A finales de julio, la Cooperativa de Productores de Leche Dos Pinos lanzó una presentación de leche en botella de vidrio que tocó las fibras del recuerdo y la nostalgia de miles de consumidores.
La oferta de 7.000 botellas diarias fue poca para la demanda que, en algunos casos, hizo que los interesados llamaran a los supermercados a pedir que les apartaran algunas unidades o averiguar si las tenían disponibles.
En el Autoservicio de Dos Pinos en Barrio Luján, las mil botellas enviadas allí no duraban más de dos horas a la venta. Incluso, hubo filas de clientes que se apostaban en las afueras del edificio, a la espera del camión con las botellas, relataron los encargados.
El recipiente de vidrio descontinuado hace 28 años se transformó en un boleto a la nostalgia, pues la botella –más que leche– encierra para muchos el recuerdo de un país donde el pan y la leche se dejaban a la puerta de las casas y nadie los tocaba. Eran otros valores... otro país.
No obstante, la producción local de leche ha resistido la prueba del tiempo manteniendo a flote valores que han hecho de esta industria la más competitiva de la región; tanto así que en Costa Rica es más barato un litro de leche que una cerveza.
Esta situación cambió hacia el siglo XX, cuando se importaron ejemplares de razas especializadas como Jersey, Holstein, Guernsey y Pardo Suizo, según registros de la Cámara Nacional de Productores de Leche.
La familia Barrantes Salazar, productores de la finca El Cedro, en Llano Bonito de Zarcero, ejemplifica la evolución del sector.
Hacia el año 1900, Alejandro Barrantes Barrantes empezó a producir leche para hacer queso. Este se distribuía en Zarcero y comunidades cercanas.
En esos años, el ordeño era manual y los productores llevaban la leche en carreta o a lomo de caballo, en tarros de aluminio.
Hacia la década de 1940, su hijo, Julio Barrantes, asumió la producción que compraban intermediarios en la zona, algunas veces con más pena que gloria por la inestabilidad de los pagos. Esto era frecuente en esos años y afectaba la cadena productiva.
Según recuerda don Julio, su situación cambió a finales de los 70, cuando se unió a la Cooperativa de Productores de Leche Dos Pinos –fundada en 1947–, la cual trajo estabilidad económica a muchos productores como él.
La aparición de Dos Pinos ayudó a organizar el sector en cooperativas y marcó el inicio de su evolución técnica, a lo cual también contribuyó el arribo de otras empresas y grupos.
En 1953 un grupo de familias cuáqueras de Alabama –Estados Unidos– formó en Monteverde (Puntarenas), la empresa Productores de Monteverde.
La compañía se convirtió en motor de desarrollo, pasando de recibir 400 litros de leche diarios a 50.000 litros diariosprecisó su gerente, Jose Luis Vargas Leitón.
La empresa pasó de producir dos tipos de queso maduro, a un portafolio de 30 productos que le permiten comercializar 200.000 kilogramos de artículos al mes.
Monteverde, por su parte, emplea a 200 personas y recibe leche de 250 pequeñas y medianas fincas en las zonas de Monteverde, Bijagua de Upala y Miravalles.
Sus fundadores abrieron el capital de la empresa y, desde los años 70, permitieron la participación de productores y vecinos en el patrimonio.
Así, este pasó de pertenecer a 12 familias cuáqueras a 425 socios en la actualidad; de estos, nadie posee más del 5% del capital.
En Costa Rica, la producción lechera también ha sido un importante generador de empleo, pues cerca de 144.000 personas dependen de esa industria en forma directa.
Arnaldo Ortiz, presidente de Dos Pinos, dijo que en los años 60, la producción en las fincas empezó a planearse con más control y mejoras técnicas, en cuenta la genética del hato.
En Costa Rica se produce al día un volumen de 2,2 millones de litros de leche.
De ese volumen total, el 60% (1,3 millones) va al sector industrial, y un 40% (900.000 litros) pasa al artesanal .
Dos Pinos recibe al día un millón de litros en su planta en El Coyol de Alajuela, cantidad que equivale al 77% del proceso industrial.
