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Conocí a Batman cuando su “álter ego” se llamaba Bruno Díaz en las historietas o cómics en español. Hace rato de eso. Ahora hay que decirle Bruce Wayne, porque así lo impone la gran industria del cine, la que emana de Hollywood con su parafernalia y su poderío industrial. Quien paga la música manda el baile.
En todo caso, espero no los moleste que aquí mencione al millonario filántropo del caso como don Bruno o Bruno a secas. Por cierto, este personaje más bien me parece sacado de la literatura de Dickens (¿no están de acuerdo?). Ergo, lo que elogio ahora con la película Batman: El Caballero de la Noche asciende (2012) es que se trata, más bien, de un estudio de la personalidad de Bruno Díaz.
Creo que por ahí va la propuesta de los guionistas Jonathan y Christopher Nolan, hermanos, y la riquísima puesta en imágenes del segundo. Por supuesto que los “fans” del Hombre Murciélago insisten en ver a Batman en esta película, lo cual es del todo entendible; sin embargo, el héroe es don Bruno, quien debe luchar consigo mismo y contra sus enemigos inmediatos para devolverle un lugar a Batman en la lucha contra el mal.
Desde esa perspectiva, la trama escudriña en razones, dilemas, contradicciones, gozos y sufrimientos que tiene un hombre para guardar el traje que lo ha llevado a enfrentarse una y otra vez a la maldad. Luego, la trama hace lo mismo con el porqué ese mismo sujeto desempolva y vuelve con el atavío que había guardado.
No al revés. ¿Cine psicológico? No exactamente, porque la aventura se entremezcla bien con el devenir propio de una buena película de acción: ¡entretiene y sabe sorprendernos al hacerlo! Solo que la aventura propiamente dicha, incluso con sus secuencias explosivas y grandilocuentes, está en función del dilema de su personaje (Bruno Díaz) y no al revés. Esto es lo bueno del argumento.
Lo otro es la sabiduría del director inglés Christopher Nolan para ejercitarse, como si fuese entrenador de campo, en el magistral uso de la cámara, en el diseño de la planificación, en la exigente dirección de actores y en el arte de narrar bien con imágenes en movimiento.
No todo es perfecto. Por momentos el filme se deshilacha y hasta se contradice; pero me parece que el propio Nolan lo ignora –adrede, sin darle importancia– y sigue adelante con los faroles, o sea, subrayando solo lo bueno de su trabajo.
El señor Nolan posee el arte necesario para enfrentar dificultades y resolverlas como el mago de la cámara que es. Así lo hace en cada una de sus películas, independientemente de la mejor calidad o no de cada una de ellas.
Ahora y a quí veo a Nolan como pez en el agua para lograr un filme coherente dentro de su lógica interna, esto es, en lo narrativo, desde su lenguaje imaginario.
El traje de héroe. Las secuencias son febriles en la acción con Batman al frente, pero resultan impactantes no ahí, sino cuando se adentran en la conducta humana. Con logrados planos, las imágenes muestran el sufrimiento, la locura, el afán de venganza, el sentimiento anárquico y hasta la liviandad, según sea el personaje que le corresponda, con Bruno Díaz de primero.
Nadie se escapa al olfato interrogador de Nolan. La película es la huella de su mirada, es la búsqueda de lo esencial, lo que –lamentablemente– no ven muchos de los seguidores del Batman héroe.
El montaje, la música y la fotografía llevan gran trabajo: Christopher Nolan pone a sudar a quienes lo rodean.
¿Volverá Batman? Claro, el filme abre distintos portillos para que esto suceda. La esperanza permanece. El símbolo también. El dolor catártico lo vive Bruno Díaz. Quienes han visto el filme, saben de lo que hablo. El estudioso José Mairena señala que es “una película de Batman, sin Batman”; no tanto, digo yo, que ese referente –como tal– permanece ahí.
Batman es un traje. El hombre que se cubre con él tiene otra historia, como la de Prometeo, tal vez. Para conocer esa “otra historia”, aunque con un ritmo no siempre bien sostenido, el realizador Nolan nos ofrece un buen producto de elegantes formas, con progresión en la intriga, excelentes actuaciones, convincente y con autoría en el estilo. Valga mi recomendación.
