
La compañía de Tango Volver, dirigida por la bailarina y coreógrafa argentina Carmen Tarsi, presentó el espectáculo denominado Tango Pasión en su primera gira por Costa Rica. Esta obra contó con música en vivo, interpretada por el conjunto Vieja Guardia, y quiso mostrar, a través de la coreografía y la música, diferentes etapas por las que ha transitado el tango.
Mediante una veintena de números coreográficos realizados por Carmen Tarsi, el brasileño Filipe Nobre y la colaboración del resto del elenco, se escenificaron seis estampas tituladas: La noche , Salón de baile , Burdel , Piazzolla , Patio de milongas y Mi Buenos Aires querido . Estas secciones se articularon con la intervención del trío musical y la participación de la soprano Valeria D’ Astoli.
Para crear una adecuada ambientación se proyectaron en el ciclorama imágenes de los artistas plásticos La Bourdette, Piacenza Onoforio y Alonso Figari, reforzando el tema tratado. De igual forma el vestuario para cada escena fue vistoso y bien elaborado. La escenografía fue simple: unas sillas y una mesa.
Vale recordar que en nuestro país, en la última década, hemos visto muchas compañías de tango, buenas, malas y regulares. También hemos presenciado algunas realizaciones de exponentes importantes como las coreografías de Ana María Stekelmann y las interpretaciones de los bailarines dirigidos por Julio Bocca, por mencionar las mejores.
Por lo tanto, el nivel coreográfico del montaje Tango Pasión no es nada novedoso, ya que sus resoluciones son pobres en la utilización del espacio, así como en las variaciones de los alzados. Vimos dinamismo en los juegos de pies, pero, fundamentalmente, faltó recrear esa sensación de intimidad entre las parejas, lo melancólico y sensual. Estuvo ausente esa dinámica de bailar un tango entre la vida y la muerte.
Esta simpleza también se dio a nivel interpretativo. El desempeño del resto del elenco fue irregular, ya que demostraron poca proyección. De esto se salvó Filipe Nobre en el solo de Tanguedia musicalizado por Piazzolla. Por su parte, la bailarina que más proyectó la sensualidad y vivacidad que posee este arte fue, Claudia Pereyra. Ella transmitió, junto a sus compañeros de baile, dominio corporal, elegancia en el Vals, picardía en la milonga y pasión en los tangos.
En relación a la plástica escénica del espectáculo, hubo algunos problemas técnicos en las proyecciones de las imágenes, las cuales le robaron la magia al revelar los instrumentos de la tecnología digital en el ciclorama.
Un momento culminante de la obra fue Adiós Nonino , a cargo del trío vieja guardia. Ellos: Alberto Gancedo en el violín, Fausto Danesi al bandoneón y Pedro Fernández en el piano nos dieron una nueva y apasionada versión de un clásico de Astor Piazzolla.
Lo mismo sucedió en el tango Melancólico de Julián Plaza. Por su parte, Valeria D’ Astoli se lució al interpretar de Lepera-Gardel Mi Buenos Aires querido .
Finalmente, danzantes y músicos se fusionaron y emocionaron a los presentes con La cumparcita .