Una tragedia criolla
Cenizas del Paraíso. Dirección: Marcelo Piñeyro. Guión: Aída Bortnik y Marcelo Piñeyro. Productores ejecutivos: Ricardo Wullicher y Pablo Rossi. Con Héctor Alterio, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Leticia Brédice y Daniel Kuzniecka. Argentina, 1997. Estreno.
En la tradición del cine argentino, el thriller sicológico no es inusual: allá por los 40 y 50, los cineastas rioplatenses filmaron El muerto falta a la cita, Apenas un delincuente, Si muero antes de despertar y Los tallos amargos, por citar solo unos títulos.
De ahí que Cenizas del Paraíso, la multipremiada película de Marcelo Piñeyro, tuvo una vertiente nacional donde abrevar, muy apegada al suspenso y el enigma, vertiente que Piñeyro aprovecha y elabora de un modo casi durreliano (por Lawrence Durrell, el autor de Cuarteto de Alejandría), es decir, sometiendo los mismos hechos ya ocurridos a tres puntos de vista diferentes.
El filme se inicia con un paroxismo, algo infrecuente en el género, y de inmediato camina hacia la explicación: la misma noche en que el juez Costa Makantasis (Héctor Alterio) cae de la terraza del Palacio de Justicia, la joven Ana Muro (Leticia Brédice), de 22 años, es asesinada de 15 puñaladas en la casa del juez.
Aquí toma cartas la justicia oficial y, a su vera, se alinean los extraños y movedizos flashbacks de los tres hijos del juez, quienes se autoacusan de la muerte de la muchacha.
El recurso, de por sí válido, le abre a Piñeyro una mirada introspectiva sobre cada uno de los personajes y, al mismo tiempo, le permite una reflexión indirecta sobre la extraña vecindad del amor y la muerte.
Cenizas del Paraíso entretiene, sin duda, y aporta un clima de incertidumbre y de mañosas inexactitudes que urgen la reconstrucción total de la historia, lo que implica ponerla al derecho, empeño que asume la doctora Teller (magnífica Cecilia Roth) para comprobar -como suele suceder con el buen cine argentino- que las instituciones judiciales no son justas.
La película tiene, asimismo, una clave cultural: Makantasis es de origen griego y el padre de Ana -fuerte empresario- proviene de romanos. Las dos civilizaciones clásicas topan en Buenos Aires, crisol de nacionalidades, y la tragedia resultante se vuelve mestiza, definitivamente criolla.