
Con algún retraso, se estrenó en el país la película El incomprendido (2004), con la dirección, guion y actuación de David Duchovny, actor conocido por la serie televisual titulada Los expedientes X , también llevada al cine.
Este actor dirigió, en su momento, dos de los episodios de esa serie, con alienígenas en el beisbol y en el mundo "pasarelo" de Hollywood.
Empecemos señalando la deplorable traducción del título original del filme, The House of D , que proviene de "house of detention" (cárcel), a uno que dice poco o nada sobre la trama de la cinta, como lo es El incomprendido .
Se dice que este largometraje es una fábula emocional; por consiguiente, tiene moraleja válida, aunque previsible. Para eso, estamos ante la historia de un hombre que recuerda su niñez y su amistad con un buen tipo, pese al retardo mental de este.
Por ahí transitan la madre del niño, hundida en la depresión, y una mujer que le habla al chico desde una celda.
Esta mujer es el rostro de lo extraño, encarcelada en una prisión que existió en pleno Greenwich Village, Nueva York, y cuya ventana daba a la calle.
Ella se comunica con el adolescente, de 13 años, con la ayuda de un espejo para verlo, que saca por el enrejado de dicha ventana.
El guion resbala sobre el aspecto dramático de tales recuerdos y, por eso, no le da más presencia a un secreto atorado en el personaje principal, un abejón en el buche que él trae desde sus 13 años y solo lo suelta cuando su hijo cumple igual edad. Este es el núcleo argumental de la película, el eje de su dramaturgia, el nudo del relato, el elemento significante.
Sin embargo, el director Duchovny prefiere mostrarlo de manera nostálgica, quitándole toda gravedad dramática que le es inherente. Es su manera de endulzar el conflicto y de llevar el filme, por secuencias, a la comedia. Pierde, así, la oportunidad de alcanzar mejores resultados.
De ahí la dilución temática de la película, que parece flotar por encima de ella misma, como quien tira la piedra y esconde la mano.
Así rehúye esta cinta sus posibilidades dramáticas, para redondearse en un final felicísimo que procura agradar a Raimundo y a todo el mundo.
Por supuesto, le aplaudimos al filme su actitud de nunca buscar la lágrima fácil y de apostar por darle presencia al concepto de la amistad. Lástima que las actuaciones no aporten más en este sentido, donde sobresale el joven Anton Yelchin, pero Robin Williams se acartona en un estilo sentimentalucho, sin que haya director que le sacuda el talento.
Téa Leoni, por su parte, sobreactúa tanto como fuma su personaje de madre acongojada.
El propio David Duchovny ni siquiera logra el buen nivel actoral que le veíamos como el agente Fox Mulder en la televisión. Sin embargo, es mejor ir a ver este tipo de cine, con moraleja apreciable, antes que otro de violencias rápidas y furiosas que circula por ahí.