Al pasado le prendió fuego. Dejó atrás al hombre viejo y ahora vive una segunda existencia, sin lamentos, sin añoranzas, sin reproches. Arrastrado por los vientos de la lujuria, vagó sin motivo ni destino, hasta que una mano luminosa lo sacó del torbellino: Dios. Puede ser mentira, pura pose, un cuento más del que gozó la vida a troche y moche y ahora reparte “bibliazos” en la frente de todos; pero quien lo oye hablar, cantar, mirar, no encuentra conexión entre aquel Jorge del Castillo que en los años 70 y 80 enloquecía a las colegialas, y este de ahora que ni “por “toda la plata del mundo, ni en las fiestas familiares, volvería a cantar así.”
Quien ve uno de sus videos en “yutu” se queda boquiabierto: ¡Qué palo de hombre!, con razón vivió 30 y pico de años en el segundo círculo del infierno de Dante.
Jorge del Castillo, el viejo, –por que el nuevo es otra nota– puso de cabeza a Costa Rica con sus aires de superestrella pop, “full” enterizo negro como un “dark” , cadenas en la cintura –al estilo
“Jamás imité a Tom Jones, Elvis, Sandro o Raphael; ni siquiera los conocía porque era un pobre lavacarros que no tenía plata ni para comprar el periódico, ir al cine y menos ver televisión”. Así se exculpa Jorge Antonio Trujillos Vargas, apelativo bautismal de quien ahora dice vivir entregado a Cristo y a su fe.
Grabó unas 40 piezas, por lo menos una docena arrasaron en las disqueras y fueron un
Hoy, nada le causa encanto ni atractivo. Vivió debiendo a cada santo una vela; ganó y derrochó la plata como si esta creciera en los árboles. Así pasa la gloria del mundo.
--Yo negaba la existencia de Dios pero una mujer me habló de Cristo; tuve un colapso interno y así conocí a Jesús. Poco a poco fueron muriendo en mí muchas cosas del mundo que antes me atraían, me transformé por la misericordia de Dios, he cambiado, no soy el mismo.
--Yo quise que Dios me cambiara. Era rencoroso, criticador, murmurador, nada me detenía para conseguir lo que deseaba. Seré un pecador hasta el último de mis días pero si caigo, tengo quien me levante. Estaba aburrido y harto de lo que había vivido.
--Mis vicios no fueron el licor, las drogas o el cigarrillo, sino el pecado de la carne; el pecado sexual en todo el sentido de la palabra, carecía de límites porque así me acostumbraron.
--A los cinco años fui abusado por mi maestro de música y comencé a practicar un sexo desordenado; caí en la homosexualidad, pero siempre tenía inclinación por las mujeres.
--¿Hasta dónde llegó?
--Cobraba por acostarme con hombres y mujeres. Lo hice por dinero, para sacarle provecho a la galanura. Desde niño me dieron plata para callar lo que me hacían.
--¿Le iba bien?
--Mejor que con la cantada.
--¿Quiso a alguien?
-- Nunca me enamoré de nadie, ni tuve una pareja que amara aunque viví con unas 15 mujeres, pero solo para no pagar mis gastos. Era un bichito calculador que a todo le sacaba provecho.
--¿Es un reprimido?
--Al contrario. No dejé el homosexualismo para fornicar con mujeres; gays y lesbianas son lo más promiscuo que hay. El único amor verdadero es entre un hombre y una mujer. Salí de eso para entregarme a Cristo y cuento esto sin asco, sin verguenza, sin piedad, porque soy un hombre nuevo.
--Por desilusión. Pero debido a la muerte de mi madre tuve muchas depresiones y me fui alejando del mundo de la farándula. Me desaparecí de las calles, de los lugares donde me reunía con otras personalidades.
--Mamá era todo para mí, la ilusión de vivir, la razón de mi existencia. Fui más famoso como hijo que como cantante. Fue madre y padre. Me sentía orgulloso de esa mujer sencilla, honesta y trabajadora.
--Teodolinda. Nos daba mucho amor. Era una campesina de San Rafael de Montes de Oca cuyo mayor logro en la vida fue trabajar en una fábrica de fósforos. Se dedicó a sus tres hijos y una vez le propusieron matrimonio y ella dijo que primero era madre y después mujer.
--Tuve dos intentos de suicidio porque no resistía la vida sin mamá. La primera vez intenté pegarme un tiro y la segunda quise lanzarme desde un puente. Una rara circunstancia en el primer caso y la intervención de mis amigos, el segundo, me impidieron lograrlo.
