Aquello que pasó el domingo pasado en el estadio de El Pedregal no fue simplemente el concierto de música ranchera, fueron dos horas y cuarto de emociones y pieles erizadas, 175 minutos de sinceridad, 10.500 segundos de galantería y milésimas de milésimas de segundo en las que gente de toda edad vio su sueño cumplido: escuchar en vivo a Vicente Fernández.
"He esperado este concierto toda mi vida. Absolutamente: este es un sueño hecho realidad", dijo a Viv a Carlos Luis Fernández, de 44 años de edad, y que esa noche se olvidó que era abogado y se vistió con su camisa de cuadros y su sombrero vaquero. Cargaba en una agenda de cuero una fotografía de cuando Chente era joven y no pudo, en todo el concierto, borrarse de la cara su sonrisa.
La mayoría de las casi 10 mil personas que se reunieron en El Pedregal se olvidaron de todo esa noche.
¿Qué importaba el frío? Muchos llevaban hasta cobijas. ¿Qué importaba el hambre? Saciarla costaba hasta ¢800 por un paquete grande de Picaritas. ¿Qué importaba la profesión o el pedigrí? Los sombreros, camisas, pantalones y botas vaqueras iban bien en muchos cuerpos.
Chente los conquistó apenas el Mariachi Chapalán entró a escena cuando eran las 6:45 p. m.
El mero, mero
Aquel Pedregal parecía que iba a reventar de tantos gritos cuando Chente, todo vestido de negro, pistola al cinto y sombrero charro en la mano se apareció en medio de los once músicos. Hizo una caravana con la cabeza y ¡se mandó! con La Penca . El Pedregal también cantó con él.
Niños sobre los hombros de sus papás, adultos mayores muy mayores abrigaditos hasta la orejas, jóvenes de veintitanto y señores y señoras de más de 40 no podían contener su emoción y aplaudían, cantaban y ovacionaban a don Vicente. No faltó quien le gritara "¡suegro!" y "¡Bien, Chente, bien!"
Su potente voz y su porte galán no fueron lo único que los conquistó con solo entonar las primeras estrofas: Grabé en la penca de un maguey tu nombre... los conmovió desde el principio cuando dijo: "Yo tenía ganas de conocerlos personalmente, así que siéntanse como si fueran mi familia. Yo voy a cantar hasta que ustedes gasten todo lo que pagaron por este concierto ¡Viva Costa Rica!".
Y lo cumplió. Cantó rancheras, corridos, boleros, baladas y tamboras. Cantó tanto, tanto que entregó más de 27 temas.
El Rey fue uno de los más aplaudidos y coreados, pero tampoco se quedaron atrás Mujeres divina s, De un rancho a otro , Lobo herido , Hermoso cariño , Me voy a quitar de en medio , De qué manera te olvido , Ella , Nuestro amor y Cruz de olvido.
Sin máscaras
"No es por aprovecharme de la ocasión, pero yo soy bien sincero", dijo don Vicente. Y dio pruebas de sobra y cada una de ellas fue más aplaudida que la otra.
"Estoy ciego o ahí veo que dice..." y comenzó a leer una manta en la que alguien había escrito: "Vicente: el pueblo te pide El adiós de la vida , Mal pago o Amor gitano ". y Vicente dio la orden "Éntrele mi mariachi" y cantó Amor gitano . "¿Era esa?" y la gente a puro grito decía que lo amaban.
Estaba cantando Ella , con los ojitos cerrados y el rostro arrugado como de pena, cuando abrió los ojos y mirando a una chica del público dijo "¡Hijo! aquí parece que las hacen a mano".
Los mariachis siguieron tocando y sin imaginárselo nadie Chente bajó con mil piruetas del escenario hasta que sus botas tocaron la gramilla.
Ahí no hubo reparo de edad; adultos y jóvenes se levantaron de sus sillas para verlo de cerca, y él, amable pero firme, les dijo: "déjenme tantito que yo le prometí a este joven que le cantaría esta canción y es solo para él". Don Vicente se le paró en frente a Rodbin Rojas Esquivel, que está postrado en una silla de ruedas. Hubo más de alguien que lloró y otros aplaudieron cuando Chente se sacó su corbatín y se lo dejó en las manos a Rodbin.
Subió al escenario para mostrarse como un tipo sin pelos en la lengua. "He hecho gira por siete países y en todos ellos la gente canta todas mis canciones, aquí me doy cuenta que ustedes saben algunas y eso es porque compran mis discos y me quieren, pero no porque la casa disquera me esté promoviendo. Pero no se preocupen, cuando llegue a México voy a solucionar esto". El estadio en pleno aplaudió.
Siguió cantando y llegó a Me voy a quitar de en medio . "Seguro ustedes la conocen y no será por mi casa disquera y lo digo y me vale una de pura y dos con sal".
"¿Ya están llenos?". "¡No, no!" y Chente seguía cantando y entre tema y tema, con un vaso con licor decía: "¡Saludcita" y más de uno respondió.
Volver, volver era el último tema. A Costa Rica quiero volver, volver... se marchó mientras el mariachí ejecutaba La Paloma , pero el público no se lo permitió.
Y como lo prometido es deuda, Vicente regresó y cantó tres temas más. La gente lo escuchó de pie, y de pie estaban cuando al terminar de cantar él se llevó la mano al pecho, se arrancó imaginariamente el corazón y lo lanzó al público. Para la gente él sigue siendo El Rey.