Froylán el terrible

Tiene metas definidas. En lo deportivo, dar otra vuelta olímpica con los rojinegros al final de la campaña y sacar patente de goleador del certamen; en lo académico, quiere completar la secundaria, una tarea relegada por el futbol.

En una charla con La Nación ayer, el delantero de moda del balompié nacional se sinceró y reveló cosas que guardaba con absoluta reserva.

--¿Cómo se mentaliza antes de un juego? --(Se ríe). Tengo que reconocer que soy muy agüizotero, pero no al extremo. Lo que sucede es que, si en un encuentro las cosas me salen bien, prácticamente repito la misma rutina en la jornada siguiente. "Por ejemplo, si voy al cine el día martes, y el domingo anoto, póngale la firma que a la semana siguiente estaré de vuelta en ese cine aunque pasen la misma película."

--¿Cuáles son sus propósitos para esta temporada? --Revalidar el título con la Liga.

--¿Y ser goleador? --Es muy temprano para hablar de eso; el campeonato apenas entra en calor. No soy hipócrita; me encantaría terminar la campaña como goleador. "Todo lo pongo en manos de Dios, él es quién tiene la última palabra y él es quien rige en mi vida."

--¿Era el sueño de niño ser futbolista? --¡Claro! Tanto así, que por mejenguero gastaba un par de zapatos cada mes. Llegaba a la casa con las medias afuera, siempre se me disparaban; eso provocaba el enojo de mi mamá y la faja nunca la pude esquivar.

--¿Era un niño muy inquieto? --Era un carajillo terrible; a mis 8 años prefería quedarme jugando bola en lugar de ir a la escuela. "En cualquier lugar donde hubiera una mejenga, sin importar si era gente más grande que yo, allí estaba Froylán. Aún me da risa. ¡Qué relajo!... era el ser más tranquilo del mundo; dejaba los cuadernos cerca del marco y jugaba horas de horas. Cuando sonaba la sirena de la escuela, sabía que era hora de volver a casa."

--¿Y cuando llegaba a su casa...? --Me daban un fajazo que me calentaba las nalgas porque mi maestra llamaba por telefóno para preguntar dónde estaba y por qué no había ido a la escuela.

--¿Lloraba? --¡Gritaba! Pero al día siguiente tomaba nuevas precauciones; al final, después de clases, siempre me quedaba jugando.

--¿Abandonar las lecciones le trajo problemas? --Sí, tuve que repetir tercer grado; espero que todos los niños que lean esta nota comprendan que el estudio es primero.

--¿Cuál es su nivel académico? --Por ahora solo tengo el diploma de primaria, pero la próxima semana volveré a las aulas; voy a sacar el bachillerato por madurez porque ahora comprendo que el futbol no es para toda la vida.

--¿Qué le gustaría estudiar? --Administración de negocios. Sueño con tener un hotel cerca de la playa.

--Retomando el tema de su infancia, ¿siempre fue hincha de la Liga? --Siempre, pero era un hincha de televisión; no tenía plata para ir al estadio.

--¿Cómo se autodefine? --Soy un joven como todos, que gusta de salir y divertirse.

--Sin embargo, dicen que usted abusa de las fiestas y que inclusive le gusta el traguito. --Eso lo dicen los que en cierta forma me tienen envidia. Soy normal, soy humano, aquel que esté libre de pecado que tire le primera piedra. ¿Sabe qué pasa? Sucede que apenas ven a un negro alegre en una fiesta dicen: "Miren, ahí está Froylán."

--De todas sus Navidades, ¿cuál ha sido la mejor? --Todas; creo que las navidades son tiempos sin par.

--¿Siempre obtuvo el regalo que pidió? --No, porque siempre quise tener un bicicleta, y San Nicolás nunca pasó por mi casa (se ríe).

--¿Qué pedirá para esta Nochebuena? --Salud. ¿Qué más pedir?... salud.

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