Como muchos otros grandes autores de la literatura mundial, el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) escribió un libro que hubiera querido hacer desaparecer: El tamaño de mi esperanza, de la década del 20.
El mes del centenario del nacimiento del escritor está haciendo resurgir muchas historias y anécdotas.
Según el tradicional diario argentino La Nación, Borges escribió en su años mozos El tamaño de mi esperanza y sufrió cuando, una mañana de 1971, estando en Oxford, un entusiasta estudiante le comunicó telefónicamente que había encontrado un ejemplar de esa obra, que reaparecía después de varias décadas de mantener a ese título de la juventud en el repudio más absoluto.
"¿Qué vamos a hacer, María? ¡Estoy perdido!", afirman que dijo Borges a su mujer María Kodama cuando colgó el receptor.
Esa obra había tenido peor destino aún que otros dos ensayos escritos en la misma época: Inquisiciones (1925) y El idioma de los argentinos (1928), que Borges suprimió de la primera edición de sus obras completas, pero que luego accedió a publicar en forma separada.
Los textos de El tamaño de mi esperanza fueron apareciendo en varias publicaciones y, finalmente, la revista Proa los agrupó en un libro editado en 1926. Luego pasó al olvido hasta que fue encontrado por el estudiante de Oxford. Todos los textos fueron rescatados en 1993 por decisión de María Kodama.
Según los estudiosos, el fuerte desprecio de Borges por esta obra se debe a que, probablemente, el "criollismo excesivo" de los 20 ensayos que la conforman le parecían una imprudencia producto de fervores juveniles.
Borges mismo calificó su obra de "mentideros de la emoción", cuando ya se había afianzado en él una tendencia universalista.
Entre las numerosas curiosidades que salen a luz en estos días del centenario del nacimiento de Borges, se destaca una edición artesanal de 25 ejemplares de El Aleph, que se vende a $25.000 (¢7,2 millones) cada uno.
Cada ejemplar es ilustrado por la artista Gabriela Aberastury -quien demoró 13 años en concluirlos- y difiere de los otros en ilustración e impresión.
Varios de estos ejemplares ya están en manos de coleccionistas particulares y uno fue adquirido por la biblioteca Bridwell de la Universidad Metodista del Sur de Dallas, que lo exhibe en estos días.