En Atlanta no hace ni frío ni calor: hace clima de hotel. En alguna de la habitaciones del Wyndham Midtown, el bailarín Julio Bocca deshace las maletas de su último vuelo: estará de gira por Estados Unidos hasta el 13 de marzo.
Antes de prepararse para una función en el Robert Ferst Center for the Arts, levanta el auricular y, con toda la amabilidad que puede tener un caballero de su talla, responde a nuestras preguntas.
Usted se refiere constantemente a la universalidad de la danza. ¿Cree que hay diferencias entre el impulso inicial del bailarín de la calle y del bailarín escénico?
Tuve la suerte de tener una carrera de 25 años, como la tengo ahora, y de haber estudiado y de haberme formado como bailarín clásico. He hecho cosas diferentes, de diferentes estilos, con diferentes coreógrafos (contemporáneos; neoclásicos) y también tuve la suerte de estar arriba del escenario... pero muchas veces uno va a bailar a una disco y hay gente que baila mucho mejor que uno. Cuando voy a bailar prefiero tomar algo con mis amigos porque hay muchos ritmos que son nuevos y no conozco. Quizá uno se prepara más para el escenario que para una danza normal.
¿Qué cree que le espera fuera del escenario; cómo se siente ante esa perspectiva?
Espero poder hacer lo que tenga ganas de hacer en ese momento: disfrutar de mi familia; de mis amigos; de poder estar en casa.. Tengo una escuela y una fundación y estoy dirigiendo el Ballet Argentino... Siempre voy a estar relacionado con la danza. No voy a estar yo arriba del escenario pero sí alrededor. Espero disfrutar la vida como he disfrutado estos casi 40 años de vida y 25 de vida escénica.
En esta larguísima despedida -desde que anunció su retiro hasta la fecha prevista (diciembre del 2007)-, ¿no cree que podrían volverle las ganas de quedarse?
No, la verdad no. Hace poco tomé la decisión: me retiro del American Ballet. En junio hago mi última función con ellos después de 20 años de trabajar... y no, la verdad, como tuve una carrera muy agradable y disfruté del escenario, de viajar, de haber bailado todo el repertorio, de haber hecho cosas nuevas, de bailar con grandes figuras y de hacer un ballet no solo una sino muchas veces - Romeo y Julieta lo hice por 17 años; Quijote lo hice por 25 años- , entonces no es que me quedó algo por hacer, al contrario: hice más de lo que esperaba y disfruté de cada personaje. No quiero pasar el resto de mi vida trabajando; hay que dejarle el camino a la gente joven que viene detrás.
Una estrella está obligada a ser espectacular. ¿Nunca añoró la libertad de equivocarse?
No, porque uno se equivoca y también aprende de eso. Sí hay una disciplina y una constancia con el entrenamiento y con todo, pues uno está en un nivel internacional y siempre tiene que estar al 100%. Uno se va cansando del entrenamiento: no del escenario. Amo estar arriba del escenario y cada vez más, pero todo lo que lleva a eso -el entrenamiento de todas las mañanas, dar clase, ensayar, cuidarme las comidas- llega un momento, después de tantos años, que uno se agota. Pero bueno, es la única forma de crecer y de estar a ese nivel: por algo uno sigue estando aquí, después de tantos años.
¿Es cierto que es comelón; le duele el tema gastronómico?
A veces salís a un espectáculo y vas caminando por la calle y ves a la gente disfrutando a las 6 de la tarde, con cerveza, charlando y entonces te decís: yo no puedo hacer nada de eso . Hay otros trabajos en los que quizá sí podés disfrutar de ambas cosas, pero uno, que tiene que estar cuidándose su físico todo el tiempo para estar en forma no puede descuidarse. Además, yo tengo "la suerte" (pues soy latino) de engordar y ser un poquito más fuerte, así que debo cuidarme el doble.
¿A qué obliga la fama?
La fama me ha servido, más que nada, para tratar de que el ballet sea popular y le pueda llegar a muchas personas, sobre todo en Argentina. Al ser uno conocido, puede llevar espectáculos masivos; bailar en una cancha de futbol; hacer funciones gratuitas para que venga la gente. Por suerte tuve buenos amigos y una buena familia que me hicieron poner los pies sobre la tierra. Yo lo tomo de una forma muy natural: esto es mi vida, bailar, viajar, estar sobre el escenario... no lo veo como algo especial.
"Yo hago esto porque me gusta y si alguna vez me tengo que cuidar de algo, lo hago porque a mí me gusta: nadie me obliga.
Su labor pedagógica, los proyectos que dirige, confirman que los compromisos del ballet y la danza no concluyen dentro del escenario.
Cualquier artista que ama lo que hace quiere después transmitirlo para que otra gente tenga la misma posibilidad. A mí, por lo menos, siempre me preocupó que la gente joven tenga una posibilidad, y sobre todo en Argentina, donde cuesta mucho tener el trabajo de lo que a uno le gusta hacer. Con esto de la fundación (el dar becas a la gente del interior que no tiene dinero para venir a estudiar con el Ballet Argentino, haber formado la compañía hace 15 años y sacarlos por todo el mundo y viajar y que puedan tener la posibilidad de trabajar con coreógrafos internacionales, tener obra de coreógrafos que ya no existen) me da una gran satisfacción y creo que también es una forma de devolver lo que uno aprendió.
¿Vislumbra sucesores?
La verdad, hay mucha gente con mucho talento... Ahora es cuando uno comienza a hablar como viejo, ¿no? Hay mucho talento, solo que siento como que les falta personalidad; preocupación; disciplina en esta carrera. Considero que hay buenos bailarines, buenos coreógrafos, pero no hay nada novedoso, no hay nada que digas ¡ guau ! No tienes a Nureyev, a Baryshnikov, a Makarov... a esas figuras que tenían una personalidad. Encuentras buenos bailarines, con una técnica espectacular, pero después todos los personajes son los mismos.
Y eso que usted cree que les falta, ¿cómo se consigue?
Uno debe estar preocupándose por eso, que no es solo preocuparse por lo técnico, pues ahora se ha superado tanto la parte técnica - cada vez es más difícil- que quizá se olvidan de que si van a hacer Romeo y Julieta , podrían ver la película; leer el libro; saber de qué se trata. No tratan de ponerle algo de cada uno.
Especialmente enBocca Tangose percibe una relación indisoluble entre la música y el movimiento. En general, ¿cuánta confianza deposita en la música a la hora de montar un espectáculo?
Para mí la música es el 50% de un espectáculo. A mí la música me tiene que movilizar; tiene que ser como la sangre en mis venas; me tiene que hacer vivir. Por eso siempre cuando se hace algo nuevo trato de ir escuchando música con los coreógrafos; les doy la libertad de elegir, por supuesto, pero a veces ponen esas músicas que son ruidos para mí y trato de dar mi opinión.
¿Cuáles roles marcaron un antes y un después en su carrera?
Uno de los personajes más fuertes, y uno de los primeros, fue Basilio, en el ballet Don Quijote ; es como mi caballito de batalla, que me marcó no solo por la interpretación sino por la técnica, que es tan exigente para el hombre. Otro que me cautivó fue Romeo, de Romeo y Julieta .
Dónde queda Julio Bocca en la vida de Julio Bocca, después de dar vida a tantos personajes.
Al comienzo, como era muy joven, había muchas cosas de la vida que no sabía. Quizá fui adquiriendo experiencia mucho más rápido en el escenario que en la vida misma, pero está en cada uno ver cómo va creciendo a la par de la carrera. Al comienzo, decía que la danza era mi vida. Con los años he descubierto que la danza es parte de mi vida.