Se dice que todos los grandes íconos fotográficos cargan con su ración de mitología. Pero hay otros en los que la mitología ha virado hacia la leyenda negra.
¿Por qué el fotógrafo Kevin Carter no ayudó al pequeño bebé sudanés a escapar del buitre? El diario madrileño El Mundo publicó la increíble historia de Kong Nyong, aquel famélico niño sudanés asediado por un buitre, cuya foto ganó el premio Pulitzter y causó impacto mundial en 1993.
Ese año, el fotógrafo sudafricano Kevin Carter visitó en avioneta la aldea sudanesa de Ayod para denunciar la hambruna y la guerra que sufría el país africano. Antes de irse, vio a un bebé desnutrido tendido en la arena justo en el mismo plano que un buitre, dos símbolos poderosos que representaban la mejor metáfora de lo que sucedía: una de las catástrofes humanitarias más importantes del siglo XX.
Carter dejó Ayod sabiendo que había conseguido una gran fotografía y así fue. The New York Times la publicó días después con un efecto que él no se esperó. La opinión pública se volvió contra él por no haber hecho nada para salvar a la criatura de las garras de ese buitre amenazante, y llegó a acusarlo de ser el auténtico carroñero de la foto.
Un año después, en 1994, ganó el Pulitzer y se suicidó. Nadie vio morir a aquel bebé y es la propia imagen la que desmiente ese destino trágico, al menos en parte, ya que la criatura de la foto lleva en su mano derecha una pulsera de plástico de la estación de comida de la ONU, instalada en aquel lugar. Si se observa la imagen en alta resolución, puede leerse, escrito en rotulador azul, el código “T3”.
A Carter se le criticó por no ayudar al menor a quien el mundo dio por muerto, a pesar de que el propio Carter no lo vio fallecer.
La realidad es que ya el pequeño estaba registrado en la central de comida, atendida por enfermeros franceses de la ONG Médicos del Mundo. Florence Mourin coordinaba los trabajos en aquel dispensario improvisado: “Se usaban dos letras: ‘T’, para la malnutrición severa y ‘S’, para los que solo necesitaban alimentación suplementaria. El número indica el orden de llegada al feed center ”. Es decir, que Kong tenía malnutrición severa, fue el tercero en llegar al centro, se recuperó, sobrevivió a la hambruna, al buitre y a los peores presagios de los lectores occidentales.
Con esa premisa, y la posibilidad de que la criatura siguiera viva, el diario español El Mundo viajó a Ayod 18 años después para reconstruir la historia de aquella fotografía. Tras varias reuniones con decenas de habitantes de la aldea, Mary Nyaluak, una mujer que repartía comida en aquel lugar hace 18 años, dio la primera pista sobre el paradero del menor. “Es un niño y no una niña. Se llama Kong Nyong, y vive fuera de la aldea”.
Dos días después, aquel dato llevaría hasta la familia del pequeño. Su padre confirmó que se había recuperado de aquella hambruna pero murió hace cuatro años por “fiebres”.
Así termina el misterio de uno de los episodios más escabrosos registrados por una cámara fotográfica.