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Carlos Álvarez: Quiso ser cura, probó con el futbol y terminó de locutor

Caras vemos corazones no sabemos: así es Carlos Álvarez, quien llevó una vida difícil, se sobrepuso a su propia capacidad destructiva y hoy es otro hombre.

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De verdad que este sí pasó por donde asustan. Ahí donde lo ven haciendo de “patiño” con ‘Porcionzón’ y luciendo su fisga de chinamero... estuvo a punto de ser cura. ¡El diablo repartiendo escapularios!... pero las mujeres y el futbol, aunque no en ese orden, lo alejaron de los hábitos y los púlpitos.

El Señor nos conduce por senderos extraños. Carlos Álvarez, locutor de profesión, prospecto frustrado de portero en Cartago, “llevo-llevo” en el CENADA, a un pelito de graduarse en historia y geografía, es hoy voz y cara conocida de Radio Omega y Teletica.

Llegó entero de milagro, porque si bien sus padres don Aníbal y doña Elsa (de Churuca, de Cartago) le inculcaron suficientes valores humanos, hizo “muchas estupideces” y por dicha –al final– salió un hombre y no un cobarde, como asegura Carlos.

Como todo hijo del campo se partió el lomo sobre la tierra. Cuenta que lavó papas, trenzó cebollas, sembró, cosechó y como tenía “buen empaque y era macuco” jalaba sacos.

“Tenía buena estampa, ojillos claros, voz agradable y jugaba de peligroso. La verdad era muy coqueto.” Y como en la casa del jabonero, el que no cae resbala, comenzó una vida un poco agitada.

Gracias a la visión de doña Elsa fue al colegio San Luis Gonzaga; ahí le fue muy bien y de adolescente se debatió entre los altares y las canchas, pero las mujeres en un caso y una lesión en el otro, lo alejaron de esas vertientes.

Como a nadie le falta Dios tenía un don que lo sacaría de apuros: buena voz. Así se fue metiendo en la radio, primero como novato en Monumental – de ahí lo echaron para darle el puesto a otro–; siguió en Radio La Fuente, pasó a Fundación, saltó a Omega y de ahí a Teletica; en estas dos últimas encontró estabilidad laboral y personal.

Todo eso aderezado con el fondo de una vida de telenovela. Algo así como Los herederos del Monte, claro, sin llegar a los extremos de Miguel Millán ni Juan del Monte. Lo cierto es que –según confiesa– tenía mala cabeza, pero sin ser mal intencionado.

Hasta que la vida lo puso en su lugar. Herido de gravedad en un riñón, durante un asalto, la vio negra... y decidió reinventarse.

Al principio nadie le creyó. Dejó el licor, intentó sosegarse y hasta se casó –por la Iglesia esta vez– con una joven que creyó en él y lo enderezó. Se acercó a Dios otra vez, los negocios mejoraron y ahora disfruta de una familia estable “que estaría completa con un bebé...muero por tener una hija.”

Es que Carlos es un niñote.

-- ¿Es cierto que casi fue sacerdote?

--Estuve a una semana de entrar al Seminario Mayor. Desde chiquillo quise ser cura, rezaba el rosario, me buscaban para novenarios, rezos del niño y me atraía la vida religiosa.

-- ¿Por qué desistió?

--Me gustaban mucho las mujeres. Tenía 18 años y le dije a mi guía espiritual –al final del año de prueba– que yo podía aceptar lo que fuera pero no me sentía capaz de rechazar la tentación y podía fallar.

-- En lugar de cura...¿qué?

--El futbol. Estuve en las ligas menores del Cartaginés, jugaba de portero y era bueno porque tenía las condiciones de liderazgo para el puesto. Era de mente fuerte y capaz de levantarme en la adversidad. Iba bien, ¡juepuña!, era el maje para suceder a Gabelo Conejo que se fue a España, pero murió el entrenador que me apoyaba y el nuevo no me dio pelota. Además me lesioné la rodilla y estuve ocho meses alejado de las canchas.

-- Ni cura, ni portero...¿entonces?

--Le entré a sacar las Generales en la Universidad de Costa Rica y, mientras, trabajaba en lo que fuera. Estaba grande y la pulseaba jalando sacos en el CENADA; estando ahí me ofrecieron un trabajo como vendedor de electrodomésticos y le puse bonito.

