Barcelona (España), 15 dic (EFE).- El filósofo José Antonio Marina, que ha publicado el ensayo "Por qué soy cristiano", considera que verdades privadas como la religión no puede condicionar a las verdades universales, la ciencia y la ética.
En su libro, publicado por Anagrama, Marina dedica siete capítulos a presentar "verdades universales" sobre el fenómeno de las religiones y, en concreto, del cristianismo, y sobre el establecimiento del dogmatismo cristiano, y un octavo capítulo en el que "desde el plano privado y personal ofrezco mi opinión, es decir, mi verdad privada, pero ya sin ánimo de convencer a nadie".
De modo genérico, refiere el filósofo, "las verdades privadas se mueven en tres campos -el estético, el afectivo y el religioso- y aunque no necesariamente han de ser falsas, sólo pueden ser explicadas por el sujeto que las emite, pero no demostradas por pertenecer a ese plano privado".
Para evitar los problemas que ya se están produciendo y aún se han de recrudecer más, Marina reclama "una teoría de la doble verdad, porque si no saldremos adelante y caeremos en el espejismo de la verdad absoluta".
Esa teoría de la doble verdad debe establecer, añade el filósofo, que "cuando una verdad privada se enfrenta a una verdad pública, siempre tiene preferencia la pública, como, por ejemplo, en el caso del pretendido sometimiento de la mujer al hombre que proclaman las religiones, algo que choca con las leyes públicas".
En otro ejemplo, Marina señala que "un testigo de Jehová es libre de rechazar una transfusión sanguínea para sí mismo, pero no lo es para imponer ese rechazo a su hijo, ya que ahí está entrando en colisión con una verdad universal, la ciencia".
En este contexto, "defender sus derechos en el campo privado es la única salvación que le queda a las religiones".
Como militante de "la filosofía como servicio público", José Antonio Marina ha centrado su último libro en ocuparse de las preocupaciones de la gente de la calle, entre ellas "ese movimiento de la experiencia cristiana que hace referencia a un oscuro personaje, Jesús, con una actividad pública muy corta (unos tres años), que no sale de una pequeña provincia, Galilea, y al que ajustician no se sabe bien por qué".
En su investigación, el autor describe que una experiencia privada, la de unos discípulos de ese personaje que dijeron sentirse salvados tras la muerte de Jesús, se fue transmitiendo en experiencias sucesivas durante veinte siglos.
En opinión de Marina, "en el inicio de la transmisión de esa tradición, el cristianismo tuvo la mala suerte de dirigirse hacia Occidente, porque estaba destinada a ser una religión oriental y, por tanto, práctica".
En esa trashumancia hacia Occidente, el cristianismo tuvo que enfrentarse, recuerda, con "el vigoroso músculo de la filosofía griega y su corriente predominante, el platonismo".
Marina piensa que cuando el cristianismo tuvo que escoger entre ser un modo de vivir o una vía del conocimiento, "por desgracia escogió la segunda" y ese fue el punto de partida de todos los dogmas de la Iglesia, los cuales "basándose en una experiencia privada, han ido haciendo construcciones conceptuales con validez universal".
Respecto a la figura de Jesús, Marina rechaza toda la dogmática que envuelve al personaje, pero en cambio se interesa por su proyecto: "identificar la divinidad con la buena acción, algo que se puede extender a un musulmán, un confuciano, un hebreo o un budista".
Al respecto, Marina sentencia que "la inteligencia creadora del ser humano puede ser considerada el lugar de alumbramiento de los dioses".
Volviendo al título del libro, Marina asegura que "para mí, ser cristiano es realizar acciones bondadosas y no seguir los dogmas" y por esta razón, "la teoría de la liberación es una de las más exactas interpretaciones de las teorías de Jesús". EFE
JO/pll/ero-jpg