San Blas (Cartago). Llegó como peón y terminó de capataz. Hasta allá lo empujaron su clase, seguridad y mando para ordenar la defensa del Club Sport Cartaginés.
Enrique Smith Solano fue quemando etapas y hoy es, junto con el guardameta Hermidio Barrantes, un referente obligado en el fondo de la zaga blanquiazul.
"Una nota. ¿A mí, por qué?", nos respondió en el Fello Meza, tras el entrenamiento matutino, cuando le propusimos hacer una producción periodística en una quinta cercana, en el barrio San Blas, donde lo mostraríamos como el Capataz de la línea del fondo brumosa.
El viaje en automóvil desde el estadio azul hasta la finca Villa Lidia -propiedad de la familia Monge Roldán-, un trayecto de 4,5 kilómetros con rumbo noreste, que cubrimos en menos de 8 minutos, permitió quebrar el hielo y conocer a un Enrique que habla como juega en el área: sencillo, transparente, seguro...
"Llegué al futbol por accidente. En realidad, aunque desde pequeño milité en varios equipos de mi pueblo, La Suiza, en Turrialba, mis verdaderas pasiones eran el voleibol y el baloncesto", dice mientras el paisaje, dominado por prados verdes y cercas empedradas, se abre paso ante sus ojos.
"Yo le apostaba más al baloncesto; de hecho, participé en varias ediciones de Juegos Nacionales y hasta jugué en segunda con UCA-MUCAP."
Después vino su paso por Paraíso, en la temporada 92-93, donde comenzó a seducir la atención por su habilidad para salir jugando desde el fondo, anticipar rivales y desarmarlos, sorprender con el juego aéreo en los predios defensivos del enemigo, y ofrecerse como socio para todo aquel compañero que le guste tentar la posibilidad del gol.
"Debuté en Primera con Cartaginés en la temporada 93-94. Vea qué curioso. Fue contra el equipo de mi tierra, Turrialba, en cuyos mosquitos fui a probar fortuna, siendo niño, y me quedé algún tiempo."
-Usted terminó la temporada anterior jugando en un muy buen nivel. De hecho, pienso que su rendimiento y el de Hermidio son, en buena medida, responsables de que la defensa cartaginesa no extrañe la ida de Alexánder Madrigal a Alajuelense.
-Jugar con Hermidio es un honor y un privilegio. No solo estamos hablando del mejor portero del país, sino de un individuo de una excepcional calidad humana. Con Hermidio, tengo una gran comunicación en los partidos; él sabe leer el juego y uno se siente muy respaldado teniéndolo atrás. Yo juego de líbero y tengo un panorama inmejorable para armar el juego del equipo desde atrás.
-Usted encarna un tipo de defensor muy particular, es una especie de capataz delante de Barrantes. Juega con la cabeza levantada, el balón pegado al pie, tiene don de mando; es, además, un buen tiempista, es decir, sabe cuándo ir a topar al delantero rival o cuando esperarlo para desarmarlo.
-Le agradezco los conceptos. En realidad, son cosas que uno trae y se van perfeccionando con los años. Por mi físico, de 1,77 metros, no estoy para ir al choque, tampoco soy un reventador. Ahora, Juan Luis (Hernández, el técnico brumoso) nos pide tocar y tocar. A mí me gusta esa filosofía. ¿Quién dice que un defensa no puede ser un jugador con calidades técnicas?
Tiene 26 años. Es mulato y está orgulloso de su herencia. Habla bellezas de sus abuelos, llegados desde Jamaica y anclados en la zona caribeña. Convierte la sonrisa un estandarte, sobre todo cuando, en la quinta, llega la hora de las fotos y Kike se viste de vaquero y cabalga en un hermoso corcel.
-En la que me metiste, Danilo. Y pensar que yo creía, cuando me hablaste de las fotos, que me estabas vacilando, reclama, ataviado como un capataz, sobre los lomos de Pascal, un magnífico ejemplar.
"Tengo muchas aspiraciones. Desde luego la número uno es salir campeón con Cartaginés. En el torneo anterior, ante Alajuelense, estuvimos cerca. Nos dimos cuenta de que podíamos serlo en el Morera Soto, aquella noche que empatamos a uno. Perdimos el gallardete en nuestra casa, cuando caímos 3 a 1 por desatenciones en la marca. La Selección es otra de mis aspiraciones. Hay un grupo de grandes jugadores ahí, pero no renuncio a la posibilidad de colarme entre ellos y pelearles el puesto con honradez..."
Kike se mira en espejos de gran nivel. El rumano George Popescu, del Barcelona, y el italiano Alessandro Costacurta, del Milán, son sus ídolos.
-Son defensores completos, de los que uno aprende cosas. Aquí en el país, admiré siempre a Rónald Marín, un caballero del futbol que tuvo un final inmerecido. Alguien de sus condiciones, personales y futbolísticas, debería estar activo aún, regalando enseñanzas a los más jóvenes.
Tampoco repara en elogios para los técnicos que lo han guiado a lo largo de su carrera.
-Flavio Ortega influyó mucho en mí, me marcó tácticamente. Me enseñó a jugar en función de la propuesta que el equipo llevaba a la cancha. Pocas veces me estimulaba, pero uno siempre adivinaba, por un gesto, si le había cumplido. A Rolando Villalobos le reconozco su bagaje intelectual, su actitud siempre crítica y el empeño por el orden y el equilibrio. De Juan Luis me gusta como maneja el aspecto motivacional, su voluntad inquebrantable para el trabajo, y el deseo que pone para que este equipo suba y se ubique donde le corresponde.
-¿Para qué está Cartaginés este año?
-Este equipo está trabajando para lograr cosas importantes. La lucha por el liderato es férrea y todos los que están arriba tienen posibilidades. Nosotros venimos de menos a más, estamos invictos en 14 juegos y las cosas que nos faltan, como el gol y un poco de armonía en el mediocampo, las adquiriremos con el paso de los juegos. Yo no veo imposible que Cartaginés salga campeón.
Una ilusión, un deseo.
En la tierra de los sueños campeoniles postergados durante 57 años, el capataz de la defensa blanquiazul trabaja con la peonada en la consecución del cetro.
Agradecemos la colaboración de la familia Monge Roldán en la producción fotográfica, realizada en Villa Lidia, en San Blas de Cartago.