--Me ui a Guatemala en 1986. Ahí me dediqué a cantar y monté tres negocios: una discoteca, un restaurante de comida rápida típica y una licorería. Me abrieron las puertas, saqué la residencia y tuve el apoyo de un gran empresario en Puerto Barrios.
--Con otras personas me metí en un negocio grande para construir un complejo turístico. Puse 70 mil dólares y me dieron por la cabeza. Quedé con una mano adelante y otra atrás, sin plata ni para el bus hacia el aeropuerto.
--Regresé a Costa Rica en 1995 y me escondí. No quería cantar, pesaba 300 libras, estaba fatigado, engañado, destruido. Cuando llegué al aeropuerto venía con el pelo largo, barba, vestido de negro, con un sombrero. Quise pasar inadvertido por migración pero el oficial me dijo: ¡Diay don Jorge, dónde estaba metido!.
--Bueno parece que era difícil que lo olvidaran...
--Vivía en la casa de mi hermana, aquí en Calle Blancos. Estaba hastiado, pero tenía que salir, hacer mandados y a pesar de mi aspecto me saludaban, desde los que pedían limosna hasta los ricos. Una vez fui al programa del ya fallecido Jorge Valverde,
--¿Quién le puso Jorge del Castillo?
--Mi nombre de pila es Jorge Antonio Trujillos Vargas, pero allá por 1965 el director de un programa de concursos en Radio Columbia, Juan Ramón Gutiérrez, decidió usar el segundo apellido de mi madre porque sonaba con más fuerza: Jorge del Castillo.
--Por dicha, en tercer grado me cambiaron al abusador del maestro de música y la niña María Eugenia me escuchó cantar y desde ese día fui el artista exclusivo de la Escuela Inglaterra, en San Rafael de Montes de Oca. Me sacaban en todas las asambleas escolares y en las obras de teatro infantil. Pasé al Liceo Joaquín Vargas Calvo, pero ahí aminoré la cantada.
--Murió mi abuelo y tuve que hacerme cargo de la familia. Empecé a trabajar a los 16 años en la compañía Numar y ahí batía aceite y mantequilla. Era un joven agraciado y con buena pinta. Mientras trabajaba cantaba.
--¿Alguien lo motivó?
--Un compañero me llevó a un concurso de aficionados en Radio Columbia,
-- Ahí hice un dúo con la actriz Eugenia Chaverri y la gente creía que estábamos enamorados, pero no había tal cosa porque el papá de ella era muy celoso y yo le tenía mucho miedo. Hasta el día de hoy Eugenia fue mi gran amor platónico.
--¿Así inició su carrera?
--Sí, actuaba en clubes nocturnos aunque era menor de edad y cuando llegaba la policía me escondía detrás del piano. Trabajé con nudistas, rumberas y en la intensa vida nocturna tica de aquella época; en San José había unos diez cabarets de buena línea; los ticos no éramos tan sosegados.
-- Era muy descuadrado para cantar. Por ese entonces lavaba carros frente al Hotel Balmoral y ahí conocí a un empresario local muy poderoso que fue mi protector. Una vez llegó al hotel Pedro Vargas y él me lo presentó con la idea de que el cantante mexicano me diera unos consejos. Vargas me escuchó y al final me dijo al oído: una cosa es cantar bonito y otra cantar bien'estudie.
--¿Siguió el consejo?
--Al pie de la letra. Ni un sirope o una melcocha de coco me compraba con tal de ahorrar los diez pesos que le pagaba a don Claudio Brenes, en el Conservatorio Castella, por las lecciones de canto. Así aprendí la técnica y gracias a eso hoy imparto clases de Técnicas de Canto en la Casa de Alabanza en Moravia
--¿Dicen que usted era fenomenal?
--Salí con una fuerza de movimiento en la escena que impactó al público. Nadie me lo enseñó, me salía de natural. Expresaba las emociones con intensidad, gesticulaba, abría las piernas. Era un espectáculo.
--Era muy vanidoso y quería sobresalir; por eso decidí vestirme de negro, aún antes que Raphael. Fui el primero en usar zapatos de plataforma y overoles; utilicé cadenas en lugar de faja; tuve cola de caballo cuando solo los maricones lo hacían; pero no era amanerado sino que siempre fui muy expresivo. Nada de playadas.
