Los dos se dedicaban a interpretar las Sagradas Escrituras, uno de ellos como sacerdote católico y el otro como rabino, y los dos eran amigos desde la infancia, hasta el día en que reapareció en sus vidas la chica capaz de provocar un triángulo amoroso muy original.
Eso es lo que sucede en la película Divinas tentaciones, con tres personajes bien particulares: el rabino Jack Schram (Ben Stiller), el cura Brian Kilkenny Finn (Edward Norton) y una joven amiga de ellos, convertida ahora en preciosa ejecutiva, quien regresa a la ciudad: ella es Anna Reilly (Jenna Elfman).
El rabino se enamora, mientras su congregación religiosa solo espera que se case con una muchacha judía. El sacerdote descubre que igualmente se enamora, cuando sus votos por el celibato le impiden darle rienda suelta al humanísimo sentimiento del amor de pareja. La chica queda en el vértice del simpático triángulo, aunque a ella no le haga gracia.
Con ese enredo, la película intenta -escribe el crítico William Arnold- "llevar un mensaje sincero de confianza, de fe y de tolerancia religiosa"; sobre todo esto último, aspecto que se va deslizando entre el humor ligero de la comedia y en medio del evidente cariño que se tiene por los personajes. Eso sí, los mejores momentos de la película suceden en la primera parte, cuando el debutante director Edward Norton demuestra alguna habilidad para el manejo de la comedia y de la puesta en escena.
Divinas tentaciones es un filme simpático, con un discurso liviano sobre la tolerancia, con candor humano y que -lastimosamente- por momentos resulta soso (sin pasión interna); o sea, nunca mantiene el mismo registro de intensidad, pese al estilo constante de su guión (escrito por Stuart Blumberg).
Lo que queda por saber es si el actor Edward Norton tendrá una segunda oportunidad como director. Vean esta película y definan sus conclusiones.