Antes que nada, no sabemos qué pinta Lucifer en la película titulada Despertar del diablo 2 (2007), dirigida por Martin Weisz, porque por ningún lado le vemos ni las puntas de sus cachos. El título es tontamente comercial; incluso, si el pisuicas hubiera aparecido, tal vez el filme habría sido más interesante.
Este largometraje narra una historia desaprovechada en sus connotaciones políticas y, por segunda vez, nos trae a los pobladores mutantes, horribles físicamente, que han sido víctimas de prácticas nucleares secretas del ejército de Estados Unidos en el desierto fronterizo con México.
En el 2006 los conocimos en su primera película, cuando estos caníbales mutantes se enfrentaron a una familia paseante por el lugar. Fue una cinta poco novedosa, dirigida por Alexandre Aja. Esta vez, 2007, quienes llegan a encontrarse con las víctimas de las experiencias nucleares son unos científicos.
Estos científicos son aniquilados por las criaturas deformes y caníbales. Poco después, un grupo de cadetes de la Guardia Nacional llega al mismo lugar con material para los hombres de ciencia, pero solo encontrarán cuerpos trozados y a algunos sobrevivientes en condiciones traumáticas.
Entonces, el enfrentamiento será entre los soldados y los mutantes. Así, tenemos mucho más de lo mismo: chorros de sangre, cuerpos comidos, extremidades amputadas y cualquier reguero de órganos humanos. Los brazos torcidos están por todo lado, como le gustan a cierto gobernante costarricense, según lo confesó públicamente.
No solo los brazos se fracturan, igual se destrozan piernas, se parten mandíbulas y se violan bellas mujeres por parte de los mutantes horribles. Se trata de cine hecho a pura brocha gorda. Aquí la grosería se convierte en película. Nada hay bueno en este filme, con el diablo o sin él. Su fotografía se apelota en imágenes de choque para dinamizar secuencias, pero degradan el valor del plano, del encuadre y de la composición.
Da terror que ahora haya tan poca inteligencia para hacer cine de terror. La narración en esta cinta corre en disparates sin cuento. Aquí uno no sabe quiénes tienen el cerebro más dañado, si los mutantes que son solo personajes o los responsables de lograr este filme, tan mal se hacen las cosas.
Las actuaciones son bobaliconas, los efectos especiales son deprimentes, el relato es bien tonto, la fotografía sin personalidad, la música no pasa del alboroto y el montaje está hecho a ciegas.
Nada queda para recomendarles de esta película, nada, ni para los “heavy metal” ni para los gustosos de las vísceras. Mejor quedarse en casa.