Enemigo íntimo (The Devil's Own). Dirección: Alan J. Pakula. Guión: David Aaron Cohen, Vincent Patrick y Kevin Jarre. Fotografía: Gordon Willis. Música: James Horner. Con Harrison Ford. Brad Pitt, Margaret Colin, Ruben Blades, Treat Williams. Estadounidense, 1997. Estreno.
El cuento norteamericano dice que el Orden castiga el crimen; el cuento irlandés, que el Orden es el criminal.
Enemigo íntimo opone las dos visiones a partir de una trampa que podríamos llamar destino. El policía Tom O' Meara, oriundo de Irlanda, hospeda en su casa de Nueva York a Frankie Maguire, militante del clandestino ejército de su país natal.
El primero no conoce la verdadera identidad del otro, quien vino a Estados Unidos para comprar armas, y lo alberga a pedido de un influyente juez que explota la común ascendencia de ambos.
Alan J. Pakula, director de larga trayectoria (uno de sus títulos más recordados es El informe Pelícano, 1993), maneja con habilidad la situación, a través de un ritmo calculado que, si bien descarta la prisa, no deja pausa al espectador y lo involucra en las peripecias del filme.
Pero lo importante es que el relato permite apreciar dos perspectivas de neto corte ideológico -ingenuista, la de Tom; trágica, la de Frankie-, perspectivas que están allí para justificar una práctica o legitimar intereses.
Sin embargo, la película acierta (aunque casi en seguida derrota su propio acierto) cuando aborda el trauma del segundo, el recuerdo del padre asesinado por un grupo antisubversivo: los sentimientos ocupan entonces el centro de la acción y eclipsan cualquier verdad ideológica. Claro, esto es apenas un ramalazo, una crisis tardía; y lo que sigue no aporta después ninguna solución narrativa que no sea la muerte, lo que sin duda debilita el final y explica, junto con la falta de profundidad sicológica en el diseño de los personajes, por qué el duelo último no alcanza la grandeza que prometía.
Harrison Ford se limita a llevar adelante su papel de policía sin despeinarse demasiado, mientras Brad Pitt -en un rol mucho más complejo- se las ingenia para transmitir una determinación y un matiz de espera que rebasa las prescripciones del guión.
Y ya en el estribo, dentro del capítulo de magias parciales, anoto el siguiente par: primero, la presencia de la cámara de Gordon Willis, el asiduo colaborador de Woody Allen, de quien éste dijo que "pinta con la luz", a la manera de un Rembrandt del sétimo arte; y segundo, el magnífico momento de libertad que nos regala el filme cuando Frankie -solo contra el mundo- toma el metro, camino de una cita terminal con los traficantes de armas.
Enemigo íntimo, favorita de las adolescentes que van por Brad Pitt, es una película que, pese a las objeciones que uno le haga, puede verse sin penas ni agravios. A ratos, y estoy en condiciones de garantizarle, sentados en la punta de la butaca.