El señor obispo de Cartago recomendó a sus feligresas, provocando con ello todas las reacciones que conocemos, que vistiesen con recato a fin de no convertirse en “un objeto nada más”. A fin también, podemos colegir, de evitar las agresiones sexuales, que son el amargo pan nuestro de cada día. Su intención, optemos por pensarlo, es buena, y su objetivo idéntico al de sus opositores: evitar la violencia sexual y conferirle a la mujer su dignidad.
¿Y qué es vestir con recato? ¿Qué es? Aparentemente algo que varía según el tiempo, según la cultura, según las circunstancias. Recato, para las mujeres judías ortodoxas, era no mostrar su cabellera más que a su legítimo esposo, ocultándola bajo velos, pañuelos, ¡pelucas!, en vista de su evidente e intensa carga erótica. Recato sigue siendo hoy día, para muchas musulmanas, asfixiar bajo tela la totalidad de su cuerpo, sepultando así hasta la elocuencia silente de la mirada. Recato ha sido muchas cosas: ir a misa con velo, no mostrar las pantorrillas, bañarse vestida, no usar pantalones ni traje de baño de dos piezas, ayuntarse con el marido a través del agujero (hecho exprofeso) de una sábana. (Sí, existió y suena a juego erótico, pero no lo era.)
Ese recato extremo, ¿ha preservado a las musulmanas de las violaciones? ¿Por vestirse así han dejado de ser objetos, o es más bien lo contrario? ¿Qué provoca la violencia sexual: los centímetros de piel expuesta o la convicción del agresor de que el cuerpo de una mujer le pertenece a él y no a ella? Lo que produce la violación, ¿no es la idea de que una mujer no es dueña de sí misma? Y una mujer que no puede decidir ni cómo vestirse, ¿de qué es dueña? ¿Qué dignidad posee?
El recato no protege, protege el respeto. A nuestra soberanía y a nuestra libertad.
Recato, dice el diccionario, es “cautela, reserva, honestidad, modestia”, y viene de recatar: “encubrir u ocultar lo que no se quiere que se vea o se sepa”. Pero sí queremos que se sepa y que se vea que poseemos un cuerpo, igual que el hombre bien formado que, ligero de vestimenta, corre en las mañanas por la calle, sin exponerse a que lo derribemos en un predio para ultrajarlo. Porque, pequeño detalle, también arde en nosotras el deseo: el objeto también podría ser él.
Si de corazón la Iglesia repudia la violencia sexual, que recomiende recato a los varones que se sepan aludidos. Recato, que también es modestia: “Virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al hombre en los límites de su estado...”