De nuevo la industria hollywoodense nos receta una película cargada de estereotipos en contra de la mujer, cuando esta asume el papel de suegra. Como glosa, no olvidemos que este es el primer paso de una metamorfosis tradicional: la suegra será la abuela que debe renunciar al goce de sus últimos años para cuidar a los nietos. Por supuesto que esto último es harina de otro costal.
Lo cierto es que el filme Una suegra de cuidado (2005), dirigido por Robert Luketic, tiene un solo atractivo en publicidad: el regreso de la actriz Jane Fonda a la pantalla grande, luego de 15 años de ausencia. Lo malo es que Jane Fonda no se preocupó por escoger mejor su película de retorno; así, creyó que esta era una alfombra y resultó una resbaladiza cáscara de banano.
Sucedió lo inevitable: el resbalón y el sopapo que se ha dado nuestra querida actriz, ese golpe fuerte, la dejará por un buen rato con dolor en la colita (cóccix, como dicen los profesionales).
Para Jennifer López, ya lo sabemos, trabajar en una película mala no es ninguna novedad y, en ella, actuar como diva sin talento tampoco es primicia alguna. Al actor Michael Vartan, quien encarna al hijo y novio, el guion lo trae como en sombras: ni pincha ni corta.
Ese es el panorama histriónico, pero no es lo peor. Lo peor, amigos lectores, es eso y todo lo demás: la película entera con sus chistes predecibles, la puesta en escena que bordea constantemente lo ridículo, la estupidez de la trama mostrada con absoluta impudicia, la caracterización parlanchina de los personajes y el argumento estirado más allá de lo razonable.
¿Seguimos? Se trata de una película esquemática, convencional, llena de tiempos muertos, sin pulso narrativo, sin estilo alguno, sin convicción, colección anodina de lugares comunes y con diálogos de sonrojante simplonería.
Su visión baladí de los sentimientos resulta pornográfica.
¿Seguimos aún más? Las histerias de la suegra paralizan a un argumento que siempre arrastra los pies; no se sabe cuándo termina el suplicio de la nuera, porque el espectador está hundido en el tormento de soportar esta comedia. No es una película filmada, sino degradada; sus personajes parecen metidos a la fuerza, con calzador, son monigotes; este es un filme emocionalmente hueco. Es una comedia hipotecada.
En fin: si a esta película no le ponemos el 1 en su calificación, si nos atrevemos a darle el 2, debe ser porque nos come el cariño por Jane Fonda, a sus 68 años, y recordamos a la espléndida actriz de Barbarella (1968), Baile de ilusiones (1969), El pasado me condena (1971), Julia (1977), Agnes de Dios (1985) y The Morning After (1986), entre otras. Luego de esto, solo queremos olvidar el mal trago que nos produjo esta bobería en cine.