El Russian Classical Ballet fue fundado en Moscú por Evgeniya Bespalova en 2005; esta joven agrupación es heredera de la gran tradición del ballet ruso y nos presentó una obra emblemática del repertorio clásico. Es la primera vez que, en los escenarios costarricenses, se baila El lago de los cisnes . La compañía rusa interpretó los cuatro actos que conforman la versión original.
Recordemos que este ballet se estrenó en 1877 en el Teatro Bolshói de Moscú y tiene una duración de más de dos horas con música de Pyotr Ilych Tchaikosky y coreografía de Julius Reisinger. Sin embargo, el éxito le llegó en 1895 con la versión de Maruis Petipa y Lev Ivanov bailada en San Petersburgo.
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El lago de los cisnes tiene dos versiones de final y el elegido corresponde a que Odette y Sigfrido mueren ahogados en el lago, después de que el hechizo que la tiene convertida en cisne no se puede deshacer; esto se debe a que Rothbart está iracundo porque el príncipe Sigfrido se niega a cumplir la promesa de desposar a Odile, el cisne negro. Este sacrificio hace que las demás hechizadas recuperen su estado humano y que Rothbart sea derrotado llevándolo a la muerte.
Otro tema de la obra es el triunfo del bien ante el mal, donde el hechizo de Rothbart invade la vida de Odette (cisne blanco), su gemela Odile (cisne negro) y las otras doncellas y solo el amor del príncipe Sigfrido podrá cambiar la vida de las hermanas.
De lo visto en la segunda noche de la temporada en nuestro país, a cargo de 30 artistas europeos, puedo señalar que la primera escena estuvo un poco floja y carente de sincronización, ya que la mayoría de los bailarines no se veían bien acoplados ni apoderados del espacio. Esta situación se superó a partir de la escena de los cisnes; de ahí en adelante, parecía otro elenco, seguro y aplomado en la interpretación.
Lo que más le exige este ballet a la protagonista, en este caso, la ucraniana Iryna Khandazhevska es que tiene que ejecutar dos personajes y demostrar la dulzura del cisne blanco y escenificar la intriga del cisne negro. Además de ejecutar los difíciles dúos de cada acto, junto a su compatriota Anatoli Khandazhevsky. En todos sus apariciones, Iryna Khandazhevska mostró un domino técnico e interpretativo de alto nivel. Logró instantes memorables como el por de bras del final de primer acto, en el cual emuló las alas del cisne.
Otra escena esperada de este ballet es el cuarteto ( pax de quatre ) de los cisnes que requiere una sincronía y absoluto apego a la partitura musical. Situación que las jóvenes bailarinas sacaron adelante y recibieron un caluroso aplauso. También logró ovaciones Iurii Kalinin en el papel de bufón de la corte, al impresionar con sus saltos y cautivar por su fina personificación; asimismo, lo hizo Daria Mosolkova mientras ejecutó el dúo de la española al lado de Vladimir Dorofeev. Quien no pudo atrapar al público por su poca proyección escénica fue Alexander Tarasov en el papel del mago Von Rothbart.
En general, el montaje contó con una escenografía a base de telones que indicaron los diferentes espacios donde se desarrolló la historia, así como un vestuario colorido y un diseño de iluminación sin muchos cambios, elementos característicos de estas coreografías.