LA CANTIDAD DE AGUA que nos lanzan desde el cielo le quita a uno hasta las ganas de salir, pero no se deje vencer tan fácilmente porque, a la larga, se llevará una buena sorpresa.
Así nos ocurrió un día de estos en que la noche y la lluvia se confabulaban para invitarnos a quedarnos en casa, metidos bajo las cobijas. Pero, en lugar de eso, decidimos irnos a comer a un sitio bastante alejado del centro de San José. Enfilamos entonces hacia Rancho Redondo, en busca del restaurante Cabernet.
Poco a poco, la neblina fue absorbiéndonos, y creímos que nuestro amigo José Luis Díaz tendría que regresar a su casa en Puerto Rico sin poder ver San José como un portal poblado de miles de lucecitas.
Pero no hay que darse por vencido porque, mientras conversábamos amenamente al calor de una chimenea y de unas copas de buen vino, la noche se nos fue uniendo a la fiesta y decidió despejarse para mostrarnos la ciudad, allá abajo, con todo su esplendor. De tal modo, no nos quedó otra cosa que pensar que aún en tiempos mojados podemos tener noches hermosas, no solo por la vista, sino también por la compañía. Vale la pena no quedarse bajo las cobijas, por mas sensual que eso parezca.
A unos 10 kilómetros del centro de Guadalupe, por una buena aunque angosta carretera, en nuestra campiña han sembrado una acogedora casa que alberga el restaurante francés.
Hace un año que Gabriela Mejía y el chef Damien Bresson decidieron abrir este rincón para conjugar en él la cucharra francesa con un cálido ambiente bordeado por el verde intenso de los potreros de Rancho Redondo.
Lo primero lo aportó Damien. él lleva siete años de vivir en Costa Rica, pero no olvida los secretos culinarios que trajo de su ciudad, Lyon, reconocida como la cuna de la mejor cocina de Francia.
El resto lo consiguieron con la construcción de una sabrosa casa de montaña, decorada de manera sobria, pero no tan elegante como para que uno no se sienta en un ambiente familiar. ¿Y el frío? Es lo de menos: con un buen suéter, la primera copa de vino y una exquisita sopa de cebolla (tan típica de Francia como para nosotros es la olla de carne), el asunto del frío está resuelto. Pero, si no es suficiente con esto, usted puede escoger el salón de la chimenea, aunque con esta decisión estaría renunciando a disfrutar Ðdesde los ventanalesÐ de la exclente vista del San José de noche (si anda con suerte, ¡claro!).
Por cierto que, en esto de los vinos, el Cabernet tiene sus particularidades porque este ha sido nombrado distribuidor exclusivo de los vinos chilenos de Villa Carmen, que son sabrosos (sobre todo los de la reserva especial) y a un precio muy aceptable. Claro, si usted quiere vino de otra casa, puede escoger a su gusto en la cartilla.
Poco pero bueno
Desde que llegamos, Jesús, el salonero, se esmeró por hacernos sentir bien, y por supuesto que no nos desamparó cuando puso en nuestras manos el menú. Con mucha paciencia y conocimiento, nos explicó los pormenores de los platillos franceses escogidos por el chef Bresson para tentar nuestro apetito.
La cartilla no es muy amplia, pero sí tiene de todo un poco, y, al menos todo lo que probamos, nos dejó satisfechos.
El mismo Jesús nos explicó que el menú estaba diseñado para comenzar con una entrada (el no hacerlo en Francia es imperdonable); luego, el plato fuerte; después, el postre (igualmente imperdonable el no cerrar de ese modo). No obstante, tampoco es que usted tenga que comérselo todo; si no tiene mucha hambre, puede quedarse con las entradas, o al final decidir no pedir postre y terminar con un cafecito.
Nosotros nos entretuvimos conversando un buen rato, acompañados por unos patés de hígado de pato y una tablita de quesos, apenas para despertar el hambre. Todo eso aderezado por una gustosa música. Luego pedimos sopa de cebolla, crema de hongos frescos y una concha de mariscos, para probar un poquito de los platos livianos y dar tiempo a la llegada de los fuertes.
Más tarde, cada uno decidió pedir cosas diferentes para valorar la variedad, y hubo entonces en la mesa desde pechuga de pato aderezada con pimienta verde, hasta cabrilla en salsa de trufas, pasando por el corazón de lomito. Ninguno de los platos nos decepcionó.
Los postres no estaban registrados en el menú, pero Jesús se apresuró a decirnos que estos eran la recomendación diaria del chef. Con la misma disposición, comenzó a describirnos cosas que sonaban dulcemente deliciosas. Aunque el estómago no daba para más, no resistimos la tentación de meter la cuchara en un suspiro bañado con chocolate y almendras, que fue un excelente punto final.
Así, así, el tiempo fue corriendo hasta que la lluvia y la neblina fueron a acostarse y, entonces, las luces de la ciudad nos llenaron de belleza la oscura noche de octubre. Esa suerte más la buena comida adrezada por un ambiente acogedor, harán que Cabernet sea un sitio difícil de olvidar, a pesar de la distancia.
Cómo, dónde, cuándo
Lugar: Restaurante Cabernet.
Dirección: 5 kilómetros del cruce de Ipis-Coronado (Guadalupe), camino hacia Rancho Redondo.
Horario: De martes a viernes de 12 mediodía a 2:30 p. m. y de 7 p. m. a 10:30 p. m. Sábados abren solo en el turno de la noche y los domingos de mediodía a 4 p. m.
Precios: Entradas, de ¢1.356 a ¢2.147; platos fuertes, de ¢3.164 a ¢7.571; postres, ¢.1722. Los precios incluyen los impuestos.
Especialidad: Cocina francesa.
Teléfono: 229-113.
Otros servicios : Parqueo propio. Aceptan tarjetas de crédito.