Para comprender el ambiente científico en el que vivió Ernesto Sabato debemos recordar algunos hitos históricos de la física nuclear.
En 1896, en París, Henri Becquerel descubrió el fenómeno de la radiactividad, cuyas propiedades investigaron numerosos científicos europeos. Los esposos Pierre Curie y Marie Sklodowska descubrieron varios elementos radiactivos y tuvieron la visión de una serie de aplicaciones beneficiosas para la sociedad.
En 1917, el físico Ernest Rutherford planteó la hipótesis del núcleo atómico como un objeto alrededor del cual giran los electrones. Hasta entonces, la ciencia aparecía como algo que solo traería beneficios a la humanidad.
El joven y la ciencia. En 1929, a los 18 años, Ernesto Sabato ingresó en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Mientras cursó estudios supo que, en 1932, James Chadwick había descubierto el neutrón como constituyente del núcleo y que, en 1935, los esposos Frédéric Joliot e Irène Curie habían producido radiactividad artificial.
Ernesto Sabato se doctoró en 1938, a los 27 años, y obtuvo una beca para investigar física nuclear en el Laboratorio Curie, con Irène Curie y Frédéric Joliot (Irène era hija de Pierre Curie y Marie Sklodowska). En diciembre de ese año, en Berlín, Otto Hahn y Fritz Strassmann descubrieron un fenómeno que cambió la historia: la fisión nuclear inducida por neutrones.
Ese fenómeno habría quedado como una curiosidad científica de no ser porque, en marzo de 1939, Frédéric Joliot descubrió que neutrones salen de los fragmentos de la fisión del uranio. A su vez, los neutrones son capaces de fisionar (dividir) otros núcleos de uranio, lo que abre la posibilidad de una reacción en cadena.
Basado en la reacción de dicha cadena, Frédéric Joliot presentó, a la Academia de Ciencias de Francia, una patente sobre un explosivo nuclear, la que quedó en secreto debido a que París estaba entonces ocupada por el ejército nazi.
En esos tiempos críticos para la física nuclear, Sabato trabajó con la histórica pareja Joliot-Curie y pudo ver cómo, poco a poco, se armaba el rompecabezas de las armas nucleares. Su estancia en París, en un laboratorio tenido por el más avanzado en ciencias nucleares, paradójicamente empezó a debilitar el interés de Sábato por las ciencias físicas, las que se volvían más abstractas: había que imaginar el núcleo, a partir de las radiaciones que emitía, las que se detectaban con instrumentos artesanales.
Incertidumbres . ¿Cómo afirmar algo sobre la estructura nuclear si no existía un microscopio capaz de ver en dimensiones nucleares: es decir, de una milésima de millonésima de millonésima de metro?
Algo más importante parece haber inquietado a Sábato: ¿cómo se usaría un explosivo nuclear (una reacción en cadena) si realmente lograse producirse? El científico, que se convertiría en escritor, tuvo más dudas que certezas.
En 1939, Ernesto Sábato viajó a los Estados Unidos para trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En 1940 fue profesor en la Universidad de la Plata, donde enseñó teoría de la relatividad y mecánica cuántica, dos disciplinas que en esos años revolucionaron la ciencia y que mostraban que casi todo lo aprendido hasta entonces no era verdad.
En las aulas, Sábato explicaba cómo la masa, el tiempo y la distancia eran cantidades relativas, que dependían de la velocidad del observador que las medía, y que el espacio era curvo.
Luego de varios experimentos, la mecánica cuántica ganaba lugar en la física. El estudio del átomo y del núcleo requería esa física que tenía mucho de comportamiento estadístico.
Ya nada era determinista, como sí lo creía Einstein. No se podía predecir el devenir de un sistema. La realidad de las cosas físicas empezaba a verse como influida por el observador. Podemos imaginar a Sabato enfrascado en su análisis de una física llena de incertidumbre.
La Segunda Guerra Mundial creó mayor incertidumbre en el ambiente científico puesto que se pensaba que el ejército nazi iba en busca de la forma de construir un artefacto nuclear.
Convencido por sus colegas europeos, Albert Einstein logró que el gobierno norteamericano iniciara el Proyecto Manhattan, cuyo objetivo fue construir la bomba atómica. Este proyecto dio lugar al más grande esfuerzo científico y tecnológico en el que participaron universidades y empresas privadas.
Con ese fin se realizaron desde el procesamiento del uranio hasta los cálculos más sofisticados.
Hacia las letras. Ya en París, Ernesto Sábato había empezado a poner en tela de juicio los propósitos de las ciencias. Su mente llegaba a generarle desencanto por la investigación de la materia, y se interesó cada vez más en la naturaleza humana y en la creatividad casi sin límites que permiten las letras.
Sábato incursionó en la poesía y en el surrealismo. Estas experiencias le generaron una crisis existencial que resolvió, en la Argentina, al abrazar la literatura, pero con un gran espíritu crítico, característica principal de los grandes científicos.
Finalmente, Ernesto Sabato se declaró anarquista: en el fondo, la expresión de su rechazo a lo que se había hecho con los conocimientos científicos.
A fin de cuentas, Sábato fue un científico que vivió un tiempo en la meca de la física nuclear, pero también en la cuna de los movimientos intelectuales contestatarios.
Ernesto Sábato fue ganado por la literatura, y la Argentina perdió al científico; no obstante, Sábato es uno de los literatos de mayor influencia entre los científicos.
El autor es físico e investigador peruano, y coordinador de la Red Internacional de Ciencia y Tecnología.