Poco es lo que se conoce sobre el origen de las “ciencias ocultas” en Costa Rica. Desde 1858, la librería El Álbum tenía a la venta ejemplares del célebre Oráculo novísimo o sea el libro de los destinos , y quizá creencias o prácticas ocultistas se hayan abierto paso en las primeras logias masónicas, fundadas en la década de 1860.
A comienzos del decenio de 1870, Guillermo Molina publicaba en San José un almanaque que incluía predicciones astrológicas y, en octubre de 1874, el vicario capitular, Domingo Rivas, advirtió a sus feligreses contra la circulación en el país de obras espiritistas, en particular las de Allan Kardec (1804-1869).
No es claro tampoco cuándo empezaron a formarse los primeros círculos de ocultistas, pero ya en 1896 es evidente la existencia de una organización de ese tipo, constituida en San José en torno al periódico El Grano de Arena. Acerca de sus contenidos filosóficos, el historiador Chester Urbina publicó un interesante estudio; en contraste, en este artículo se analizarán otros aspectos no considerados en ese trabajo.
El Grano de Arena. Impreso por vez primera en enero de 1896, El Grano de Arena empezó con una periodicidad mensual, entre febrero y junio de ese año circuló quincenalmente, y después volvió a salir una vez al mes. En su fase inicial fue presentado como una publicación “racionalista”, y en la etapa final como una revista de “estudios psicológicos”. En su último número, impreso en octubre de 1899, se explicó a los lectores:
“Hoy nos es sensible ['] retirarnos por algún tiempo de la arena periodística. Por un lado la pésima situación del país nos ha reducido no sólo el número de suscriptores, sino de socios, que nos ayudaban á sostener ‘El Grano de Arena’; y por otro lado tres de los recaudadores nos han dado malas cuentas, quedando un déficit en contra de nuestra pobre empresa”.
Durante los años que circuló, el periódico tuvo tres editores responsables: Domingo Núñez, Agustín Ramos y Pedro Pérez M. El primero parece haber sido un barbero de Alajuela, que se trasladó a vivir al distrito del Carmen, en San José; a su vez, los dos últimos eran, según lo consigna Luis Ferrero, imagineros que participaron en la fundación del Club Constitucional de Artesanos (1890).
Ramos era pintor y, en tal condición, presentó un cuadro para que fuera considerado por las autoridades costarricenses que escogerían las obras destinadas a presentarse en la Exposición Centroamericana, en Guatemala en 1897. Esa pintura “representa una niña que está en su cama, con los ojos fijos en el Cielo, y en actitud de rezar una oración [espiritista] escrita en la página de un libro abierto que se halla en el borde del lecho”.
Como lo constató Urbina, las páginas de El Grano de Arena están dominadas por textos de carácter doctrinario (algunos tomados de libros y revistas extranjeros), que defendían el espiritismo y polemizaban con otros periódicos, en particular los católicos. En los números disponibles hay poca información de actividades ocultistas específicas, motivo por el cual Ramos, en octubre de 1896, instó a los corresponsales de “la República y á nuestros adeptos particulares que tengan comunicaciones medianímicas que traten de ciencia espírita ['] enviar esas comunicaciones á la administración de este periódico para darles publicidad”.
En busca de una espiritualidad alternativa que combinase ciencia y religión, los partidarios de El Grano de Aren a fueron críticos sistemáticos del catolicismo. En tal condición, en septiembre de 1899 se manifestaron en contra del culto a la Virgen de los Ángeles, que la Iglesia, por esa época, se esforzaba por convertir en una práctica de carácter nacional, como lo ha mostrado un estudio del historiador José Gil.
Socios y suscriptores. Por el momento no se dispone de una lista de las personas vinculadas con El Grano de Arena , pero alguna información fragmentaria evidencia que, aparte de los artesanos mencionados, con ese círculo espiritista se identificaban el abogado nicaraguense Salvador Jirón, el educador Amadeo Madriz (fue maestro, entre otros, de los escritores Manuel González Zeledón y Carlos Gagini), el general Federico Fernández y Francisco Boza, quien fue director general de Telégrafos alre-dedor de 1891. También participaron el joven colombiano Francisco Lamus y el empresario español Antonio Rodríguez, y algunas mujeres, como Celina Fernández de Mora y María Rojas de Solera.
De las personas citadas, cabe resaltar los casos de Boza y Fernández. Según una nota dada a conocer en mayo de 1896, en la vivienda de Boza sucedían “fenómenos de espiritismo sin ninguna evocación, sino expontáneos [sic]”. Fernández era hermano del expresidente Próspero Fernández y padre de Rogelio Fernández Guell, quien destacaría como el principal teórico ocultista de Costa Rica en las dos primeras décadas del siglo XX.
La cercanía de Federico Fernández al círculo de El Grano de Arena tiene importancia pues obliga a reconsiderar la presunción de Abelardo Bonilla de que Fernández Guell habría sido iniciado en el espiritismo por el presidente mexicano Francisco Madero (véase “Un costarricense en la Revolución Mexicana”, artículo de Pedro González Olvera, Áncora , 22/11/2009).
Alcances y proyecciones. Con un precio de diez céntimos por ejemplar, el periódico se distribuía en las principales ciudades del Valle Central (especialmente en San José), en el puerto de Puntarenas y en algunas áreas rurales, como Puriscal. Por medio del canje, también era enviado a otros países, como El Salvador y, sobre todo, España.
Todo indica que El Grano de Arena fue la base para la constitución de una organización llamada Sociedad Benefactora de Estudios Psicológicos, mencionada por vez primera en la edición de octubre de 1896. Este círculo logró establecer contacto con entidades similares de otros países (en particular españolas) y se convirtió en agente de la Revista de Estudios Psicológicos de Barcelona ; además, importaba y vendía obras sobre espiritismo.
Algunos de los artículos que circularon en El Grano de Arena fueron reproducidos por publicaciones espiritistas foráneas.
Entre otros logros, dicho círculo parece que dispuso de un local propio, con un “saloncito de lectura de periódicos y obras espiritistas”. Igualmente, desde agosto de 1896, Núñez manifestó la intención de “adquirir una imprenta propia, que esté al servicio de nuestra causa”. Al final, el círculo consiguió reunir el dinero suficiente para hacerlo, por lo que los últimos números de El Grano de Arena fueron impresos en la tipografía homónima.
Los avances logrados por este círculo de espiritistas (el primero de su tipo del que se tiene conocimiento en la Costa Rica del siglo XIX) sentaron las bases para que, en la década de 1900, se configurase un nuevo grupo, denominado Franklin, cuyo eje eran las actividades realizadas por la joven Ofelia Corrales (véase “Fascinados por lo oculto”, Áncora , 9/5/2010).
La amplia proyección externa que alcanzó Corrales fue favorecida por la experiencia previa de la Sociedad Benefactora de Estudios Psicológicos, organización pionera en favorecer la inserción de los espiritistas costarricenses en las corrientes ocultistas internacionales de finales del siglo XIX.
El autor es historiador. Este artículo sintetiza aspectos de su libro ‘La ciencia del momento. Astrología y espiritismo en la costa rica de los siglos XIX y XX’.