Además, la genética –semen de toro– empezó a importarse de Norteamérica y Europa en pipetas de plástico congeladas (parecidas a removedores de café), lo cual mejoró la calidad del hato.
Un avance genético logrado tras varias décadas es la reducción en el tamaño de las ubres pues si son muy grandes se exponen más a golpes y lesiones que pueden ocasionar una infección.
Alejandro y Guillermo Barrantes Salazar, hijos de don Julio, manejan hoy las vacas de su finca con el sistema de apartos: sectores en la propiedad que se alternan para que las vacas pasten. Esto mejora el uso de la tierra y la alimentación del hato.
El resultado de avances como ese hizo que el volumen de la producción lechera pasara de 308.000 toneladas métricas en 1980 a 851.000 el año pasado, precisó Érick Montero, director ejecutivo de la Cámara Nacional de Productores de Leche.
La inversión y mejora constante asumida por 14.355 fincas donde se produce leche se tradujo en un esquema de pago donde se valora cantidad y calidad.
Dos Pinos, por ejemplo, paga la leche premium a $40 centavos el litro (¢208 según el tipo de cambio para venta que da como referencia el Banco Central).
“El 98% de la leche es premium por su bajo un nive Además, Dos Pinos paga mejor la leche por su grasa, que es básica para fabricar queso.
Dos Pinos maneja un rango de pago adicional si la leche contiene entre 14,4% y 11,7% de grasa por litro, lo cual puede generar al productor hasta ¢5 adicionales.
La principal cooperativa del sector posee una flotilla de 550 camiones que traen leche de 1.500 fincas y visitan 25.000 comercios cada dos o tres días para dejar producto fresco.
El sector también lo integran cooperativas como Coopeleche o Coopebrisas, y empresas como Inlatec, Vitola, Italticus, Indulac, Italconan, Los Alpes y Tiqueso.
En el plano artesanal, operan distribuidores de leche cruda –el típico lechero–, empresas familiares de quesos y pequeñas plantas industrializadoras.
Ya sea que la leche se use para llenar las buscadas botellas de vidrio o para venderla por el barrio, su obtención es el fruto del trabajo iniciado en las fincas, y este exige mucha disciplina y concentración.
Los animales se ordeñan, sin excepción, cada día del año, explicó Alejandro Barrantes.
Las vacas permanecen cinco minutos en la celda de ordeño, donde se revisan y limpian sus ubres. Además deben ir bien tranquilas al proceso.
Nada inquieta más a estas “damas de potrero” que la presencia de extraños en su rutina, o rayerías y tormentas; por eso, se debe incluso esperar que pasen para iniciar el ordeño.
Cuando los animales se asustan, “esconden” su leche –no baja a la ubre– y puede verse afectada su calidad: vacas asustadas generan más bacterias en la leche, explicó Alejandro Barrantes.
Una vaca da en promedio 20 litros de leche diaria pero la inversión en ella es considerable por el cuidado que exige el hato.
Montar una lechería, sin incluir las vacas, cuesta más de ¢15 millones solo en equipos y recinto de ordeño calculó Julio Barrantes. Sin embargo, la inversión rinde sus frutos.
“La producción puede desarrollarse en áreas pequeñas, exige servicios de apoyo que dan trabajo indirecto y los productores viven e invierten en sus propias comunidades”, dijo Montero.
Coopebrisas, en Las Brisas de Alfaro Ruiz, fundada en 1973, ingresó al sector lácteo hace 14 años y logró crecer sin perder de vista la inversión comunal.
Su gerente, Édgar Rojas, dijo que la organización, compuesta por 800 productores agropecuarios, produce diferentes quesos frescos, yogur y natilla, gracias al aporte de 52 finqueros de Alfaro Ruiz y San Carlos.
La cooperativa se financia con la actividad lechera y la venta de suministros agrícolas, veterinarios y materiales de construcción en la zona. Rojas señaló que el grupo maneja invernaderos de chile dulce y tomate en seis cantones.
El caso de Coopebrisas refleja el crecimiento social y económico ligado a un sector que cuida su nivel desde la primera línea productiva: las vacas y finqueros que madrugan todos los días.