En 1984, el dirigente comunista Arnoldo Ferreto Segura (1910-1996) publicó sus memorias bajo el título de Vida militante (Editorial Presbere, 1984). En este libro surge un pasaje que podría ser el origen del llamado “comunismo a la tica”, política aplicada por el Partido Comunista de Costa Rica a partir de 1939.
Manuel Mora fue el dirigente que más desarrolló el tema del “comunismo a la tica”, pero una experiencia vivida por Ferreto en 1935 ayuda a dilucidar el origen de esa propuesta.
Entre 1931 y 1935, el Partido Comunista aplicó la política emanada del VI Congreso de la Internacional Comunista, de “clase contra clase”. Esto cristalizó en un discurso sumamente radical y confrontativo frente a la burguesía costarricense, que le permitió ganar simpatía entre sectores populares de la Costa Rica de entonces.
Sin embargo, esa línea radical cambió en el mundo luego de la realización del VII Congreso de la Internacional Comunista, en 1935. Entonces, sobre la base de un informe del dirigente búlgaro Georgi Dimítrov, se acordó que el movimiento comunista mundial debía procurar la construcción de los frentes populares.
Esa tesis sostenía que los partidos comunistas debían buscar alianzas con partidos democrático-burgueses para afrontar el ascenso del fascismo en Europa. Tal propuesta se fortalecería años después, cuando, durante la II Guerra Mundial, varias potencias capitalistas entraron en alianza militar con la Unión Soviética para combatir al Eje de Berlín-Roma-Tokio.
Arnoldo Ferreto cuenta que a ese VII Congreso asistió por primera vez un delegado costarricense, el obrero zapatero Rodolfo Guzmán. Este se quedó estudiando en la Unión Soviética durante un año y, por ende, no trajo de vuelta la importante línea de organizar frentes populares.
Bases del cambio. A fines de 1935, el Partido Comunista de Cuba envió una invitación para que un delegado asistiera a una reunión donde se discutirían los lineamientos del VII Congreso de la Internacional Comunista. Ferreto fue como delegado y comenta lo siguiente en su libro:
“Cuando me dieron a conocer las orientaciones generales de los informes de Dimítrov y Wang Ming, comprendí que el partido nuestro, de Costa Rica, andaba muy divorciado de la línea general que había sido trazada en el VII Congreso de la Internacional Comunista. Nosotros nos manteníamos aquí en una línea sectaria, de lucha de clase contra clase, una línea política en que planteábamos, como tarea histórica de nuestra revolución, el establecimiento del régimen socialista, de la dictadura del proletariado; atacábamos violentamente y por igual a todos los partidos burgueses” (p. 55).
En ese momento, Ferreto empezó a ver la necesidad de ajustar la actitud del partido a las características de la sociedad de Costa Rica. Él consideró que hablar aquí en términos como “dictadura del proletariado” no era la clave para hacer avanzar el programa político de los comunistas.
Páginas más adelante, Ferreto relata que, a su regreso a Costa Rica, se reunió la dirigencia del partido y le planteó lo discutido en La Habana:
“Dije que debíamos modificar considerablemente toda nuestra concepción; que teníamos que abandonar una serie de manifestaciones sectarias, como menospreciar los valores nacionales, los símbolos, el himno, las tradiciones democráticas de nuestro país, actitu-des que no tenían nada que ver con el marxismo-leninismo, sino que eran posiciones que reflejaban la poca madurez política y teórica de nuestro partido; que teníamos que aprender a concertar acuerdos o pactos con partidos burgueses democráticos que tuvieran, en un momento determinado, afinidades con nosotros” (p. 58).
He aquí cómo Arnoldo Ferreto imprimió al partido un cambio de pensamiento que determinó la política de su grupo en los años 40, cuando los comunistas construyeron una importante alianza con Rafael Ángel Calderón Guardia para aplicar reformas sociales.
Además, la propuesta de Ferreto explica cómo el Partido Comunista (luego con el nombre de “Partido Vanguardia Popular”) adoptó cambios significativos, como sustituir el histórico símbolo de la hoz y el martillo por una tea (la tea de Juan Santamaría), objeto que aludía uno de los más importantes símbolos nacionales.
Así pues, la visita de Arnoldo Ferreto a Cuba en 1935 fue un paso trascendente para la historia de Costa Rica pues de las iniciativas de Ferreto surgió la base de una alianza política que permitió aprobar las garantías sociales en los años 40.
El autor es profesor de Historia en la Escuela de Estudios Generales de la UCR.