Las vacas locas (café teatro). Textos recopilados por Lucho Barahona y adaptados por Marcia Saborío. Con Marcia Saborío y Lorelay Sancho. Iluminación: Pablo Piedra. Música: Luis Diego Solórzano. Vestuario: Luis Alvarado. Escenografía y dirección: Lucho Barahona. Teatro del Ángel , función del jueves 5 de febrero.
El espectáculo debe continuar. En televisión, en escenarios, en las corridas de toros, donde sea, para Marcia Saborío su estilo repetido y aplaudido de hacer humor debe continuar, aunque gire sobre sí misma, aunque se plagie a sí misma: su humor debe continuar.
Esta vez se hace acompañar de alguien tan igual a ella como una lágrima a otra, aunque sean lágrimas de risas. Se trata de Lorelay Sancho, y lo que sale es un mal llamado "café teatro" porque no lo es titulado Las vacas locas .
Tampoco es un acto cabaretero, bien lo dicen ellas. La verdad, se trata de un agradable encadenamiento de buenos chistes más o menos actuados, con espontaneidad y salero, bastante inocuos, nada satíricos, poco caústicos y ajenos a cualquier propósito crítico.
De ninguna manera es un espectáculo chabacano. Más bien, pretende cierta elegancia escénica dentro de los límites de su propuesta eutrapélica (de jocosidad para sectores urbanos). Es el espectáculo como actitud epidérmica: mientras haya vida, que también haya chistes, que el vacilón no pare.
Ese discurrir de chistosidades deviene burlas y burlerías cuando Marcia y Lorelay, despojadas de sus trajes de vacas locas, se meten con el público, para reírse y hacer reír a costa de algunos asistentes. Chascarrillos y chuscadas. Siempre con el humor a ras de piel, superficial, como si viviéramos en el limbo de las chanzas.
Es una oportunidad desperdiciada para poner el humor y el escenario al servicio de algo más útil que la risa neutra, esa risa que se agota con el acto mismo de reírse, de consumo instántaneo y olvidable no más a la siguiente carcajada.
No hay duda de que Marcia Saborío tiene encanto en su oficio; lo que llaman vis cómica, siempre con humor espontáneo e intuitivo. Agrada verla, desde el más simple de los detalles.
No sucede tan igual con Lorelay Sancho, pero se agradece su esfuerzo para mantener la cuerda del humor en su cómica tensión.
La dirección de Lucho Barahona es más bien nominal, pero sí hay que aceptar el buen subrayado que ofrece la música. Si tuviéramos que destacar un momento de la propuesta, nos quedamos con Marcia Saborío y su viaje en avión: ingenioso y bien actuado.
Al final, entendemos por qué hemos reído, pero en nada hemos cambiado: ese humor no es reto para nada. De alguna manera es la chuscada sin ideales, el chiste enfangado como mercancía, que se escurre como liebre, aunque hable de vacas.