SANGRE POR SANGRE: es la lógica de la venganza, y esto sucede en un rincón brasileño, muy caliente, tanto que parece quedar detrás del Sol, donde las familias pelean por tierra. Luego deben vengar la sangre de sus muertos, tarea que le corresponde al hijo mayor de cada familia, signo trágico.
Por ahí gira el argumento de una película brasileña que ahora nos llega con el rigor y el compromiso del cine proletario, titulada Detrás del Sol y dirigida por Walter Salles, importante realizador de quien hace poco vimos la seductora cinta Estación Central (1998).
Detrás del Sol se basa en una novela escrita por Ismaïl Kadaré, cuyos acontecimientos suceden en Albania, dato que nos habla de circunstancias comunes en pueblos distintos (toscos espacios agrarios) enfrentados a sus propias pobrezas y a sus tradiciones avasallantes. Por esa ruta, la historia ubicada en la geografía brasileña nos resulta dramáticamente muy nuestra: latinoamericana.
Para hacerlo, el director Salles se apoya en un niño como personaje: se trata de un güila sin nombre y lleno de carencias (como el niño Josué de Estación Central), quien -un día- es bautizado por un hombre de circo. Lo llamarán Pacu (un pez de río).
Pacu nos lo dice desde el principio: "Estoy tratando de recordar una historia: la de mi hermano Tonio y la de una camisa al viento", porque las camisas de los muertos (asesinados) se ponen a secar; cuando la sangre se torna amarillenta, ha llegado la hora de la venganza.
La realidad áspera y proletaria pasa ante los ojos de Pacu con toda la carga dramática de la tragedia: el determinismo de los pobres, víctimas de la injusticia social. Sin embargo, Pacu es capaz de soñar con la imaginación vivaracha del analfabeto que ama los libros y sus ilustraciones. Pacu es capaz de recrear mundos con sirenas en una tierra inhóspita, seca y reseca, donde los hombre y los bueyes se dedican a hacer tapas de miel para subsistir, y mueren; donde las mujeres viven en silencio subordinadas al rigor masculino.
Los sueños de Pacu se estimulan cuando llega Clara con su circo, con su belleza, con sus ojos verdes y con su voluntad de crecer como mujer. Clara y Tonio llegan a amarse en medio del círculo violento de muertes. Solo Pacu puede darles una oportunidad, a ellos y al optimismo.
Ya lo ven: se trata de una historia densa, apasionada, con un realismo que duele, pero que resulta seductor, con un clímax estupendo y un proceso dramático vigoroso. Sin duda, las buenas actuaciones dan fuerza a esta excelente película: Rodrigo Santoro (Tonio), Flavia Marco Antonio (Clara) y Ravi Ramos Lacerda (Pacu), entre otros. Por favor: no se la pierdan, vívanla. La recomendarán.