Washington, 8 jul (EFE).- Hay algunos males que duran más de cien años, y si no que se lo digan a los descendientes de Aaron Burr, el vicepresidente de EEUU que hace dos siglos mató en un duelo a Alexander Hamilton, uno los Padres Fundadores del país.
Aunque el próximo domingo se cumplen 200 años desde que Burr disparase una bala al hígado de Hamilton, el primer Secretario del Tesoro de EEUU y uno de los signatarios de la Constitución, los familiares de uno y otro bando todavía no se han perdonado.
Así, los representantes de los políticos se batirán ese día en un duelo ficticio -y televisado- en los acantilados del río Hudson, en Weehawken (Nueva Jersey), el mismo lugar donde Burr acabó con la vida de Hamilton.
Antonio Burr, primo lejano del vicepresidente y psicólogo de profesión, dijo que la figura de su tío se denigró a consecuencia del reto y sus importantes contribuciones al país quedaron oscurecidas.
"Burr fue uno de los perdedores de la historia. Estoy decidido a que las cosas queden claras", señaló.
Burr se batirá con Douglas Hamilton, biznieto del secretario del Tesoro y vendedor de ordenadores en Columbus (Ohio), convencido de que "Hamilton estaba en lo cierto y la historia lo ha probado".
Quizá esta representación, que irá acompañada de conferencias y otros actos conmemorativos, arrojen un poco de luz sobre un duelo que ha despertado la curiosidad de muchos historiadores.
Mientras que en buena parte de los duelos los participantes erraban a propósito, de manera que su honor quedaba a salvo y nadie resultaba herido, en aquella fatídica ocasión Burr disparó a matar, incapaz quizá de perdonar unos ofensivos comentarios realizados por Hamilton en el transcurso de la campaña electoral para gobernador de Nueva York.
Hamilton se convirtió en un héroe -su rostro aparece hoy en los billetes de 10 dólares- mientras que Burr fue acusado de asesinato, aunque finalmente se libró de la pena y completó su mandato como tercer vicepresidente del país en 1805.
A pesar de sus logros en campos como la igualdad de educación para las mujeres o la creación de una compañía de inversiones que posteriormente se convirtió en el Chase Manhattan Bank, sus enemigos no le perdonaron el incidente.
Unos años después lo acusaron de traición y, aunque luego se le encontró inocente, decidió abandonar el país.
Quizá ahora, 200 años después, Burr pueda por fin descansar tranquilo en su tumba, con motivos además para burlarse de su rival: el rostro de Hamilton en los billetes pronto podría ser reemplazado por el de Ronald Reagan. EFE
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