
Una figura centelleante, que desgranaba rivales a su paso, era el detonante previo a la anotación sorpresiva, en las jornadas domingueras de futbol que hicieron famoso al exjugador Jorge White Hooker, fallecido inesperadamente hace dos semanas a la edad de 40 años.
Su juego pícaro y penetrante ingresó a la historia por su célebre gol a la selección de Yugoslavia, en las Olimpiadas de Moscú 1980, que lo erigió como el primer costarricense que anotaba en unas justas de esa índole.
Ocurrió en el minuto 35 del partido celebrado en el estadio del Dynamo, en la ciudad de Minsk, el 23 de julio de ese año. Costa Rica cayó 2 a 3 y White recibió un galardón de la FIFA, que lo declaró "el jugador más valioso" del encuentro.
Según declaró en el libro Aventura Tricolor, esa conquista provocó un cambio radical en su carrera. "Tuve muchas experiencias; alcancé una mentalidad más profesional y aprendí de los grandes jugadores que este deporte es simple y requiere de una buena preparación física."
La tarde del 30 de marzo de 1980 también lo inmortalizó, cuando perforó la portería de Surinam en dos ocasiones y contribuyó así a la victoria 3 a 2 de Costa Rica, en Paramaribo, para su primera clasificación a unos Juegos Olímpicos.
Otra anotación suya lo consagró, además, en el Campeonato de 1980-81, pues le dio el título de ese torneo a la Liga Deportiva Alajuelense, en dramática final frente al Herediano. Se adueñó de un balón mal servido por Carlos Watson, a los 42 minutos, y fusiló con tiro cruzado la salida desesperada de Sergio Salazar.
Pícaro y desequilibrante
Nacido en el hogar formado por sus padres Joselín White --ya fallecido-- y Delceda Hooker, que procrearon a ocho hijos más, Jorge reveló desde muy niño su inclinación por el futbol y ya en 1974 figuraba en la Selección Juvenil de Rogelio Rojas, que participó en el Torneo de la CONCACAF en Ottawa, Canadá.
Pero la llegada al primer equipo de Limón FC --el club de sus amores-- surgió de una curiosa transacción, que consistió en que el Colegio Diurno vendió por cinco años a White junto a sus amigos Rodolfo Mills y José Tenorio, a cambio de un juego de uniformes para esa institución de enseñanza secundaria.
Según Antonio Moyano Reina, su primer manejador en la categoría superior, White era sumamente inteligente para jugar, le pegaba al balón muy bien con las dos piernas, respetuoso con los contrarios y en velocidad no había quién lo parara.
"Cuando lo observé en los torneos intercolegiales, noté que era muy listo. Yo lo saqué de ahí para llevarlo a la primera de Limón. Su primer salario, recuerdo, fue de ¢300", dijo y añadió que siempre fue su intérprete en las giras de la Tricolor.
Su largo peregrinar lo llevó a militar en ocho distintos equipos. En todos sobresalió con un balompié explosivo.
"Fue un futbolista de condiciones muy sobresalientes, porque era rápido y pícaro, con una chispa tremenda para desequilibrar. Su velocidad marcaba la diferencia siempre", opinó Hernán Morales, comentarista y excompañero suyo en el Cartaginés de 1979.
Después de su retiro, en 1988, laboró en una empresa marina en Estados Unidos, que le permitió viajar en cruceros a casi todas las islas del Caribe. Tanto en Nueva York como en Bermudas jugó ocasionalmente en ligas aficionadas.
"Los últimos años de su vida los dedicó a rescatar a los jóvenes de las drogas", dijo su hermana Delrita White. Era profesor de educación física y dirigía a equipos premosco, mosco e infantil del barrio Gertrudis en puerto Limón, que militan en la Asociación Nacional de Futbol Aficionado (ANAFA).
Días antes de que lo nombraran como integrante del Comité de Deportes de Limón, murió el pasado 29 de marzo, al ahogarse en la desembocadura del río Vizcaya, cerca de Cahuita, cantón de Talamanca, Limón.
Según relataron familiares, él se lanzó en la corriente a recoger una bola, sufrió aparentemente un calambre y luego sus piernas no respondieron. Trataron de rescatarlo pero no se pudo.
Vivía en Gertrudis y le sobreviven su esposa Lidia Rebeca Obando y cinco hijos: Heinstel, Aisha, Fabián, Andrés y Jorge. Así se nos fue el anotador del primer gol tico en una Olimpiada, pero su legado de fútbol pícaro y veloz quedará grabado en el corazón de la provincia y el país.