendente historia del mentiroso más extraordinario del mundo.
Poco después de publicado el libro, los listos de Hollywood vieron allí un buen tema fílmico, lo que se alimentó cuando Leonardo di Caprio expresó su interés por encarnar a Abagnale, desde la precocidad de su bandidaje. Fue cuando le dieron el filme al director Gore Verbinski (el de El aro, actualmente en cartelera).
Sin embargo, el rodaje se suspendió por temor a una posible huelga de actores. Pasada la tormenta, le ofrecieron la cinta al director sueco Lasse Hallström, pero renunció. En este momento, el propio socio de los estudios productores DreamWorks, Steven Spielberg, anunció que él se haría cargo de la filmación.
Así comenzaron a ponerse en imágenes las pillerías de Frank Abagnale desde 1964 hasta 1974, desde su adolescencia en Nueva Jersey hasta convertirse en uno de los diez hombres más buscados por la ley. Para que interpretara al policía que persiguió y capturó a Abagnale, al agente del FBI Carl Hanratty, fue contratado el actor Tom Hanks.
Di Caprio y Hanks se encargaron de darle cuerpo, intensidad, drama y hasta simpatía a unos de los más logrados juegos entre el gato y el ratón que hayamos visto en cine, donde el pillo siempre va un paso adelante, o medio paso, pero lo suficiente para retar al detective a que continúe con la persecución, lo que determina la valiosa fluidez del argumento y la agudeza de la puesta en escena de Spielberg.
Con ese ritmo dinámico, con ese tono intenso, con esas actuaciones excelentes (incluida la de Christopher Walken, como el padre de Abagnale), con sus puntos de giro en la trama, uno es atrapado por la película y no es sino hasta el final que nos percatamos de algo: que hemos estado ante un filme muy bueno, en los límites de la obra perfecta.
Ahora lo que queda por saber es con cuánta facilidad logró Abagnale sacarle dinero a Hollywood, como antaño lo hizo con quien le dio la gana, con sus fraudes y simulaciones.