Maestra costarricense, una de las educadoras más notables del país. De gran talento y cultura, poseyó profunda sensibilidad para educar a la niñez y velar por la debida satisfacción de sus necesidades materiales; fue una de las primeras que se preocupó por establecer, para beneficio de sus discípulos, el almuerzo escolar. Se la recuerda como precursora de la generación de maestros que alumnos del educador por excelencia del siglo XX en Costa Rica, don Omar Dengo integraron la "edad de oro" de la escuela pública costarricense.
Nació en San José. De talento precoz y notable facilidad para el aprendizaje de idiomas, inició su educación en el Colegio establecido por doña Virginia Bonnefill en esta capital, donde aprendió francés. Pasó luego a la Escuela de la señora Torres y allí estudió inglés, completó la primera enseñanza y cursó la segunda. A la edad de doce años inició labores docentes impartiendo lecciones de piano, inglés, francés y otras asignaturas, entre sus compañeras. Posteriormente dirigió la escuela primaria de niños de San Vicente de Moravia.
Obtuvo el título de Maestra Normal en el Colegio Superior de Señoritas en 1881. Por razones familiares hubo de separarse de las labores docentes, pero en 1895 retornó a ellas, ejerciendo el magisterio en las escuelas de los cantones alajuelenses de Palmares y Naranjo. En 1896, al ser nombrada maestra en la Escuela de Niñas de la capital, volvió a San José. Posteriormente se la llamó a ejercer el profesorado en el Colegio Superior de Señoritas, funciones que desempeñó en 1897 y 1898, a las que puso fin para pasar a servir la dirección de la Escuela de Niñas del Edificio Metálico. En reconocimiento a sus excelentes desempeños docentes se la encargó luego de servir la cátedra de Pedagogía de la Escuela Complementaria de Señoritas, y se la nombró Auxiliar de la Junta Calificadora del Personal Docente.
Su sensibilidad social la llevó a colaborar siempre con las obras de beneficencia pública del país; fue infatigable trabajadora voluntaria del Hospicio de Huérfanos, de la llamada Casa de Refugio que se encargaba de formar espiritual y culturalmente a las adolescentes económicamente débiles, y de la Sociedad de San Vicente de Paul que tan valiosa labor caritativa ha desarrollado en Costa Rica.
Cuando se la consideraba la educadora idónea para servir el cargo de Directora del Colegio Superior Señoritas, falleció en San José. Por acuerdo número 117 de 4 de octubre de 1917, el Ministerio de Educación Pública designó con su nombre la Escuela de Niñas del Edificio Metálico, gloriosa institución docente donde tantas jóvenes costarricense han cursado la enseñanza primaria.