-- ¿Siempre quiso estudiar?

--Sí. Cuando salí de sexto grado el estudio era un lujo y tenía que aportar a la casa. Mi madre, doña Elsa, le dijo a mi papá –don Aníbal– que no sabía cómo haríamos pero yo debía ir al colegio.

-- ¿También ayudaba en la casa?

--Trabajé en el campo, fui comerciante, lavé papas, trencé cebollas y como tenía mucha fuerza jalaba sacos, iba a la feria del agricultor en Guadalupe y con eso me pagaba los pases y la comida para ir al cole.

-- ¿Cuándo le pica la locución?

--Los amiguillos me decían “maje que buena voz, usted debería ser locutor” y ya había hecho un cursillo. Le dije no al futbol y me dediqué a eso porque necesitaba producir. Me salió un trabajo de locutor en Monumental y con esa “novia” vivo una relación tórrida, pasional, una verdadera novela de Corín Tellado. Hice de todo, locución comercial, leí noticias, puse música y empecé a rodar por varias emisoras.

-- ¿Cuánto le duró la contentera?

--Siete meses. Me despidieron para darle el trabajo a otro locutor; yo era un novato pero tenía capacidad para crecer. La persona que me despidió me echó un discurso insípido, innecesario y hasta sádico: “sos muy bueno, tenés talento, un futuro maravilloso, esta empresa no será igual sin vos”... pero igual me echaron.

-- ¿Adónde se fue?

--A la Fuente Musical, que sería mi gran escuela, porque ahí leí noticias y hasta la administré. Me despedí de mi mentor don Francisco Lafuente y pasé a Radio Fundación. Estaba por terminar la carrera de historia y geografía en la UCR y me metí en todos los cursos de locución. Soy un profesional de la locución y me molesta que cualquiera con media voz ponga un disco y diga idioteces en la radio. De Fundación volví a Monumental pero más maduro, más hecho y metí la patas.

-- ¡Qué le pasó!

--Por atorrante, andaba de cazador y resulté cazado. Dejé embarazada a una mujer diez años mayor que yo y nació mi primer hijo Carlos Andrés. Él y Daniel son lo mejor que he hecho en mi vida, lástima que no lo planifiqué porque a los hijos hay que traerlos a un entorno bueno, darles valores, criarlos bien. Tenía 22 años, hice las cosas muy mal, ellos son maravillosos.

-- ¿Se armó el alboroto?

--Viví un momento bastante turbulento. Imagínese, había estado a punto de ser cura y me veo en una relación tensa, porque no quería casarme pero debía responder como hombre, mis padres se enojaron y con todo ese lío en la cabeza decidí asumir mis responsabilidades.

-- ¿Cómo salió del pozo?

--Entré a Radio Fabulosa en un horario maratónico, sábados, domingos y, por dicha, con un horario. Conseguí un trabajo de locutor comercial y conocí gente buena con la que me va iba bien y empecé a ver la platilla. Así es como llego a Radio Omega en 1993.

-- Al fin... ¿encontró su camino?

--Pues me acomodé con la plata pero llevaba una vida muy desordenada y mi papá me pidió que saliera de la casa. De ahí me fui a la de un amigo que me dio posada. Ni un cinco tenía, salí de casa con la ropa que andaba puesta y puse mi destino en manos de Dios; cada vez que me alejo de Él me va mal y estoy seguro que de no haber sido por Dios ya estarían haciendo misas de recordación en mi nombre.

-- ¿La tuvo dura?

--Imagínese que cuatro días antes de que pagaran la quincena tenía que decidir si comía, viajaba en bús o daba dinero para mi bebé. No tenía dinero e iba a almorzar donde una señora que fue como mi mamá. Como no tenía plata me la jugaba con café y galletas que me daban en la radio.

-- ¿Le fue horrible?

--Lloraba mucho porque no podía ver a mi hijo y como soy muy pasional me quiebro. Doy la impresión de ser muy fuerte, feliz, como que todo lo tengo muy acomodado, en todos los estantes, pero eso no es cierto.

-- ¿Por eso se casó?

--Soy un hombre de familia y decidí casarme por lo civil y al mes y medio me di cuenta que eso no funcionaba y que era peor que antes. Y en eso quedó embarazada de mi segundo hijo, Daniel.

-- ¿Y qué hizo?

