De la pluma de E.B. White, estadounidense, se alimentan los animales de cierta granja para vivir sus aventuras en el cuento infantil titulado Las aventuras de Wílbur y Carlota (editado hace 54 años), cuyos personajes principales son un chanchito enano y una araña solidaria. Con el tiempo, los nombres de los personajes varían según las versiones en español.
El título original es Charlotte’s web . En 1973, la historia fue llevada al cine con mucho sentimiento y con dibujos animados de Joseph Barbera y William Hanna. Se tradujo al español con el título de La telaraña de Charlotte , nominación que se repite hoy en una nueva versión fílmica del cuento.
La telaraña de Charlotte (2006) es largometraje dirigido por Gary Winick, con actores reales, con animales por computadora y con animales reales, matizados con efectos digitales. La truculencia es buena, agradable y convincente para los resultados finales de un filme que apuesta a menear los sentimientos del público, sean niños o adultos. Si nos hace llorar por ello, mejor.
Se trata de un relato para conmover. Primero es una niña quien salva a un chanchito de la muerte, al cual iban a sacrificar por ser un puerco enano. Luego es una dama llena de personalidad y encanto, llamada Charlotte (Carlota), quien salva al marrano para que no lo conviertan en costillas o chuletas navideñas. Charlotte es una araña muy llena de una gran prestancia y de generosidad.
Lo bueno de todo esto es que Charlotte va salvándole la vida al cerdito con tejidos especiales que hace cada noche en su telaraña, vistos por los granjeros como milagrosos. Cada tejido describe la personalidad del cerdo y evidencia el carácter amoroso del arácnido para defender a Wílbur (Wilfrido, en otras versiones, o Will).
En esta película, el papel de la niña Fern lo hace la magnífica actriz Dakota Fanning, muy bien como siempre, pero quien corre el riesgo de verse encasillada en este tipo de roles cuando en realidad su talento da para muchísimo más.
Lo cierto es que el chanchito puede ser apetitoso, pero al final de la película no seríamos capaces ni de ponerle limón a los chicharrones de cerdo, ni de destripar una araña (¡que se nos llene la casa de telarañas!). Hasta engordaríamos a la rata graciosa, comilona y pilluela que sale en esta hermosa cinta/aventura.
Les recomendamos que vean esta película en plan familiar, padres e hijos, aunque luego tengan que ir a comer hamburguesas vegetarianas. El relato es sencillo, pero resulta eficaz con sus toques sentimentales. Es cine hecho con la inteligencia del corazón, con talento de sensibilidad, de ahí su frescura y la convicción de su moraleja.