
Hay películas capaces de meter al crítico en un zapato y peor aún si hay que reducirlas a un número para cuantificar su calidad.
Este es el caso del largometraje Nacho Libre (2006), producción estadounidense dirigida por Jared Hess pero de raigambre muy, muy mejicana y, si se quiere, latinoamericana; no solo temáticamente, sino también en su aspecto físico.
La historia es simple: la de un monje llamado Ignacio, cocinero en su monasterio, quien aún no hace los votos y cuida, con amor evangélico, huérfanos en la región de Oaxaca. Preocupado por lo poco que se les da a los niños, Nacho decide buscar otra fuente de ingresos para la congregación y la halla en la lucha libre, lo que le traerá algún éxito y muchos problemas.
De paso, al monasterio llega una hermosa monja como maestra. Se trata de la hermana Encarnación, de quien nuestro hermano Ignacio se enamora, lo que choca con su condición de religioso.
La trama es agradable sin ser exhaustivamente cómica y se propone mostrar una época reciente en un pueblito muy latino-mejicano, aunque en el filme sea en inglés.
¿Cómo exigirle más calidad a una cinta que, adrede, no se la propone? Es definitivo: no siempre debemos ver las películas con un libro de estética en la mano y un tratado de apreciación cinematográfica bajo el brazo.
Esta película es un homenaje a la gente buena de los poblados pobres de esta “América Nuestra”, según la definía José Martí.
No solo eso, también lo es al gusto popular por la lucha libre en lugares como el que vemos en el filme, con el sabor, humilde o no, de dicha actividad. Es también homenaje a las viejas películas mejicanas de lucha libre, sobre todo las de El Santo y Blue Demon , entre otras.
No debemos olvidar a aquellos actores que daban humor a esas cintas, como Clavillazo, Tintán, Resortes, Mantequilla y otros. Así debemos entender ahora la presencia de Nacho (encarnado por Jack Black) y de su compañero de luchas: Esqueleto (encarnado muy bien por el actor Héctor Jiménez, lo mejor de la película).
De acuerdo: la historia en Nacho Libre se desinfla cuando comienza a ser más simplona de la cuenta. Estamos de acuerdo en que al director Jared Hess le falta creatividad para la expresión visual del relato, aunque nunca pierde el hilo de la historia. O sea, la dirección peca por pasiva; pero, aún así, el filme reza jocosamente porque quien peca y reza, empata.
El propio New York Times expresó: “Película simpáticamente ridícula, es su dulzura la que nos cautiva; si todo no fuera tan maravillosamente absurdo, podría hacerte llorar”. Sí, es un filme completamente singular, es lo que quiere ser y así se ve, basado en la historia real del sacerdote mexicano Sergio Gutiérrez quien, como luchador, se llamó Fray Tormenta. ¡Ya ven!