"¡Buenos días, Negrín !", "eso, Negrín ", "¿qué tal Negrín ?", "¿cómo se siente hoy, Negrín ?". Sentado en una silla mecedora, en un corredor que alguna vez tuvo murito, Ricardo Rodríguez Córdoba responde cada saludo, no importa si está pintando, vendiendo un cuadro o charlando con alguien.
Negrín , el pintor, es conocidísimo en Limón. Y cómo no va a serlo: tiene 61 años y desde los 10 vive en una casa centenaria eso asegura él, donde el tiempo se detuvo a verlo pintar. Esa edificación está en una cuadra transitadísima de personas y automóviles, cerquita del mercado limonense.
Desde siempre ha pintado en ese corredor. Allí la gente que pasa puede ver cómo dibuja sobre el lienzo, cómo aplica los colores y cómo trabaja y trabaja hasta terminar un cuadro. Allí mismo es donde llegan los compradores: cuenta, con una risilla, que muchas veces no ha terminado cuando ya lo ha vendido.
No obstante, no solo los limonenses conocen a Negrín; él es conocido en toda Costa Rica y ha vendido muchísimas obras a extranjeros de Estados Unidos, Venezuela, Panamá, Brasil y Alemania, entre otros países.
Este 2001 ha sido su año de consagración: recibió el Premio Nacional de Cultura Popular y ahora su retrato forma parte de la Galería de Cultura Popular Costarricense, ubicada en el Centro Nacional de Cultura (CENAC).
Negrín tiene una gran caja de cartón llena de reconocimientos, premios, pergaminos y hasta un título de cuando lo nombraron Hijo Predilecto del cantón de Limón (1998). Esa es una forma de recordarle al visitante que no es ningún recién llegado a la pintura.
Sin embargo, por mucho tiempo no le reconocían sus méritos. "La gente de San José me decía Negrini y creían que yo era un italiano de 75 años que había hecho una escuela de pintura en Limón. Después cuando me veían decían: cómo va a ser este el señor Negrini. Al final, se convencían cuando veían mi pintura", cuenta mientras fuma.
Autodidacto y alcahueteado
María Dolores Córdoba Centeno, la mamá de Ricardo Rodríguez, una obstetra muy conocida en Limón, fue la primera en descubrir que su hijo sería pintor.
"Desde que tenía cinco años garabateaba con lápices de color. No tuve ningún maestro en la pintura, siempre me enseñaron a hacer las cosas lo mejor que pudiera. A los 13 años, ya en el colegio hacía unos dibujillos, pero me frustré porque no sabía con qué diluir el óleo", recuerda.
Después de esos años, trabajó en la Aduana de Limón, donde cualquier cartulina o pedazo de cartón le sirvió para dibujar.
Su mamá fue la que lo alcahueteó y siempre le dijo que practicara y practicara. "Ella le regalaba mis dibujos a los doctores con quienes trabajaba", afirma Negrín con la mirada vagando por los recuerdos.
Siempre por sus propios medios, Rodríguez aprendió a usar el óleo con aguarrás y se emocionó con esta técnica. En 1963, cuando tenía 22 años, ganó el primer lugar en pintura al óleo en una exposición en la Municipalidad de Limón.
"Dejé de trabajar y me dediqué a pintar. Ese premio fue un gran aliciente", asegura Negrín, quien desde los 17 años se concentró en la temática limonense y afrocaribeña.
"El afrocaribeño era una temática tocada por muy pocos y era un terreno muy fértil. El negro pescador, la negra rayando coco, el negro que vende carbón... una serie de actividades y tradiciones que valía la pena tocar en la pintura. Además, son temas que conozco muy bien", detalla Ricardo.
Sus lienzos de algunos guarda evidencia fotográfica en varios álbumes están poblados de casas de madera sobre altas patas de madera, de hombres vendiendo pescado en una tina en la calle, de fiestas a la luz de la luna, de robustas negras rayando coco o vendiendo algún producto tradicional, de paisajes limonenses y hasta de pescadores matando a las tortugas.
No usa colores muy fuertes, no le gustan; prefiere los tonos pastel. Trata con sumo respeto la figura de los negros y negras y es detallista con las expresiones y los rostros.
Ahora solo pinta por encargo. Tiene cuadros que ha hecho muchas veces porque la gente así se lo pide, pero aunque se parecen, dice él, siempre les hace algo diferente, ya sea un rostro, un color o un juego tradicional.
Desde 1963 ha expuesto en muestras colectivas en la Municipalidad de Limón, en la Corte Suprema de Justicia, en el Club Miramar, en la Standard Fruit Company, en la Alianza Francesa, el hotel Cariari y hasta el hotel Rolling Hills en Fort Lauderdale, en Miami.
Histórico corredor
Con orgullo, Negrín cuenta que en ese corredor fue donde nació el movimiento pictórico limonense. Incansable en su trabajo de pintor, a él se le unieron otros pintores como Juan Kelly, Édgar Ramírez y Ricardo Campbell.
En 1974 ganó el premio popular del IV Salón de Artes Plásticas en el Museo Nacional, con lo cual Ricardo adquirió más fama y más muchachos en su grupo. Así, Negrín comparte sus conocimientos con ellos y sus muchas lecturas, porque sabe mucho de historia del arte y con propiedad habla a su interlocutor de arte costarricense como de arte europeo.
Nunca, afirma, toca un cuadro que no es suyo, pero sí dice a sus colegas lo que deben corregir.
Los otros pintores limonenses no fueron los únicos en beneficiarse, pues con ellos Negrín tuvo con quienes exponer en Limón y otras partes del país y, además, tuvo competencia para no estancarse. "Los alumnos siempre le andan majando los talones a uno".
Con el tiempo, los miembros de ese grupo cambiaron, pero él es un maestro incansable. Actualmente da clases en la Casa de la Cultura de Limón y tiene poco alumnos, supone que porque es muy malencarado. "Siempre se cree que los pintores viejos se ponen cascarrabias y cuando me ven a mí, seguro les doy miedo. Ni modo, uno es malencarado porque así lo hicieron", expresa resignado.
Con una moto modelo 2000 y una camarita, Negrín recorre Limón; eso sí, dice ser un conductor muy prudente. En esos viajes, además de pasear, toma fotos de rincones, los cuales después podrá pintar en algún cuadro.
Su vida no ha sido fácil, las muertes de su mamá y de una hija con parálisis cerebral lo afectaron mucho; sin embargo, ha salido adelante.
Dentro de algunos meses dejará su vieja casa, su viejo corredor, para irse a vivir por Cerro Mocho en Limón. Asegura que trató que declararan la casa patrimonio histórico, pero no lo logró. "Esto debe tener más de cien años y ya casi no quedan de estas casas, pero a nadie parece importarle", comenta por si alguien lo escucha.
En algunos meses ya no habrá a quien saludar ni a quien ver pintar. El peso de la modernización y del tiempo caerá sobre la cuna de Negrín, el pintor afrocaribeño, el pintor del corredor.