ENGAÑO Y TRAICIÓN son elementos sustanciales de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos, mejor conocida por sus siglas: CIA, y sobre ello progresa el argumento de la película El discípulo (2002), que nos llega dirigida por Roger Donaldson.
Ya este director australiano había intentando un análisis de los engaños que se mueven en el mundo del espionaje en un anterior filme: Sin salida (1987), pero en El discípulo busca meterse detrás del telón (detrás de escena) para escudriñar todo el juego sucio que viene desde la formación -en la CIA- de sus futuros agentes.
Se trata de un juego donde nada es lo que parece ser, por lo que el espectador de la película se ve jalonado de sorpresa en sorpresa, entre la dureza de la acción, entre romances descarnados de los reclutas y por el entramado de una institución basada en la mentira, en el cinismo cruel y en la perversidad, todo en favor de los intereses políticos de los Estados Unidos (justificados o no).
Bien lograda (formalmente), la cinta cuenta con los abusos histriónicos de Al Pacino y un más convincente Colin Farrell. Vale la pena verla.