--Seis meses después decidí separarme. Ahí murió una parte de mi vida al no poder estar día a día con mis hijos. Con el alma hecha pedazos seguí p’alante, aunque el divorcio es un fracaso. Intenté reconstruir mi vida otra vez y salí de esa con tres pantalones, cuatro camisas y dos calzoncillos.

-- ¿Ahora está soltero?

--No. Un mes antes de casarme había conocido a Karen Pacheco. Ahí pensé que yo la podía llevar al altar. Ella era bonita, soltera, tenía novio y recuerdo que empezamos a ser buenos amigos.

-- ¿Le propuso matrimonio?

--Yo le dije que tenía interés en una relación más estable y me mandó al carajo. Es que mi vida era muy complicada; tenía dos hijos pequeñitos, una vida desordenada, Karen no tenía compromisos, qué se iba a meter conmigo y si bien soy un buen tipo, de buenos sentimientos y trato de ser responsable, la verdad sea dicha desde afuera todo era muy enredado.

--¿Qué lo hizo cambiar?

--Me asaltaron, en 1998, y me apuñalaron en el riñón. Fue muy grave, estuve hospitalizado durante un mes. Tenía 28 años y medité sobre mis errores y pasé por el horno y la mano de Dios. Resucité. Nadie me creyó, porque las palabras se las lleva el viento.

-- ¿Dejó la mala vida?

--Hubo un momento en que quería matarme, que mi vida se acabara, cometí la imbecilidad de querer ahogar mis penas en el alcohol y estas nadaban muy bien. Pero me dejé de pendejadas y por lo menos reducí los tragos y me propuse ser al menos la mitad de lo que fue mi papá conmigo y con eso alcanzaría la estatura de un gran padre. Quise mejorar en todos los campos y mantener mi cercanía con Dios.

-- ¿Y los negocios?

--Mejoraron. Recuerdo que recibí el año 2000 en Canal 2; inicié contactos con Teletica, me contrataron para ser la voz en off de “El Chinamo”, fui la voz oficial del Canal 33 y entré al mundo de la televisión.

-- ¿Se pudo estabilizar?

--En el 2003 me casé con Karen por la Iglesia Católica y llegaron mis padres, que no habían ido al primer matrimonio civil. Uno se da cuenta que todos los miedos se disipan cuando se hace lo correcto. Empecé a vivir el sueño que siempre quise de tener un núcleo familiar establecido, una compañera con la cual compartir la vida, los buenos momentos, el éxito y las pruebas. Ahora ella me ayuda a sostener la relación distante con mis hijos.

-- ¿Inició otros proyectos laborales?

--El Manicomio de la risa –en Radio Omega– que cumplió 12 años, los últimos con mi gran amigo Carlos Ramos.

-- ¿Qué hace en Teletica?

--Colaboro en la producción de El Chinamo y participo en las transmisiones navideñas, como los toros, el Festival de la Luz, el Verano Toreado y lo que lo que el canal requiera de mí. Soy funcionario de Teletica y en Omega trabajo por servicios profesionales. Algunas casas comerciales me contratan para hacer anuncios, animo eventos, estoy en varias áreas.

-- ¿Ud es un comediante?

--No y con el mayor respeto para ellos debo decir que soy un profesional del micrófono. Soy conductor y presentador, soy productor, y una persona a la que le gusta mucho estudiar y aprender; ahora quisiera retomar mis clases de historia y geografía y voy a estudiar derecho en el 2012.

-- ¿Es feliz?

--Vivo bien, tengo ingresos suficientes para tener una vida digna, tranquila, no tengo deudas; ya pasaron los tiempos en que no llegaba ni a la quincena. Me gustaría tener una hija, me ilusiona tener un bebé.

-- De tantas cosas ¿qué queda?

--Mis padres no se esforzaron tanto en la vida para cocinar un cobarde y lo lograron a pesar de mis estupideces.

-- ¿Qué le disgusta?

--La gente que se autoflagela, que llevan vidas tristes, duras, la gente con cara de viernes santo me molesta mucho.

-- Y el decir de algunos de... ‘¿Qué cara de engreído?’

--Más bien “de qué jugás”. Es un semblante típico de los Alvarez; parece que estamos enojados pero somos gente muy entradora, nos gusta mucho socializar. Antes era un arrancado, pero todos los días de mi vida lucho contra esas condiciones para ser tolerante.

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