--Llenaba el escenario a lo bestia, hay miles de ticos que pueden atestiguarlo, no ocupo echarme flores. Me compré un cable larguísimo, de unos 50 metros; me anunciaban y yo salía del carro y de una vez empezaba a cantar para que el público se enardeciera. Una vez terminado salía disparado para que al final solo quedara la imagen del artista y el espectáculo. Nunca salía a la calle para que la gente pagara por verme.
--Comencé a notarme y me fui a San Andrés, pero de mesero y pedía el chance para cantar, pasaba una copita para recoger plata. Adonde llegué lo hice con humildad, sin impresionar porque esa era mi estrategia y me abrí paso con mi estilo y con mi voz.
--Grabé varias piezas, entre ellas Hoy daría yo la vida que fue un exitazo. Salí en televisión, los productores me dieron oportunidad y de ahí viajé por Sudamérica, aprendí, entregué mi arte, recibí buenas críticas y alterné con los grandes cantantes del momento: Leonardo Favio, Raphael y Sandro.
--¿Qué tal eran?
--Los traté, almorcé, departimos, toda gente muy noble; es que las personas de verdad grandes, extraordinarias no necesitan pavonearse ni agitar las caderas; su grandeza radicaba en que eran diferentes, únicos.
--Salía y entraba a Costa Rica a cada rato; pasaron como 25 o 30 años. Mi mamá y mi familia me hacían mucha falta, era un hijo muy apegado aunque ella me acompañó varias veces.
--Gané toda la que me dio la gana. Cobraba cinco mil dólares por noche. Viví a lo grande; pasé 35 años al estilo cinco estrellas. Tenía dos o tres carros y casas en Rohrmoser, Sabana Norte o Sur.
--Lo disfruté. Del mundo y su pecado nadie me quita lo bailado. Todo lo boté por el caño de los casinos, de los vicios y de las cochinadas en que vivía. Siempre pedía prestado, engañaba a mis amigos, inspiraba lástima para que me ayudaran. Pasaba enjaranado.
--¿Vivía solo?
--En Colombia me casé y mantuve muchas relaciones en unión libre. Que sepa nunca tuve hijos, pero en el camino encontré muchos a los que traté como tales, les serví aunque algunos digan que me serví de ellos.
--No tengo nada de que avergonzarme porque el Jorge que vivía antes en mi no es el de ahora. Pedí perdón por esa vida y Dios me perdonó. Lo veo sin rencor, fue una época que me tocó vivirla y por eso doy testimonio de mis errores. Fui el más podrido, el más miserable, no quiero que haya otro Jorge del Castillo.
--¿Eso es pura pose?
--Pueden pensar lo que quieran. Solo deseo dar honra y gloria a Dios. No quiero nada. De lo que está lleno el corazón habla la boca; la gloria del mundo solo sirve para hundirlo a uno en el pecado.
--No veo la razón. Eso está en el pasado, hoy tengo otros sentimientos y no puedo seguir pensando como antes. Aquellas canciones no eran malas, la música es una sola, no existe eso de música cristiana. Pero no me interesa la fama ni el dinero.
--¿A quién le debe todo?
-- Lo que soy ahora a Dios. Recuerdo lo que fui y no me interesa la fama, ni el dinero. No quiero cantar música popular, no porque sea mala o irreverente. Me alegra el éxito de los demás. Ni gratis canto, ni por montones de plata.
--Ojalá pudiera encontrarme un estudiante que tenga interés y capacidad para transmitirle toda mi sapiencia dentro del canto, aunque no se dedique a Dios. Hace falta autenticidad; dejan de lado el estudio. Valen mucho y todos tienen un sueño y una esperanza, pero deben buscar el sonido propio, ser ellos mismos.
--¿Qué hace en el día?
--Tengo ocho años de estar entregado a Cristo. A las 4:30 a.m. me levanto a orar. Estudio la Palabra de Dios; oigo música; veo televisión, preparo mis conciertos; ensayo. Antes se me iba la vida, ahora así va mi vida: día a día.
--Muy bien, tengo diabetes y según los médicos acelera la vejez, pero usted me ve y no represento los años que tengo (tiene 60 años). Hago poco ejercicio, soy perezoso. Toda mi vida la tengo puesta en Dios, él me rejuvenece y el mundo envejece; canto dos tonos más altos que cuando tenía 20.
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--Mucho pecado, el medio artístico está lleno de envidia, de críticos ignorantes del arte que confunden eso con la indecencia. Me dejó cosas buenas como el amor de los ticos, comprensión y apoyo.