Su prioridad no son las uñas largas ni las manos con textura de seda. Ellas hacen y deshacen con sus vidas, sorteando infinidad de problemas para levantar los proyectos con que quieren sacar adelante a sus familias.
Son los grupos de "personasdelsexodébil" que hoy funcionan en nuestro país, afiliados a la Coordinadora nacional para el trabajo con las mujeres campesinas (CNTMC), y que se enfrentan con las limitaciones que arrastra consigo su pobreza, incluyendo las pocas posibilidades para obtener un crédito.
Productos de belleza cien por ciento naturales, artesanías, proyectos turísticos amigables con el medio ambiente, avicultura, viveros, cultivo de tilapias, agricultura orgánica, ganadería... la lista de proyectos es amplia y se extiende a lo largo del territorio nacional, desde Boruca de Buenos Aires, en Puntarenas; hasta San Miguel de Guatuso, en Alajuela; la zona Atlántica, y Puriscal.
Sembrando hierbas
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En el asentamiento campesino de San Miguel de Guatuso, en Alajuela, 15 mujeres cambiaron sus patios por sembradíos de plantas medicinales. El objetivo: elaborar productos de belleza y tés.
"Todas somos parceleras del Instituto de Desarrollo Agrario (IDA), tenemos nuestros hijos, nuestras familias. Trabajamos en el campo y en nuestras casas. Somos casadas, aunque muchas son jefas de hogar. Desarrollamos este proyecto para llevar un sustento a la casa porque en muchos asentamientos no hay fuentes de trabajo, y los pocos productos agrícolas que se siembran no se venden", contó Rosario Ruiz, presidenta de la Asociación de Mujeres de Guatuso y afiliada a la CNTMC.
Con este norte, ellas han aprendido todo sobre las propiedades de estas plantas. Han pagado hasta ¢25.000 por algunos cursos en la Universidad Nacional, y se capacitaron en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).
Ahora siembran y procesan las plantas hasta obtener diferentes productos. "Fabricamos champús, jabones, cremas... También cultivamos plantas para hacer tés. Hasta desinfectante hacemos", mencionó Ruiz mientras mostraba el fruto de sus sudores.
"Yo, en mi casa, tengo media manzana de plantas como zacate limón, salvia, anís, tilo, tuna, sábila, menta, mirra y otras", enumeró Yadira Madrigal, otra de las afiliadas a este grupo quien, además, en un estañón partido en dos metió un pequeño proyecto de lombricultura para usar en su siembros solo tierra orgánicamente tratada.
Ellas también levantaron en sus propiedades los galerones para secar las hojas y elaborar los tés algo esencial para comercializarlos en clima húmedo y compraron el equipo necesario con el que procesan las plantas. Su más reciente adquisición fue una batidora que dejó a la asociación con una deuda de ¢140.000, por la cual todas hacen cara de preocupación.
Como grupo organizado, ya tienen el código de barras para ingresar formalmente al mercado, aunque para activarlo necesitan construir un laboratorio donde realizar los análisis, por lo que andan afanadas arañando el financiamiento.
"Realizamos bingos, rifas, cuadrangulares de futbol, y otras actividades sociales pues lo que nos falta es el edificio y los instrumentos. Ya nosotras tenemos todos los conocimientos, sabemos cómo se hacen las cosas", contó Ruiz.
Como siempre, la plata
Como las mujeres de San Miguel de Guatuso, otros 37 grupos femeninos afiliados a la CNTMC luchan por desarrollar sus iniciativas. Allá mismo, en ese cantón alajuelense, un grupo siembra banano orgánico. En la comunidad de Aguas Frías, en el Atlántico, otras cultivan tilapias y algunas han convertido sus parcelas en fincas integrales donde realizan varias actividades productivas, igual como lo han hecho otras de sus compañeras en Pérez Zeledón.
Asimismo, en Boruca de Buenos Aires, en Puntarenas, mujeres indígenas elaboran artesanías para vender; en Los Ángeles de Puriscal, tienen apiarios, y en La Legua de Puriscal elaboran abono orgánico.
En total, son unas 450 mujeres luchando todas contra un enemigo en común: la falta de dinero. "Nos ha costado mucho el acceso al mercado, pero el principal problema es el económico. Al principio no teníamos dinero para comprar lo que necesitábamos para trabajar, ahora falta para desarrollar los proyectos y crecer. El problema es que ni pensar en pedir un préstamo, porque casi ninguna de nosotras califica", lamentó Ruiz.
Al respecto, la presidenta de la CNTMC, la campesina Juliana Espinoza, criticó que existen pocas iniciativas para apoyar económicamente el trabajo de las mujeres. Por eso, la CNTMC busca financiamiento a través de organismos internacionales para apoyar a sus afiliadas, aunque la idea es que cada proyecto se autofinancie.
"A pesar de que tenemos parcelas conjuntas, generalmente es el hombre el que decide y disfruta de los créditos, y no pocas veces ellos se van de la casa y dejan a la mujer con una deuda, o con las parcelas hipotecadas", denunció Espinoza.
Y, sus denuncias no parecen descabelladas cuando se revela que, por ejemplo, en uno de los bancos del Estado (el Banco Nacional) apenas el 15.68 por ciento del total de créditos concedidos correspondía a mujeres, frente a un 84.32 por ciento otorgado a hombres. En ninguno de los otros bancos del sistema nacional se logró conseguir estadísticas por género, aunque se solicitaron.
Asimismo, solamente en el Banco Nacional se tiene desarrollado un plan para la atención específica del sector productivo femenino, de acuerdo con una consulta hecha por Viva a las cuatro principales entidades estatales.
Consultada al respecto, Ana Lucía Córdoba, directora de Banca Empresarial en el Banco Crédito Agrícola de Cartago, confirmó que son los hombres quienes tienen mayores facilidades para adquirir préstamos, y cuestionó como referencia el hecho de que cuando una pareja pide un crédito para vivienda, aunque los dos pagan, el varón siempre queda como deudor y la mujer como codeudora. "De que es un hecho, es un hecho", admitió Córdoba.
Aún así, las mujeres de la CNTMC no parecen tener ganas de flaquear: "Nuestro plan es seguir en grande, salir adelante. Nosotras salimos a vender porque la idea es que cada compañera tenga lo suyo y salga adelante con su familia", concluyó Ruiz.v