El cineasta ruso Andréi Tarkovski, en su libro Esculpir en el tiempo, escribió: "El realismo es inclinarse hacia la verdad, y la verdad siempre es bella". Esta frase le viene como anillo al dedo a la obra dramática Las ranas (1960), escrita por el uruguayo Mauricio Rosencof (nacido en 1933), y llevada ahora a la escena costarricense por el Colectivo de Teatro Imaginario, bajo la dirección de Mauricio Astorga.
Con la fuerza del realismo próxima a la del naturalismo, nos encontramos ante el reflejo de una realidad cotidiana e injusta: la presencia de la pobreza y el modo de sobrevivir de los pobres, vistos con el determinismo que los aprieta. No en vano, de joven, el autor Rosencof fue miembro del grupo revolucionario los Tupamaros y torturado en cárceles uruguayas. Rosencof hoy destaca como periodista, novelista y dramaturgo.
Podríamos pensar que Rosencof es un hombre derrotado en su utopía, pero no. Él sigue fiel al ideal de un mundo más justo, sobre todo ahora que la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado con las políticas económicas neoliberales. Así, Las ranas muestra la llaga de la pobreza en un barrio marginal.
El director Mauricio Astorga ha sido fiel a esa denuncia. No solo con su diseño de la escenografía, en conjunto con Javier Fernández y Giovanni Linares, sino también con la actitud que campea en escena, sin darle lugar a la truculencia. Incluso, Astorga se atreve con un híper-realismo y subraya ese mundo marcado por tugurios, por la prostitución enajenante, por personajes demacrados, por sujetos humillados y por contradicciones entre los propios pobres. Esa atmósfera se refuerza con los atinados acentos de música y luces.
Si alguien piensa que este es un teatro propio de los movimientos sociales y del arte de los años 70, está equivocado. Esta puesta en escena lo que sí nos dice es que hay artistas que buscan recuperar el compromiso social abandonado por ellos mismos, cuando prefirieron hacer del teatro una mercancía. Por eso, elogiamos el esfuerzo histriónico para darle consistencia humana al hecho escénico.
Destacan Gisela Flores, como Estela, al frente de un hogar con el esposo atado a una cama por un accidente; María Chávez, como María, la mujer pobre atropellada por el machismo inclemente; y Catalina Sánchez, como Estela, cuyos sueños se hunden en la prostitución. Es laboriosa la actuación de Andrés de la Ossa, como Jacinto, quien ofrece ilusiones que mueren con las palabras. El público, por su parte, premió el trabajo con aplausos solidarios.