Fred Herrera se acuesta en el piso con su boca hacia arriba, toma aire y empieza a levantar su torso, apoyado de sus pies y cabeza. ¡Es un puente humano!
Pasan 15 minutos y este bailarín costarricense de butoh sigue en la misma postura. No se cansa. El tiempo corre y en su cara no hay ni un solo un gesto de dolor ni de incomodidad.
¿Cómo lo logra? Con dedicación, esfuerzo y entrenamiento; pero, lo que más lo motiva a mantenerse en esa posición es el querer ver, por más segundos, el mundo al revés.
“Puedo ver las cosas de otra forma, como desorbitado, y eso me encanta. Me da otra perspectiva de la vida, por eso es mi preferida y siempre debo hacerla en mis presentaciones”, comentó Herrera.
Este enamorado de la danza y del mimo vive en París, desde hace 30 años. Pero, desde febrero, está en el país para dar talleres a estudiantes y remontar su obra Gigante de sal , para presentarla el 13 de abril en el Teatro de la Danza, como parte del Festival Internacional de las Artes 2014.
Acá un extracto de la conversación que tuvo con Viva .
Un mimo de nacimiento…
Cuando era pequeño, no era un niño de hacer actividades colectivas, yo era más de jugar con mi imaginación. Yo me encerraba con mis cosas y pasaba horas de horas en mi propio mundo imaginario. Siento que mi afinidad con el mimo venía como por una vena muy profunda, porque me gusta estar envuelto en mi propia imaginación.
¿Cómo fue el primer contacto real con el mimo?
Fue cuando vi a (actor) Marcel Marceau solo sobre un escenario durante dos horas y media. Él estaba sin escenografía, con un poco de música y nada más. Es maravilloso porque te reís de todo hasta que casi se te salen las lágrimas. Yo sentí que él proyectaba sus propios fantasmas en esa presentación y me cautivó el ver que tuvo la capacidad de hacernos ver, por medio de gesticulaciones, un mundo que es invisible. ¡Eso me mató!
De ese día y han pasado muchísimo años. Ahora hasta tiene una compañía en Francia, llamada Compagnie des Atomes.
Sí, ha sido algo de locos, de pura pasión. Aunque admito que sí fue complicado hacerme un lugar en París, porque ahí hay muchas compañías excelentes de mimo. Creo que tuve mucha suerte, pero lógicamente también es porque he trabajado mucho en ello. También, como en todo, el nombre que uno se hace tiene mucho que ver.
El mimo no es muy popular en Costa Rica. ¿Qué cree usted que se necesite para fomentarlo?
Es una lástima. Creo que el mimo no es para todos, pero creo también que se debe dar la oportunidad a la gente para que lo conozca. Sería buenísimo si alguien se anima a enseñarlo de forma profesional.
¿Usted estaría dispuesto a enseñarlo de forma más constante en el país?
Por supuesto que sí. Es una cuestión de educar a la gente para que vaya, lo entienda y lo disfrute. Si logro encontrar una cantidad importante de alumnos no dudaría en poner una sede de mi compañía acá.
Otra pasión. Hace cuatro años, usted conoció a su otro amor: el butoh .
El butoh lo descubrí como parte del proceso de maduración de mi cuerpo; es decir, entrando a mis 50 años comencé a sentir cambios dentro de mí, los cuales me condujeron al butoh .
”Recibí un taller en París, en el Théâtre du Soleil, con Yoshito Ohno (hijo de Kazuo Ohno, uno de los fundadores del butoh). Fue una experiencia tan rica, que me cautivó desde el primer momento. En el curso, el profesor puso una música e inmediatamente empecé a vibrar con el ritmo. Mientras yo bailaba, el profesor se me acercó y me dijo: ‘No se ponga a bailar la música, usted sea la música’. Esa frase aún me da vueltas en la cabeza, porque es la mejor forma para definir el butoh ”.
¿Qué lo hizo caer en la tentación del butoh ?
El butoh no está basado en cierta obligación de representar algo, sino en dejar que el propio cuerpo se exprese. La idea de esto es dejar que cada persona encuentre sus propios movimientos. Yo, por ejemplo, encontré esa manera de estirarme, de hacer contorsiones, de hacer espasmos. No estoy siguiendo movimientos que me imponen, como sí sucede en la danza clásica, sin ánimo de hacer crítica.
En otras palabras, usted siente que es como su liberación.
Claro. Para mí es lo único que me deja ser o que quiero ser. Es una explosión de todo un poco. Me permite focalizarme en mis singularidades, es mi forma de expresión.
Como usted lo dijo, este tipo de danza da una personalidad distinta a quien lo practique, ¿quién es Fred Herrera en el butoh ?
Soy un artista que ama ver el mundo al revés. Por eso, tengo una posición preferida que me da esa visión: me acuesto sobre mi espalda y luego empiezo a levantarme para formar un puente humano. Mi mirada queda en otra perspectiva y eso es lo que me gusta, me hace quitar los estereotipos. Esta es mi posición característica, es mi personalidad en el butoh .
¿Qué tan difícil fue lograr dominar la postura?
Muchísimo. Cuando la empecé a hacer tuve miedo porque era algo que nunca había hecho, algo no explorado por mí. En el proceso de aprendizaje de esta posición, me lastimé la mollera, sangré y, bueno, fue difícil.
¿Cuánto tiempo tardaste en manejarla?
Al principio duraba unos 10 segundos y bajaba. Me daba cólera no lograr durar mucho así. Le puse mucho esfuerzo, y bueno en tres años, logré conocerla y ahora la puedo hacer con otras variaciones.
¿Otras variaciones?
Sí, puedo simular ser una medusa al mover mis brazos, también puedo simular, con unas respiraciones entrecortadas, ser una mujer que está a punto de dar a luz, entre otras.
Si uno quiere hacer danza contemporánea o ballet , por ejemplo, debe empezar a practicarlo desde temprana edad. El butoh da la flexibilidad para poder practicarlo en cualquier momento, usted lo empezó a hacer a los 50 años…
Claro, el butoh acepta la longevidad y rompe con los esquemas de belleza clásica. En otras palabras, la danza se adapta al cuerpo y eso te permite bailar sin grandes esfuerzos que terminen en lesiones, por ejemplo.
Hay gente que baila butoh hasta los 80 años, ¿usted hasta cuándo se ve bailando?
Si llego a los 80 años y tengo la salud mental para seguir bailando, lo haré. No creo que pueda tener una alegría más grande que poder bailar por siempre.
”Sería algo maravilloso tener la valentía a esa edad de tirarme a un escenario a hacer espasmos y convulsiones. Si lo logro, me consideraré un maestro de butoh ”.
Usted practica el mimo y el butoh . ¿Ha pensado mezclarlos en un espectáculo suyo?
Sería fenomenal, algo único. De hecho me gustaría investigar más sobre eso. Evidentemente, hay diferencias enormes, porque el mimo es una narración y el butoh es dejar que el cuerpo cante solo. No hay una conexión evidente entre ellos, pero me gustaría hacer una fusión entre ambos.
”De hecho, a mi me quedó de herencia un terreno en Manuel Antonio, Puntarenas, y como es grande lo he ido acondicionando para, en un futuro, convertirlo en primer centro de investigación de mimo y butoh en Costa Rica”.