Para algunas personas, la edad no supone ningún impedimento para crear obras que luego se considerarán universales; pensemos en Miguel Ángel, quien a los 24 años esculpió la Pietà, o en Kurt Gödel, quien a los 25 ya había establecido sus dos Teoremas de la Incompletitud. Mencionar a Mozart, es redundar.
Sir Alfred Jules Ayer (Londres, 29 de Octubre de 1910 – Junio de 1989), precoz también, publicó en 1936 , Lenguaje, verdad y lógica , un libro que se convertiría en referente de la Filosofía analítica; tenía en ese momento 26 años y lo había comenzado a escribir a los 23.
Ateo ‘convencido’ (el entrecomillado no es accidental, pues una experiencia cercana a la muerte casi desestabilizó su ateísmo); transmitió al mundo anglosajón –y de ahí al resto– el pensamiento del Círculo de Viena que, entre otras cosas, proponía el Positivismo lógico y el Principio verificacionista.
El Positivismo lógico, sumariamente afirma que las ciencias son el único método de conocimiento filosófico y el Principio verificacionista concluye que una proposición solo tiene significado si se puede verificar.
De esta fascinación por el verificacionismo, Ayer llegó a afirmar que: “Sólo tienen sentido los hechos. Por lo cual, la teología, la metafísica, la ética y la estética son sinsentidos”.
Asimismo, afirmó que “Dios y la moral eran errores lingüísticos y que su veracidad estaba en duda pues carecían de referentes en el mundo real”.
En unas de sus últimas entrevistas comentó que: “La metafísica, cualquiera sea, es una tontería y que Heidegger o Derrida, reconocidos filósofos del Siglo XX, son unos vulgares charlatanes”.
Además, defendió que: “Quien se disponga a trabajar seriamente en la filosofía debe prepararse en matemáticas y en física más que en los clásicos o en la historia de la misma filosofía”.
Sea para defenderlo o criticarlo, conocer un poco acerca de su pensamiento ayuda a esclarecer las tendencias filosóficas del siglo XX, del cual heredamos innumerables conceptos.
Filosofía Analítica. A diferencia del idealismo, el positivismo lógico pone a la ciencia en primer plano para el estudio de los problemas filosóficos.
Por tanto, según sus defensores, el método de las ciencias naturales no sólo es útil para el estudio de la naturaleza sino también para el análisis de la sociedad.
Existen leyes de causa y efecto en la sociedad humana, y según algunos positivistas, mediante la lógica y las matemáticas, se pueden conocer esas leyes.
En la misma época, el denominado Giro lingüístico propuso el estudio del lenguaje (el humano y los lenguajes lógicos derivados de éste) como base para disolver los dilemas de la filosofía.
Así, con el análisis de las proposiciones (Giro lingüístico) y el positivismo lógico como cimientos, se produjo una corriente luego conocida como Filosofía analítica.
En el siglo XX esta tendencia comenzó a dominar en las universidades de lengua inglesa y aún hoy, existen muchas escuelas con un gran número de adeptos.
No abundan menos, claro está, sus detractores, quienes le critican el no tener una posición política definida (hay analíticos de derecha e izquierda indistintamente) y el que su subordinación a las ciencias exactas puede tener consecuencias deshumanizantes devastadoras.
El positivismo lógico se desarrolló y tomó fuerza en los países anglófonos, pero, curiosamente, tomó muchas de sus ideas del mencionado Círculo de Viena, que se formó en Austria entre 1922 y 1936.
Antes de que Moritz Schlick (miembro cofundador del grupo) fuese asesinado en 1936 por un estudiante nazi (a quien se indultó por la presión fascista), el Círculo de Viena había publicado el Manifiesto La Concepción Científica del Mundo.
En esta publicación, se declaraban empiristas y positivistas: “Primero, sólo hay una manera de conocer y es la experiencia. Segundo, la concepción científica del mundo está marcada por la aplicación de un método: el análisis lógico”.
Ayer se convirtió entonces en un puente entre los pensadores ingleses y aquellos del Círculo de Viena.
Convencido de que el método de las ciencias podía descubrir las verdades filosóficas, Ayer rechazó el estudio de la metafísica; pero fue más allá: Cuestionó los planteamientos de la moral, la estética y teología.
Así, definió, a su manera, el quehacer filosófico: La función de la filosofía es crítica, la filosofía lo deja todo como está y la filosofía es análisis.
Sin más allá. La metafísica supone una negación de las infinitas posibilidades de la ciencia, al cuestionarse acerca de lo que no podemos ver ni tocar: el ser, la nada, el espacio, el tiempo, la mente, Dios'
No es difícil imaginar que la metafísica molestara tanto a los positivistas lógicos.
Ayer, afirmó que: “Las proposiciones metafísicas son el resultado de un desconocimiento del lenguaje”.
Es decir, cuando hablamos de la Nada, Dios o el Ser, hablamos de sinsentidos.
“Solo debemos basarnos en proposiciones verificables. La realidad intrascendente es un sinsentido”, afirmaba Ayer.
De esta manera, así como las ideas tradicionales de la metafísica no pueden constatarse mediante el método científico, según Ayer, “Los juicios morales tampoco tienen evidencia fáctica (No hay hechos morales)”.
“Los juicios morales evocan nuestro repudio a los hechos pero no se basan en los hechos sino en nuestras emociones. El juicio ‘no matarás’ no informa nada del hecho de matar sino que refleja la emoción que produce el asesinato”.
Por tales conclusiones, se lo suele relacionar con un pensamiento frío que subordina la naturaleza emotiva del ser humano al cientificismo.
El filósofo argentino Juan José (Buenos Aires, 1930), en su libro El olvido de la Razón, censura “la esterilidad, la casi inhumanidad de las filosofías analíticas, así como su desprecio por la humanidades y su exageración del papel de las ciencias naturales”.
Por otro lado, el mexicano José Vasconcelos (1882 - 1959) afirmaba que, al contrario de la tesis analítica, la ciencia es una parte de la filosofía, porque esta ya existía antes de la ciencia.
Para Vasconcelos “La filosofía pare a la ciencia”.
Analíticos humanistas. Es paradójico –la paradoja en filosofía es la norma– cómo varios de los denominados filósofos analíticos fueron muy humanistas en sus vidas personales, aunque sus planteamientos parecían desconsoladores o demasiado lógicomatemáticos.
Ludwig Wittgenstein, un filósofo con cerebro de ingeniero, por ejemplo, renunció a su herencia de aristócrata vienés y Bertrand Russell promovió causas contra la carrera atómica e incluso creó el Tribunal Russell para censurar las masacres en Vietnam.
Ayer, por su parte, se consideró siempre un humanista. Durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a la resistencia francesa en Londres y más tarde criticó el involucramiento del Reino Unido en la Guerra de Vietnam; fue vicepresidente de la Sociedad por la Reforma de la Ley del Aborto y Presidente de la Campaña contra la Discriminación Racial en el Deporte y también presidente de la Sociedad para Reforma a la Ley Homosexual (que la criminalizaba).
Parece, entonces, cierto lo que el mismo Ayer exclamó varias veces en entrevistas: “Incluso los positivistas lógicos son capaces de amar”.