A los cinco años, solía unir tablitas de diferentes tamaños y las colocaba sobre sus piernas para hacerlas sonar como si formaran una marimba. A los seis, se presentó en el Teatro Minerva, donde tocó flauta. A los siete, construía flautitas de bambú; les hacía los huecos con un azadón al rojo vivo.
Cuando alcanzó los diez años, Rafael Rojas Andrade, su mentor, lo guía, enseña y acompaña. Su padrino, Vicente Álvarez, le obsequia una flauta de madera, y su padre, una de metal traída desde París. A los 11, se traslada con su progenitor a la capital. Recibe lecciones con el compositor Roberto Cantillano y el flautista Juan de Dios Pérez.
Decenios después, mientras bailaba con él, una joven se echó a reír inesperadamente. Al inquirir el motivo, la muchacha le contestó: “Casi me dejan aplazada en música por su culpa: no supe contestar bien unas preguntas que me hicieron respecto de su vida artística y ahora estoy bailando con usted. ¿No le parece risible?”.
Espíritu inquieto. En el 188 aniversario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, conviene referirse a la obra artística de Jesús Bonilla Chavarría, quien legitimó el canto más auténtico que se haya enraizado desde la pampa bravía.
Nació en Santa Cruz, Guanacaste, el 15 de noviembre de 1911. Sus padres fueron María Simona Chavarría y Cleto Bonilla Gutiérrez, quien representó a Guanacaste como diputado. Fue el sétimo de once hermanos: Lila, Arnaldo, Etelberto, Tirteo, Clarisa, Franklin, Cleto, Consuelo, Adina y Lía.
Contrajo nupcias con María Córdoba Saborío el 6 de julio de 1950. Procreó cuatro hijos: Omar (†), Danilo, Federico y Jenny Bonilla Córdoba. Fue director de las bandas militares de Guanacaste y Alajuela. Su repertorio como compositor incluye más de 300 obras.
Es uno de los nombres más emblemáticos del talento musical de Guanacaste. Sus temas revitalizaron ríos, paisajes, escenas, atardeceres, fiestas, lunas, costumbres y tradiciones, para fortalecer las raíces de las localidades. Su obra es un pasadizo, honesto y necesario, para reconocer la proyección identitaria de Guanacaste.
‘Luna liberiana’. Es un bolero extraordinario; un himno espiritual enraizado en el alma de la luz y el amor, en el fogón estelar de un Guanacaste que piensa, existe y escribe. Escucharlo crea la hermosa sensación de una melodía forjada para la esplendente ruta de los corazones enamorados de la vida.
Cuando le preguntaron por qué dicha canción había calado tanto, el compositor respondió: “Porque es una canción sencilla como el corazón de mi pueblo”.
Este bolero se estrenó hace 75 años. La Municipalidad lo declaró Himno de Liberia. El reconocimiento es meritorio, pero el pueblo le había conferido esa categoría desde 1958, cuando el cantante Manuel Chamorro lo grabó con el trío Los Ticos para el disfrute de los espíritus sensitivos.
El tenor Plácido Domingo interpretó Luna liberiana durante su presentación artística en Costa Rica el 14 de noviembre del 2008.
Jesús Bonilla también compuso marchas al futbolista Alejandro Morera Soto y al médico Francisco Vargas Vargas, como una hoja de ruta para las dos provincias que marcaron su existencia: Guanacaste y Alajuela.
No fue posible que el medio cultural lo dejara escuchar su Sinfonía coral , a pesar de haberlo pedido poco antes de su deceso. Pasó el centenario y ni la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) o alguna de las bandas de concierto nacionales la incluyó dentro de su repertorio.
Sinfonía coral es su obra de madurez. En ella, el compositor costarricense trabajó durante 20 años. Es una deuda por saldar, sin mezquindades, para bien de la cultura sin fronteras.
Legado. Jesús Bonilla Chavarría ejerció el magisterio durante 23 años, tanto en escuelas como en colegios costarricenses. Compuso 41 himnos, entre los que destaca el Himno de la Anexión de Guanacaste , que se canta en la provincia durante todo el mes de julio.
Entre sus reconocimientos sobresale la grabación en la BBC de Londres y sus viajes a Panamá y Nicaragua, donde lo condecoraron. En Estados Unidos fue atendido por Howard Mitchell y Leonard Bernstein, directores de las Orquestas Sinfónicas de Washington y Nueva York.
Jesús Bonilla no tuvo instrucción académica formal en música. Sus primeras composiciones las realizó a los 12 años. Se preparó con el apoyo de los libros. Conoció la obra de los grandes músicos universales con su constante estudio autodidacta.
Él adujo: “Entre los autores clásicos, adoro a Beethoven por lo humano. También a Mozart. Entre los románticos, a Chopin y a Liszt. De los modernos, Claudio Aquiles Debussy es mi preferido. De Italia considero a Puccini el más inspirado de todos; y en Costa Rica creo en Julio Fonseca”.Se instruyó con diversos tratados sobre las formas musicales, la armonía, la historia y la instrumentación. Cultivó la dirección orquestal y admiró al inglés Leopoldo Stokowski.
Fue condecorado como Hijo Benemérito de Guanacaste en 1990 y Premio Nacional de Cultura Popular 1999, que le fue conferido, por unanimidad, ocho días después de su muerte.
La Asociación para la Cultura de Liberia recién editó el libro Jesús Bonilla' Dimensiones (Acracia, editorial; 2011). Esta obra contiene 13 capítulos, 10 textos literarios, 30 criterios sobre su trabajo artístico, 15 anécdotas, 14 canciones con música y letra propias, y otras 20 creadas por diversos autores a las que él les compuso la música. Igualmente, se da seguimiento a 55 artículos de prensa e incluye un álbum con 21 fotografías y nueve pentagramas.
En una de sus facetas, prácticamente desconocida, Jesús Bonilla escribió la novela Senda de amor y dolor , en 1944. También es autor del libro Temas de mi tierra y crónicas de viaje (1973). Ambos textos se encuentran inéditos.
Batuta del alma. Jesús Bonilla no usó batuta. No la consideró necesaria. Le bastaron sus manos extendidas hacia la melodía del alma. Ese detalle marcó su sello y le trajo envidias. En muchos lugares, alguien entona sus canciones, himnos, boleros, fantasías o valses. Es parte de su inapreciable aportación artística contra fronteras o exclusiones.
Jesús Bonilla Chavarría, de quien el año anterior se cumplió el centenario de su natalicio, sigue vigente con Luna liberiana , Aquel arroyito , Noche en la selva o Vals del recuerdo , composiciones icónicas de su amplísimo registro.
Desde 1981 su legado es tema de estudio en los programas de educación musical del Ministerio de Educación. La Sala Lía y Jesús Bonilla Chavarría, en la Casa Gobernación de Guanacaste, honra a dos guanacastecos de excepción, por su vasto aporte a favor de las raíces telúricas, en estos tiempos de globalización. Igualmente lo hace la Sala de recitales Jesús Bonilla, del Conservatorio Municipal de Alajuela.
Jesús Bonilla falleció en San José el 16 de noviembre de 1999. Sus restos descansan en el Cementerio Central de Alajuela. Chu Bonilla seguirá cantando pues su obra nació para quedarse en todas las sendas que llevan al corazón de la patria-espíritu desde la melodía telúrica. Su legado artístico es abierto. Es más que una canción, por muy hermosa y popular que sea.
El autor obtuvo el Premio Nacional de Educación Mauro Fernández en el 2008.